Estrategia para el desarrollo de las competencias compartidas

El desarrollo personal persigue la superación de una crisis o problema, la mejora del desempeño o el cambio personal. A veces estos tres objetivos se presentan juntos; por ejemplo, la resolución de cierto problema requiere una mejora en el desempeño y a la vez implica un cambio personal.

14 enero, 2010

<p>El desempe&ntilde;o individual se compone del comportamiento y los resultados consecuentes.</p>
<p>El comportamiento depende de las competencias del individuo y de su motivaci&oacute;n espec&iacute;fica en la situaci&oacute;n. A su vez, estos dos factores radican en ciertas caracter&iacute;sticas personales y en las condiciones circunstanciales que afronta el individuo (necesidades del momento, estado de &aacute;nimo, etc&eacute;tera). Y todos los elementos de esta cadena de causa-efecto se ven afectados por el contexto.<br />
<br />
La evaluaci&oacute;n del desempe&ntilde;o se basa fundamentalmente en la observaci&oacute;n de los comportamientos y en la medici&oacute;n de los resultados. Pero, en principio, el an&aacute;lisis de la situaci&oacute;n debe remitirse a las causas, lo que requiere navegar en las competencias y en la motivaci&oacute;n y, aun m&aacute;s profundamente, en las caracter&iacute;sticas personales y las condiciones circunstanciales; todo ello sin perder de vista la influencia del contexto.<br />
<br />
Las caracter&iacute;sticas personales abarcan seis aspectos que pueden enfocarse como componentes de un iceberg, en donde cabe diferenciar tres niveles, yendo de la superficie a lo m&aacute;s profundo:<br />
&bull; En un primer nivel, (1) los conocimientos y las habilidades espec&iacute;ficas.<br />
&bull; En un segundo nivel, (2) los valores y creencias y (3) la vocaci&oacute;n.<br />
&bull; En un tercer nivel, (4) las condiciones f&iacute;sicas, (5) la personalidad y (6) la inteligencia (la cognitiva y la emocional).<br />
<br />
El tercer nivel en parte proviene de factores gen&eacute;ticos y en parte se construye en una etapa bien temprana de la vida, sin perjuicio de que se contin&uacute;en modelando y puedan modificarse en instancias posteriores. El segundo nivel depende bastante de las caracter&iacute;sticas del tercer nivel y tambi&eacute;n se configura en una etapa temprana de la vida; e influye significativamente sobre el primer nivel.</p>
<p><strong>Sobre las competencias</strong><br />
<br />
Con respecto a las competencias, es importante distinguir dos tipos:<br />
&bull; Las &ldquo;funcionales&rdquo;, que consisten en los conocimientos y las habilidades inherentes a la especialidad en un &aacute;rea funcional: finanzas, abastecimiento, producci&oacute;n, comercializaci&oacute;n, contabilidad, inform&aacute;tica, etc.<br />
&bull; Las &ldquo;compartidas&rdquo;, que comprenden aspectos del comportamiento comunes a distintas &aacute;reas funcionales, incluyendo las competencias gerenciales. Algunos autores las denominan competencias &ldquo;conductuales&rdquo; (*).<br />
<br />
En general, el camino principal para desarrollar ambos tipos de competencia ha sido la capacitaci&oacute;n (usamos este t&eacute;rmino en sentido lato, como toda clase de actividad educativa). La capacitaci&oacute;n persigue el aprendizaje, que implica un cambio efectivo en el comportamiento. Y aqu&iacute; es donde juega la distinci&oacute;n se&ntilde;alada: dada la capacitaci&oacute;n, tiende a ser m&aacute;s dif&iacute;cil el aprendizaje de las competencias conductuales que el de las competencias funcionales. Esto es as&iacute;, porque en el aprendizaje de las competencias conductuales es muy grande la influencia de las caracter&iacute;sticas personales y las condiciones circunstanciales, que van mucho m&aacute;s all&aacute; de los contenidos habituales de la capacitaci&oacute;n; dicha influencia suele ser bastante menor en el caso de las competencias funcionales. <br />
<br />
En l&iacute;neas generales, el cambio del comportamiento en materia de competencias conductuales requiere el proceso siguiente:<br />
a- La actividad educativa (ense&ntilde;anza presencial, a distancia, etc&eacute;tera) que persigue cierto desarrollo de conocimientos y habilidades.<br />
b- La transferencia al trabajo de dicha actividad, que comprende:<br />
1- El diagn&oacute;stico de la situaci&oacute;n personal vis a vis la propuesta educativa.<br />
2- Un plan de acci&oacute;n personal orientado a superar las brechas surgidas del diagn&oacute;stico, en t&eacute;rminos de medidas concretas.<br />
3- El seguimiento del plan de acci&oacute;n, que lleva a la adopci&oacute;n de las intervenciones correctivas correspondientes.<br />
El diagn&oacute;stico puede hacerse durante la propia actividad educativa o despu&eacute;s de ella. En general, es ventajoso nutrirlo con los siguientes recursos:<br />
&bull; La contestaci&oacute;n de instrumentos de diagn&oacute;stico, cuyos resultados favorecen el autoconocimiento del participante.<br />
&bull; La aplicaci&oacute;n de mecanismos de <em>feedback</em>, basados en dichos instrumentos, en el intercambio entre los participantes, en el <em>coaching</em> al que se alude m&aacute;s adelante, y en otros medios.<br />
&bull; La realizaci&oacute;n de tareas grupales de reflexi&oacute;n en torno a los objetivos del aprendizaje, los contenidos tem&aacute;ticos, los instrumentos de diagn&oacute;stico y el <em>feedback</em>.<br />
Cabe desglosar el plan de acci&oacute;n en:<br />
&bull; Plan de acciones personales, en t&eacute;rminos de medidas concretas a cargo del propio participante.<br />
&bull; Recomendaciones (a la organizaci&oacute;n en conjunto o al sector al que pertenece el participante) de medidas concretas que contribuyan al logro de los objetivos del aprendizaje.</p>
<p><strong>El seguimiento de la acci&oacute;n</strong><br />
<br />
La acci&oacute;n y su seguimiento constituyen un proceso recurrente que debe ser apoyado por la organizaci&oacute;n a trav&eacute;s de:<br />
&bull; Reuniones peri&oacute;dicas de seguimiento y reflexi&oacute;n.<br />
&bull; Refuerzo complementario para ciertos participantes, como <em>coaching</em> adicional, <em>counseling</em> o <em>mentoring</em>. <br />
<br />
Al principio dijimos que el comportamiento depende de las competencias del individuo y de su motivaci&oacute;n espec&iacute;fica en la situaci&oacute;n; y que, a su vez, estos dos factores radican en ciertas caracter&iacute;sticas personales y en las condiciones circunstanciales; adem&aacute;s, las primeras tamizan a las segundas. Por lo tanto, dichas caracter&iacute;sticas juegan un papel preponderante en los procesos de cambio en el comportamiento. Si a esto le agregamos que son dif&iacute;ciles de cambiar, porque en parte son gen&eacute;ticas o arraigadas en una etapa temprana de la vida, tenemos una idea de la dificultad del cambio. Sin embargo, pensamos que el cambio puede ser menos problem&aacute;tico de lo que aparenta, si lo concentramos en aquellos aspectos en donde la propuesta puede tener &eacute;xito. Al respecto, podemos delinear algunas pautas:<br />
&bull; En principio, no tratar de cambiar significativamente las caracter&iacute;sticas personales en s&iacute;. Aqu&iacute; lo importante es el autoconocimiento.<br />
&bull; El desarrollo de competencias no debe circunscribirse a superar debilidades; bien puede consistir en aprovechar las fortalezas.<br />
&bull; Muchas caracter&iacute;sticas personales no son buenas ni malas per se. La cuesti&oacute;n no es cambiarlas, sino cuidar cuando en determinadas situaciones nos inclinan a caer en comportamientos contraproducentes.<br />
Vale decir que muchos de nuestros defectos son exageraciones de nuestras virtudes. Por ejemplo:<br />
&bull; Una persona muy afable (rasgo de personalidad) suele poseer atributos atractivos, pero en determinada situaci&oacute;n tal vez tenga dificultad en adoptar un comportamiento &ldquo;duro&rdquo; con otra persona, a pesar de que este fuese necesario. <br />
&bull; En general, es conveniente que una persona sea asertiva. Pero no es extra&ntilde;o que su asertividad se convierta en agresividad o sea percibida como tal.<br />
<br />
La idea es entonces evitar la &ldquo;zona de peligro&rdquo;, o sea aquellos comportamientos que en determinadas situaciones nos hacen &ldquo;meter la pata&rdquo;. Esto, claro est&aacute;, requiere autocontrol. <br />
Lo antedicho demanda dos aptitudes: autoconocimiento y autocontrol, integrantes de la inteligencia emocional, que Daniel Goleman (el gur&uacute; del tema) sostiene que son desarrollables.<br />
Podr&iacute;amos aventurar que la zona de peligro representa 20% de los comportamientos y que, si logramos manejarla debidamente, nuestros resultados llegar&iacute;an a mejorar 80%. Ser&iacute;a como aplicar el famoso &ldquo;principio de Pareto&rdquo; al cambio del comportamiento en el trabajo.</p>

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