El papel del sector público: a favor y en contra de la intervención

En un sentido estrecho, este texto se puede interpretar como el análisis de los ingresos y gastos del Estado, y de cómo el gobierno (al menos en teoría) los utiliza para mejorar el bienestar de la población.

12 marzo, 2009

En un sentido m&aacute;s amplio, o profundo, se refiere a los motivos para la intromisi&oacute;n del Estado en el funcionamiento de los mercados y en el proceso de toma de decisiones de los agentes econ&oacute;micos privados. <br />
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Para justificar la intervenci&oacute;n del Estado en la econom&iacute;a deben cumplirse al menos dos requisitos: <br />
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1) que el mercado haga mal, o provea en cantidad insuficiente, o directamente sea incapaz de hacer ciertas cosas o llevar a cabo tareas que la sociedad considera necesarias y positivas; <br />
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2) que el Estado las haga mejor que el mercado o, alternativamente, que con su intervenci&oacute;n no genere problemas m&aacute;s graves que los que se pretenden solucionar (el remedio peor que la enfermedad). <br />
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Temas como &eacute;ste tropiezan con un fuerte prejuicio en contra del accionar estatal en vastos sectores de la opini&oacute;n p&uacute;blica. Esto se debe, en gran medida, a una (muchas veces justificada) evaluaci&oacute;n negativa acerca del desempe&ntilde;o de las sucesivas administraciones oficiales que hemos padecido los argentinos, as&iacute; como a los cambios pol&iacute;ticos e ideol&oacute;gicos producto de los virajes de la historia; pero tambi&eacute;n a cierta incomprensi&oacute;n, exacerbada a veces desde algunos medios de comunicaci&oacute;n, acerca de las metas del sector p&uacute;blico y de los recursos con que cuenta el Estado para alcanzarlas. <br />
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<strong>&iquest;Por qu&eacute; intervenir? </strong><br />
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Si el lector es un intervencionista intuitivo o a priori, agradecer&aacute; que le proporcionemos aqu&iacute; un conjunto de argumentos que suelen aparecer en la literatura para justificar la intervenci&oacute;n del Estado y con los cuales podr&aacute; sorprender y entretener a familiares y amigos. <br />
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Tradicionalmente, existen tres subconjuntos de razones que dan pie a otros tantos tipos de intervenci&oacute;n del sector p&uacute;blico. Sus respectivos r&oacute;tulos son: asignaci&oacute;n, estabilizaci&oacute;n y distribuci&oacute;n. En los pa&iacute;ses de menor desarrollo relativo se agrega una cuarta, la promoci&oacute;n del crecimiento econ&oacute;mico. <br />
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En el primer grupo encontramos un conjunto de situaciones en las cuales la actividad econ&oacute;mica privada orientada a la maximizaci&oacute;n de la ganancia falla desde el punto de vista de la eficiencia global o, directamente, es incapaz de satisfacer ciertas necesidades. <br />
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El ejemplo cl&aacute;sico es la provisi&oacute;n de bienes p&uacute;blicos, que son aquellos a los cuales se puede acceder sin pagar un precio y cuyo consumo por parte de Juan no implica un menor consumo por parte de Pedro. <br />
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La defensa nacional, ejemplo paradigm&aacute;tico, se diferencia (entre otros aspectos) de un corte de pelo en que no se puede excluir de sus beneficios a quienes no est&aacute;n dispuestos a pagar un precio por ella, y en que el pr&oacute;ximo argentino a punto de nacer no le quita porciones de defensa nacional a los argentinos ya existentes (a diferencia de la &quot;peladita&quot; del reci&eacute;n nacido, que le quita ese corte de pelo a alg&uacute;n otro). <br />
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Bienes o servicios con estas caracter&iacute;sticas no se prestan bien a la producci&oacute;n privada: si no puedo discriminar en el consumo de mi producto a los que pagan de los que no pagan, &iquest;c&oacute;mo podr&eacute; cobrarles, y de d&oacute;nde saldr&aacute; mi ganancia? <br />
Por otra parte, si a&ntilde;adir un consumidor m&aacute;s al grupo de beneficiarios de un bien p&uacute;blico no genera costos adicionales, &iquest;por qu&eacute; habr&iacute;a que fijarle un precio? <br />
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Hace falta la intervenci&oacute;n de un productor de naturaleza diferente: el Estado. <br />
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La existencia de bienes p&uacute;blicos es uno de los motivos de lo que se denomina fallas del mercado, situaciones en las cuales la persecuci&oacute;n del propio inter&eacute;s no resulta en la maximizaci&oacute;n del bienestar colectivo, a la inversa de lo planteado por Adam Smith en su c&eacute;lebre met&aacute;fora de la mano invisible. <br />
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Otra falla de mercado que da pie al cumplimiento de funciones asignativas, de parte del Estado, es la presencia de externalidades. <br />
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Una externalidad tiene lugar cuando un acto econ&oacute;mico de un agente tiene impacto sobre otro sin que medie el pago de un precio. Ejemplos: una f&aacute;brica arroja desechos qu&iacute;micos a un r&iacute;o, lo que afecta la actividad de un grupo de pescadores aguas abajo. <br />
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Claramente, estos &uacute;ltimos padecen un deterioro en la calidad o la cantidad de la pesca, pero este costo real no da origen a ninguna erogaci&oacute;n en la f&aacute;brica situada aguas arriba: no se internaliza. <br />
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Otro ejemplo (de signo inverso al anterior): la construcci&oacute;n de una ruta o la instalaci&oacute;n de un colegio o supermercado en un barrio determinado aumenta la demanda de viviendas en la zona y le proporciona ganancias de capital a los propietarios ya instalados. Obviamente, los beneficiados no participan de las ganancias a los que proveyeron la externalidad positiva. <br />
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Otro ejemplo m&aacute;s apto para la intervenci&oacute;n p&uacute;blica es la inversi&oacute;n en educaci&oacute;n por parte de la empresa privada. A un empresario le conviene entrenar a su mano de obra porque esto contribuir&aacute; a aumentar su rendimiento. Sin embargo, como un trabajador puede cambiar de empleo, y as&iacute; el empresario perder&aacute; los fondos que destin&oacute; a su educaci&oacute;n (educaci&oacute;n que terminar&aacute; beneficiando a toda la sociedad, independientemente del lugar concreto donde est&eacute; empleado el trabajador calificado), el empleador acaba invirtiendo en entrenamiento por debajo de lo socialmente &oacute;ptimo. <br />
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La cuesti&oacute;n es que, si el que origina la externalidad no la internaliza, habr&aacute; demasiada contaminaci&oacute;n o, en el caso contrario, escasez de inversi&oacute;n en educaci&oacute;n. El Estado, a trav&eacute;s de normas regulatorias, o aplicando multas y/o subsidios, puede hacer que los agentes econ&oacute;micos sientan las consecuencias plenas de sus actos econ&oacute;micos. <br />
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Un &uacute;ltimo ejemplo de fallas de mercado de este tipo es la ausencia de competencia. Un monopolio o un mercado oligop&oacute;lico tienden a elevar el precio y restringir la producci&oacute;n con respecto a una situaci&oacute;n de libre competencia, con la consiguiente p&eacute;rdida de bienestar. <br />
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Para este tipo de falla del mercado se ha ensayado tanto la producci&oacute;n estatal de los bienes o servicios involucrados (empresas p&uacute;blicas en telefon&iacute;a, energ&iacute;a el&eacute;ctrica, servicios de correos, etc.), como la creaci&oacute;n de organismos reguladores espec&iacute;ficos (por ejemplo, algunos originados con las privatizaciones realizadas en la Argentina a comienzos de la d&eacute;cada pasada) o la imposici&oacute;n de impuestos y subsidios. <br />
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Otra raz&oacute;n adicional para el accionar estatal se relaciona con las preferencias del Estado en materia de composici&oacute;n del consumo privado. Como el lector sabe, a muchos Estados les interesa reducir el consumo de cigarrillos o exigir un consumo de servicios educativos (ense&ntilde;anza primaria obligatoria), o desean garantizar un m&iacute;nimo de acceso a la salud a trav&eacute;s del sistema de hospitales p&uacute;blicos o similares. Esta interferencia del Estado con nuestras preferencias y demandas se fundamenta en que el sector p&uacute;blico conoce mejor que cada uno de nosotros qu&eacute; nos conviene o qu&eacute; nos da&ntilde;a y, lo que es m&aacute;s importante, toma en cuenta los efectos para el conjunto de la sociedad de ciertas acciones individuales (un pa&iacute;s donde se permitiera que cada familia decida libremente enviar o no a sus hijos al colegio, &iquest;ser&iacute;a un pa&iacute;s m&aacute;s rico o m&aacute;s pobre?).

<strong>Estabilizar, distribuir, promover </strong><br />
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Quedan por definir las otras tres grandes funciones del Estado. La función de estabilización se refiere al accionar público orientado a mantener baja la tasa de desempleo y estable el nivel de precios. Son funciones típicas de la política macroeconómica. <br />
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La distribución del ingreso generado por la sociedad suele ser un objetivo de la política pública. Cuando el Estado toma recursos (cobra impuestos) de un sector de la sociedad para proveer a otro sector de menores ingresos de alimentos, salud o educación, se está alterando la distribución del ingreso generado por el libre juego de las fuerzas del mercado para imponer otro más equitativo. <br />
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Existen, por supuesto, otros motivos para este tipo de intervención: la búsqueda del mantenimiento de un equilibrio político (procurando evitar la pérdida de consenso que puede surgir de una distribución muy desigual) o, también, razones económicas (una redistribución progresiva del ingreso puede significar la ampliación del mercado o un incentivo al aumento de la productividad de la mano de obra). <br />
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Finalmente, con la promoción del crecimiento en las zonas menos desarrolladas, el Estado puede realizar tareas de coordinación que el mercado no puede llevar a cabo por sí mismo. Imaginemos la siguiente situación: en una zona de escasa industrialización un empresario no se decide a instalar una fábrica productora de bienes de consumo por la ausencia de un mercado significativo. Al mismo tiempo un proveedor de partes y piezas industriales no realiza inversiones por la escasez de clientes. Pero si ambos se pusieran de acuerdo y realizaran coordinadamente sus emprendimientos, cada actividad le proporcionaría a la otra parte el mercado adicional que está necesitando (el fabricante de repuestos aportaría su mano de obra como demandante de bienes de consumo; el productor de bienes de consumo, su fábrica como potencial compradora de partes y piezas). <br />
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Aquí, la clave de la situación radica en que el sistema de precios no transmite esta información y los empresarios no pueden incorporarla a sus cálculos de ingresos y rentabilidad. Si el Estado le diera un "empujón" a los distintos proyectos al mismo tiempo podría generarse una masa crítica de inversiones que iniciaran un proceso de desarrollo regional. <br />
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<strong>Límites y riesgos </strong><br />
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Es posible que el lector sea un liberal intuitivo que corre el riesgo de tropezar en una próxima reunión familiar con un tío o cuñado intervencionista, dispuesto a amargarle la velada farfullando acerca de las "fallas del mercado", "externalidades" y otros términos igualmente abstrusos. En esta sección le proporcionaremos algunos elementos básicos de autodefensa no violenta para enfrentar estas situaciones. <br />
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Gran parte de la sección anterior gira alrededor de la idea de fallas del mercado o de la competencia. Conviene señalar que existen también las "fallas del Estado". Hay numerosos ejemplos de políticas estatales de estímulo al crecimiento que han terminado generando, no desarrollo de la productividad y mejoras tecnológicas, sino ganancias extraordinarias para los beneficiarios de los subsidios o la protección arancelaria o para-arancelaria concedida. <br />
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Además, el mantenimiento de la protección puede transformarse en el objetivo principal de los beneficiarios, con lo que éstos se convierten, no en agentes económicos más productivos, sino en meros rentistas. <br />
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Del mismo modo, cuando el Estado se transforma en protagonista directo de los procesos productivos se corre el riesgo de una pérdida o perversión de los incentivos, debido tanto a la ausencia de competidores como a una disciplina presupuestaria laxa. El virtual acceso a un financiamiento ilimitado &endash;y a la protección legal que significa ser un monopolio estatal&endash; debilita o elimina los incentivos que normalmente inciden sobre las empresas privadas sujetas a competencia obligándolas a procurar la minimización de costos y la mejora de procedimientos. <br />
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Un último ejemplo, de otro orden, de una intervención equivocada del Estado es la imposición de peajes para caminos no congestionados. En este caso, a pesar de existir espacio suficiente para que circulen más vehículos sin que esto signifique un incremento de los costos de mantenimiento o administración de la ruta, se priva de ese beneficio a los conductores privados y, además, se incurre en los costos necesarios para hacer efectivo el peaje. <br />
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<strong>Conclusiones (provisorias) <br />
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Hasta aquí hemos mostrado la necesidad de la intervención estatal frente a las fallas de mercado cuando, en principio, no genera costos superiores a los que viene a corregir. Y hemos advertido acerca de los problemas que pueden surgir a raíz de la intervención misma. <br />
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Puesto en otros términos, la decisión de intervenir (o no) por parte del sector público en las decisiones de los agentes privados, más que una cuestión de principios o resultado de las presiones de intereses sectoriales, debe ser fruto del análisis y estar sujeta a la evaluación de sus resultados. <br />
<br />
Por Osvaldo Kacef y Jorge Robbio

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