La pandemia del coronavirus es primordialmente una crisis del sistema global de salud, que ha provocado una profunda recesión en la economía mundial en el segundo trimestre del año (-14% anual), debido al cierre forzoso de la actividad productiva y los servicios.
Esto significa que la primera recesión global de los últimos 10 años ha sido obra de un shock absolutamente ajeno al proceso orgánico de acumulación capitalista.
El volumen del comercio global de bienes cayó 12.1% en abril, comparado con la disminución de marzo de 2.4% (es una caída de 16.2% anual), y es la mayor reducción desde 2009.
El intercambio global ha disminuido 18.5% anual en el segundo trimestre de 2020; y que la caída alcanzaría a -12.2% en el transcurso del año.
La producción industrial mundial cayó 12.1% anual en abril; y la inversión extranjera directa (IED) se hundió más de 30% en este periodo.
El producto cayó -15% anual en febrero en la República Popular; y se hundió en EE.UU.-10.4% en abril; y a partir de allí comenzó la recuperación en las dos mayores economías del mundo.
La razón de esto fue que todos los indicadores de sus extraordinarios procesos económicos se encontraban prácticamente intactos. Por eso, al ponerse término al cierre forzoso de las economías el crecimiento ha sido mucho más rápido de lo esperado, con un alza de +15% anual respecto a los pronósticos del momento más álgido de la crisis.
Lo que está ocurriendo en este momento es una recuperación generalizada en todas partes del mundo que aumenta a medida que se acelera la apertura de la economía. Este fenómeno central está acompañado por un aumento del consumo en todas partes al mismo tiempo, con un alza promedio de +10% /+15% (+25% en China; +15% en EE.UU.).
La experiencia estadounidense indica que hay una extraordinaria “demanda dormida” en la primera economía del mundo; y esto se ha revelado con el efecto prácticamente instantáneo que ha tenido la apertura de la economía y la recuperación del empleo en los meses de mayo y junio.
El valor agregado de la “economía digital” china ascendió a U$S 5.07 billones (millones de millones) en 2019, y representó 36.2% del PBI, lo que muestra un incremento proporcional de 1.4 puntos porcentuales por año, con una tasa de crecimiento de 15.6% anual en la última década.
Esto significa que la “economía digital” superaría 40% del producto al finalizar 2020; y que cubriría 37.8% de los servicios, 19.5% de la manufactura, y 8.2% de la agricultura. En la manufactura, específicamente, el valor agregado trepó 11.1% el año pasado.
El camino de crecimiento de la “economía digital” surge hoy de la combinación de la Big Data (inmensas masas de información lanzadas por los distintos sectores productivos y de los servicios), con la 5-G que tramita en “la nube” o “cloud computing”.
China, líder en digitalización
China tiene hoy 2 ventajas estratégicas esenciales que pueden ser decisivas en el proceso de digitalización de su economía, la denominada nueva revolución industrial.
En primer lugar, en materia de Big Data, su diferencia es abrumadora, no solo respecto a EE.UU., sino al resto del mundo sumado.
La República Popular emite 4/6 veces más información que la combinación del resto del mundo. La razón es que China es el país más digitalizado del sistema global, con 840 millones de usuarios de Internet.
En China, además, hay más de 100 millones de entidades empresarias – 15% de ellas son start ups de alta tecnología -, todas profundamente digitalizadas, y que emiten constantemente gigantescos flujos de información, tras integrarse a la red de Internet más amplia del mundo, mediante 2 plataformas (Alibaba y Tencent) que cubren prácticamente a la totalidad de la población.
El sistema universitario de la República Popular gradúa a 13 millones de estudiantes por año; y el resultado es que su fuerza de trabajo con alto nivel de calificación, comparable al de EE.UU., ya supera 180 millones de trabajadores.
La diferencia en la 5-G de la República Popular es actualmente decisiva. Huawei controla 40% de esa infraestructura, con oportunidades de negocios que ascienden a U$S 23 billones. La ventaja esencial de Huawei es el tamaño del negocio, que le otorga a sus inversiones inmediata economía de escala, lo que hace que sus precios tiendan a caer a la mitad en los siguientes 12 meses, y su capacidad de innovación sea de una extraordinaria celeridad.
La ventaja fundamental de EE.UU. es EE.UU. mismo. Hay más de 400 centros de innovación en la economía norteamericana, entre ellos el primero es hoy Silicon Valley.
La “economía digital” de EE.UU. abarca más de 80% de la economía, la mayor del mundo (U$S 21.9 billones/25% del PBI global); y lo crucial es que la cuarta revolución industrial, que implica digitalización plena de la manufactura y los servicios, no tiene en EE.UU. un significado tecnológico, que ya ha sido cubierto, sino que está exclusivamente vinculado al nivel de inversión (EE.UU. ha recibido más de U$S 12 billones de inversiones del mundo entero en los últimos 3 años y medio).
La única restricción de fondo que muestra el capitalismo norteamericano es la insuficiencia de una fuerza de trabajo con la necesaria calificación que exige la cuarta revolución industrial.
La industria norteamericana, plenamente volcada a la nueva revolución industrial, tiene ofrecidos más de 7 millones de empleos de alta calificación que no son ocupados al carecer el mercado de personal suficientemente calificado para hacerlo.
Apple, Amazon, Microsoft y las otras grandes empresas norteamericanas se han volcado a un proceso de calificación del personal en Inteligencia artificial y en tecnología 5-G a través de más de 3.000 community college de los 50 estados norteamericanos; y ocupan en este sentido a más de 17 millones de trabajadores, que están aumentando sistemáticamente su nivel de calificación.
La situación pospandemia se caracteriza por haber desatado una oleada de digitalización –una nueva revolución tecnológica -, a través de la extraordinaria generalización del teletrabajo (trabajo a distancia) y el comercio por Internet (e-commerce), que se han expandido 30/40%, con un salto de productividad de 15/20% en 2020, que ha tornado la producción mundial en un fenómeno enormemente más productivo.
La crisis ha actuado como un catalizador de las tendencias preexistentes en materia de digitalización; y ha permitido que en 2 meses se diera un salto de productividad equivalente a 4/6 años. Lo que ha sucedido es que las tendencias han dado paso al cambio paradigmático.
Esas tendencias de fondo preexistentes son las siguientes: en primer lugar, el intercambio global es cada vez menos comercio intensivo de bienes físicos, y cada vez más intercambio digital (instantáneo) de servicios, que crecen 60%/70% más rápido que el de bienes; y crean valor en un porcentaje superior (70% / 80%).
En segundo lugar, la principal inversión de las cadenas transnacionales de producción se realiza ahora en “capital intangible” (marcas, patentes, “capital humano”), no en capital fijo o hundido, en plantas o en infraestructura logística, lo que significa que se intensifica exponencialmente en conocimiento, y es cada vez más liviano en material.
De ahí que la estructura básica del comercio internacional en el siglo XXI esté constituida por 7 gigantescas plataformas digitales de alcance global (5 estadounidenses y 2 chinas, encabezadas por Amazon/AWS y Alibaba, respectivamente) que tramitan su producción, que abarca ya a más de 5.000 millones de usuarios, a través de “la nube” o “cloud computing”.
Un hecho estratégico absolutamente decisivo es que la pandemia ha ampliado en más de 30% la frontera tecnológica global, lo que acelera todas las tendencias económicas; y a través de los indicadores adelantados e instantáneos (nowscast) recorta el tiempo de comprensión y facilita la tarea de prever.
(*) Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.