domingo, 22 de diciembre de 2024

Las tres claves de las fundaciones familiares

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Cuando se trata de donar, los magnates norteamericanos son cada día más parecidos a Frank Sinatra: quieren hacerlo a su manera, para sus causas, en sus términos y asegurando su posteridad. Por eso se apresuran a armar organizaciones propias, cautivas.

Seg&uacute;n un estudio, durante 2000-4, la cantidad de fundaciones de ep&oacute;nimos creci&oacute; 60% y suman unas 33.000.<br />
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La fundaci&oacute;n William &amp; Melinda Gates, es actualmente la m&aacute;s rica y visible. No obstante, estudios del <em>Foundation Center </em>(Nueva York) dan a entender que m&aacute;s de dos tercios del sector lo integran fondos familiares inferiores al mill&oacute;n cada uno. Naturalmente, varios de ellos podr&iacute;an convertirse en los gigantes del ma&ntilde;ana. En un plano m&aacute;s terrestre, muchos millonarios &ndash;se&ntilde;ala el <em>National Center for Family Philanthropy</em>&ndash; est&aacute;n creando &ldquo;capas&rdquo; de fundaciones, con el fin de transferirles activos muebles e inmuebles. A veces, para eludir impuestos.<br />
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A medida como envejece la primera generaci&oacute;n nacida en la posguerra, esos flujos podr&iacute;an superar el total conocido de dinero en fundaciones ep&oacute;nimas: el estudio indicaba US$ 195.000 millones a fin de 2003. &ldquo;Hemos ingresado a una fase de megafilantrop&iacute;a&rdquo;, sostiene Stephen McCarthy, ex socio gerente del fondo inversor Lord Abbett &amp; Co.<br />
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La tendencia es clara. A la fundaci&oacute;n Gates le tom&oacute; apenas cinco a&ntilde;os llegar al tama&ntilde;o actual. Dentro de los pr&oacute;ximos diez, o menos, esa entidad podr&iacute;a aumentar mucho m&aacute;s al recibir los fondos del especulador financiero Warren Buffett. <br />
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Pr&oacute;ximamente, los activos de su difunta esposa, Susan (acciones del fondo Berkshire Hathaway por unos US$ 2.600 millones, controlados en realidad por el magnate), ser&aacute;n transferidos a la fundaci&oacute;n familiar. En cambio, el grueso de su propia fortuna, alrededor de US$ 40.000 millones, engrosar&iacute;a las arcas de la fundaci&oacute;n de los Gates.<br />
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Miles de fundaciones familiares, establecidas por capitanes de la industria, especuladores financieros, ases de la tecnolog&iacute;a, estrellas del espect&aacute;culo y el <em>management</em>, est&aacute;n repletas &ndash;cabe admitir&ndash; de oportunidades para buenas causas. Muchas pueden otorgar apoyo monetario a largo plazo para proyectos riesgosos o controvertidos, ante los cuales vacilar&iacute;a el donante medio.<br />
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<strong>Un buen ejemplo</strong><br />
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&ldquo;Las organizaciones que financiamos saben que las acompa&ntilde;aremos en las buenas y en las malas, independientemente de la innovaci&oacute;n en marcha o el contexto econ&oacute;mico&rdquo;, se&ntilde;ala &ndash;l&iacute;rico&ndash; Alfred Castle, director ejecutivo de la fundaci&oacute;n familiar m&aacute;s antigua de Estados Unidos, la Samuel &amp; Mary Castle, Honolulu. La suya es la quinta generaci&oacute;n del clan a cargo de la entidad, creada hace 112 a&ntilde;os por la matriarca.<br />
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Mientras su marido predicaba el evangelio y hac&iacute;a dinero, Mary Tenney Castle colaboraba con educadores como John Dewey y luchaba por un sistema de jardines infantiles &eacute;tnicamente integrados, una revoluci&oacute;n a fines del siglo XIX. En 1943, justo a cien a&ntilde;os de arribar la se&ntilde;ora Castle, Hawaii fue el primer territorio norteamericano en tener jardines de infantes multirraciales mantenidos por el estado.<br />
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La fundaci&oacute;n Castle tiene bastante compa&ntilde;&iacute;a en el hoy estado de Hawaii. Incluyendo nuevos residentes, como el emprendedor financiero Charles Schwab y su esposa Helen. Su fundaci&oacute;n surgi&oacute; en septiembre de 2001 y manejaba US$ 144 millones a fin de 2004. Gordon Moore, cofundador de Intel y autor de la teor&iacute;a hom&oacute;nima sobre multiplicaci&oacute;n geom&eacute;trica de potencia computacional, estableci&oacute; en 2000 una entidad similar, junto con su mujer Elizabeth. A mediados de 2005, acumulaba US$ 5.000 millones en activos.<br />
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Sin duda, el auge de esta filantrop&iacute;a es resultado natural de la afluencia prevaleciente en la alta burgues&iacute;a. Hacia 2004, 2.700.000 norteamericanos pose&iacute;an de un mill&oacute;n de d&oacute;lares para arriba. Vale decir, 23% m&aacute;s que en 2002. La consultora CapGemini vincula ese perfil con la firmeza de los mercados burs&aacute;tiles y financieros, no con avances importantes en el producto bruto por habitante.<br />
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<strong>Variedad de recetas </strong><br />
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&ldquo;Cuando la gente llega a tener mucho dinero, inevitablemente se da cuenta de que sus necesidades de consumo son inferiores a sus posibilidades de gasto. Nadie vive por siempre&rdquo;, apunta Charles L&ouml;wenhaupt, veterano asesor en materia de filantrop&iacute;a. &ldquo;Eventualmente, una fundaci&oacute;n le da m&aacute;s significado a su fortuna. Reci&eacute;n con el tiempo, empero, advierten la conveniencia de procesos estructurados y efectivos&rdquo;.<br />
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Por cierto, existen varios veh&iacute;culos aptos para un fil&aacute;ntropo en ciernes. Por ejemplo, fondos expertos en donaciones o dedicados exclusivamente a beneficencia. Sin contar entidades caritativas ligadas a iglesias o estados. Para elegir, deben considerarse, comisiones, honorarios y grado de transparencia.<br />
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Si la tentaci&oacute;n de crear una entidad ben&eacute;fica familiar es irresistible, debe saberse que no hace falta una fortuna como las de Gates, Buffett o Moore, ni ser un Richard Gere, un Jack Welch o, mucho menos, una estrella pol&iacute;tica como William J.Clinton. Cualquier matrimonio opulento puede ser ep&oacute;nimo de una fundaci&oacute;n y asegurarse de que sus causas y fondos sobrevivan a la muerte.<br />
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Pero, como esos personajes, el &ldquo;com&uacute;n de los magnates&rdquo; aspira a su propia fundaci&oacute;n filantr&oacute;pica. Por lo general, la entidad se llamar&aacute; como el creador (m&aacute;s su c&oacute;nyuge, si hay o hubo) y otorgar&aacute; fondos, becas y otros tipos de donaciones &ndash;siempre a nombre del fundador&ndash; a causas y entidades de derecho p&uacute;blico o privado, sin fines de lucro. Los recipientes de beneficencia ser&aacute;n, durante d&eacute;cadas tras la muerte del donante, una gama de organismos o fines, en los cuales &eacute;ste cifra su fe. <br />
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Sin embargo, la motivaci&oacute;n real m&aacute;s grande consiste en mantener firme control sobre el proceso mismo de manejar fondos. Una fundaci&oacute;n permite dispensar sumas generosas &ndash;no siempre para obras ben&eacute;ficas&ndash; a las causas o entidades elegidas. En EE.UU., los requisitos esenciales son distribuir al menos 5% del activo total cada a&ntilde;o y abonar 2% de gravamen federal sobre todos los ingresos derivados de inversiones. <br />
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Esos incentivos han puesto en la picota una cantidad de grupos ben&eacute;ficos, recipientes regulares de donativos individuales, a ra&iacute;z de conflictos pol&iacute;ticos, de intereses, incompetencia, fraude o latrocinio. Todav&iacute;a hoy se recuerda a William Aramony, ex presidente ejecutivo de United Way of America que, en 1995, fue procesado por fraude y pas&oacute; siete a&ntilde;os entre rejas. Ello no fue &oacute;bice para que, en 2002, el jefe de la filial Washington DC de UWA fuera a la c&aacute;rcel por robarse US$ 497.000.<br />
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&ldquo;No sorprende que exista desconfianza entre donantes y hoy exijan todo el contralor posible sobre sus dineros&rdquo;. As&iacute; apunta Eugene Tempel, director del centro sobre filantrop&iacute;a en la universidad de Indiana.<br />
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<strong>Bailando con lobos</strong><br />
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M&aacute;s all&aacute; de cuestiones cremat&iacute;sticas, muchos patriarcas y matriarcas optan por fundaciones familiares para perpetuar un conjunto de ideas y valores. Como en EE.UU. no existen t&iacute;tulos de nobleza hereditarios, los iniciadores de una &ldquo;dinast&iacute;a&rdquo; buscan imponer determinadas normas de conducta o estilo a las generaciones siguientes, a cambio de un futuro sin sobresaltos econ&oacute;micos.<br />
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El presente auge de fundaciones familiares empez&oacute; con la burbuja tecnol&oacute;gica de 1997 en adelante. S&oacute;lo en 2000, cuando ya se hinchaba la &ldquo;exuberancia irracional&rdquo;, la cantidad de entidades aument&oacute; 20%. En el cuadrienio 2000-3, la tasa compuesta de crecimiento promediaba 10,5% anual. <br />
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Ese crecimiento no s&oacute;lo ha generado oportunidades, sino tambi&eacute;n riesgos. A todo consultor del &aacute;rea le sobran an&eacute;cdotas sobre fundadores demasiado ambiciosos, entidades mal organizadas, asesor&iacute;a deficiente y, claro, corrupci&oacute;n. En los &uacute;ltimos a&ntilde;os, mientras los delincuentes empresarios dominaban los titulares de los medios, las fundaciones sacrificaban reputaci&oacute;n en aras de esc&aacute;ndalos gerenciales.

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