No obstante, en los últimos años la moneda extranjera y la intermediación financiera han sido los objetivos de cobertura más relevantes. Se registra un aumento del volumen negociado de dinero en el mercado de derivados financieros.
En la última década los derivados financieros del mercado argentino casi han cuadruplicado su volumen de dinero: pasaron de alrededor de $ 77.000 millones en diciembre de 2008 a casi $ 300.000 millones en junio de 2017, sin dejar de lado lo alcanzado en diciembre de 2015 de $ 265.000 millones, que puede explicarse por la incertidumbre de ese momento en la economía argentina y el inminente cambio de gobierno.
Los productos derivados financieros, como son llamados por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), son instrumentos de uso generalizado en el mundo desarrollado. Se caracterizan por permitir la cobertura o minimización de un riesgo asociado a un activo, el de interés (denominado subyacente), y porque su valor depende de los cambios en el precio de éste.
Si bien existe una gran variedad de productos los más conocidos son los futuros, forwards, opciones y swaps; a los que deben añadirse las operaciones de pase. Respecto a sus funciones, los derivados financieros tienen dos usos u objetivos básicos: la administración o cobertura de riesgos y la especulación. Desde el punto de vista económico, los efectos del uso de estos instrumentos son variados y dependientes de su finalidad.
Cuatro canales
En términos generales, y según especialistas, pueden identificarse al menos cuatro canales a través de los cuales los derivados afectan el desarrollo económico: i) la inversión, ii) el progreso tecnológico, iii) el comercio internacional y iv) la rentabilidad. Mientras la inversión y la rentabilidad conforman el nexo más importante entre estos instrumentos y la promoción del crecimiento económico, ya que es por medio de los derivados financieros que las empresas e individuos pueden cubrirse de los riesgos mejorando así sus perfiles de inversión y el pronóstico en sus ganancias; el progreso tecnológico y el comercio internacional, que afectan al crecimiento desde las mejoras que imparten sobre la productividad y la escala de producción de las empresas, se ven potenciados por los mismos al ofrecer mayor previsibilidad.
Por ejemplo, una empresa productora de aceite de soja, que demanda el grano de la oleaginosa como insumo principal para la elaboración de ese producto, ante expectativas alcistas en el precio del grano podría hacer uso de los derivados financieros y celebrar un contrato forward con su proveedor (el productor agrícola) para cubrirse de la posible volatilidad. En otras palabras, estos instrumentos al no conformar más que un acuerdo entre partes para mantener fijo un valor futuro incierto (un precio, por ejemplo), buscan traer previsibilidad a los negocios diversificando el riesgo que implica la incertidumbre y haciendo, en este caso, que una de las partes asuma una fracción del riesgo que enfrenta la otra. Ello conlleva, lógicamente, a la diversificación de los riesgos y a una mejora sustancial del resultado económico agregado en general y de las actividades productivas en particular ya que, de no existir, los planes de producción se verían limitados por el grado de certidumbre o riesgo a asumir, elementos que impactan de lleno en la rentabilidad actual y futura de las empresas y en sus proyectos o forecasts de producción (riesgos asociados, por ejemplo, a las fluctuaciones cambiarias, de precios y/o de tasas de interés).
La merma en los niveles de incertidumbre atados a los negocios y emprendimientos que tiene lugar como resultado de lo anterior, termina traduciéndose en mayores inversiones y en mejoras que repercuten sobre la productividad y rentabilidad.
Finalmente, el estudio realizado por KPMG sostiene que el desempeño del mercado doméstico de derivados se encuentra atrasado respecto al observado en economías desarrolladas. No obstante, el nuevo contexto económico, apoyado en un esquema cambiario flotante y condicionado por las elevadas tasas de inflación e interés, estaría brindando la oportunidad para un mayor desarrollo de este mercado.
“Resulta seguro asumir que el rumbo económico iniciado en 2015 no cambiaría drásticamente en el mediano plazo, por lo que las empresas y productores tendrán que adaptarse rápidamente a la nueva realidad y comenzar a apoyarse más en el mercado de derivados si desean reducir su exposición a los riesgos que implican la volatilidad cambiaria, de precios y/o de tasas de interés”, sostiene el trabajo.