Hoy esas esperanzas se han evaporado.
El anterior mundo, dominado por el G7, es todavía más remoto que la cooperación entre los países del G20. Es más, dice Martin Wolf en el Financial Times, no se ven posibles ni la cooperación global ni el dominio del mundo occidental.
Los reemplazos podrían ser dos: división o anarquía.
Ninguna de las dos opciones es lo que sugiere el comunicado de los jefes de estado reunidos en Hiroshima. Es impresionantemente amplio. Abarca Ucrania, desarme, la no proliferación nuclear, la región del indo-pacífico, economía global, cambio climático, medio ambiente, energía, energías limpias, resiliencia económica, seguridad económica, seguridad, comercio, segurdad alimentaria, salud, trabajo, educación, digitalización, ciencia y tecnología, género, derechos humanos, refugiados, migración y democracia, terrorismo, extremismo violento y crimen organizado transnacional, y relaciones con China, Afganistán e Irán, entre otros países.
Con sus 19.000 palabras parece un manifiesto para un gobierno mundial. En cambio, el comunicado del G20 en Londres en abril de 2009 tenía apenas 3.000 palabras. Es justo decir que en aquel momento el foco estaba puesto en la crisis económica. No obstante, una lista tan amplia como la de este año no es útil: cuando todo es prioridad, nada es prioridad, dice Wolf.
El mundo unipolar dominado por Estados Unidos ya es historia.
El dominio económico del G7 también es historia.
Es cierto que sigue siendo el bloque económico más poderoso y cohesionado del mundo. Por ejemplo, continúa produciendo todas las principales reservas monetarias del mundo.
Sin embargo, entre los años 2000 y 2023 su cuota de producción global (en poder adquisitivo) habrá caído de 44 a 30% mientras que la de todos los países de altos ingresos habrá caído de 57 a 41%.
Mientras tanto, la cuota de China habrá subido de 7 a 19%. China es ahora una superpotencia económica. A través de su Belt and Road Initiative se ha convertido en un inmenso inversor en (y acreedor de) los países en vías de desarrollo, aunque, como se sospechaba, tiene que vérselas con las malas deudas tan conocidas por los países del G7. Para algunos países emergentes y en desarrollo – Brasil, por ejemplo – China es un socio económico más importante que el G7.
El G7 está recurriendo a otros países. La reunión en Japón incluyó a India, Brasil, Indonesia, Vietnam, Australia y Surcorea.
Pero hay 19 países que solicitan unirse a los Brics, que ya incluyen Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Los Brics hoy parecen ser un grupo encaminado a convertirse en una categoría económicamente relevante. Lo que aglutina a sus miembros es el deseo de no depender del capricho de Estados Unidos y sus aliados, que dominaron el mundo en los últimos doscientos años. ¿Cuánto más podrá seguir haciéndolo el G7, con solo 10% de la población mundial?
A veces, dice Wolf, lo único que hay que hacer es ajustarse a la realidad. Dejar a un lado los objetivos políticos de los miembros del G7 – que incluyen la necesidad de preservar la democracia en casa y defender sus fronteras — sobre todo en Ucrania. Esa es la lucha de Occidente. Pero no va a ser la del mundo, que tiene problemas más urgentes y acuciantes.
En el plano económico, es bueno haber abandonado la idea del desacople para reemplazarla por la de reducir los riesgos. Pero tampoco va a ser fácil de lograr. Tiene mucho sentido la idea de diversificar el suministro de energía y materias primas vitales y componentes. Pero, por ejemplo, diversificar la oferta de chis de última generación que produce Taiwán va a ser muy difícil.
Otro tema muy importante es el de cómo manejar la economía global. ¿El FMI y el Banco Mundial seguirán siendo los bastiones del poder del G7 en un mundo cada vez más dividido? Y en ese caso, ¿cómo y cuándo van a obtener los nuevos recursos que necesitan para hacer frente a los desafíos de la actualidad? ¿Cómo van a coordinar con las organizaciones que están creando China y sus aliados? ¿No será mejor aceptar la realidad y ajustar las cuotas para reconocer los enormes cambios que se han producido en poder económico? China no va a desaparecer. ¿Por qué no permitirle un rol mayor a cambio de la participación plena en las negociaciones de deuda? ¿Por qué no reavivar la Organización Mundial del Comercio a cambio de que China reconozca que ya no puede esperar que se la trate como un país en desarrollo?
Sí, el G7 debe defender sus valores y sus intereses, pero no puede manejar el mundo. Hay que encontrar, otra vez, el camino de la cooperación.