Para algunas, la crisis es una demostración de la necesidad de aceletrar la transación hacia energías más limpias. Para otras, es una oportunidad para fortalecer su control sobre la fuente de energía que en la actualidad mueve al mundo.
El virus desencadenó la mayor crisis de la industria de los combustibles fósiles en sus 150 años de historia. Hoy el sector combinado de gas y petróleo que alguna vez llegó a valer US$ 3 billones (3 millones de millones) tiene una capitalización de mercado inferior as la de Apple.
El sector petrolero tiene una trayectoria de alzas y bajas desde sus comienzos en 1859. Si bien los productores aprendieron a apreciar las oportunidades y los riesgos de cada etapa, no podían estar preparados para el repentino y devastador impacto de la pandemia de coronavirus.
De repente la industria tiene que admitir la posibilidad de que algunos de los usos más comunes del petróleo – combustible para aviones, por ejemplo – podrían necesitar años para volver a lso niveles pre-crisis, o incluso no repuntar nunca.
La cuarentena global le hizo un enorme agujero a la demanda global y desinfló los precios a los niveles más bajos de su historia. El resultado fue una catástrofe financiera para las economías africanas que dependen del petróleo como Nigeria y que estaban acostumbradas a armar su presupuesto sobre precios del petróleo al doble de su nivel actual. También alcanzó a otros relativamente recién llegados al juego del petróleo y del gas, como Senegal, Mozambique o Uganda, que tenían puestas sus esperanzas en grandes proyectos de excavación que ya se habían iniciado. Muchos de esos planes ahora están en el aire porque el impacto de la crisis de salud pública necesita enormes erogaciones.
