Las Big Tech, con su potencial disruptivo y su capacidad para generar nuevos modelos de negocios, está amenazando ahora en forma directa a los bancos y entidades financieras. La clave de este avance que erosiona el volumen de actividad bancaria, es el blockchain. Algo que puede tener el mismo efecto que tuvo Internet sobre los medios de comunicación.
La clave es la seguridad. Si la gente recurre a los bancos es porque éstos garantizan la normal ejecución de una operación entre dos partes. Pero si se puede asegurar a través de blockchain, y queda toda la información registrada y archivada, la intervención del banco puede ser innecesaria. Desaparece entonces la intermediación. La consecuencia: un clásico modelo de negocios se transforma y puede conducir a la desaparición del rol de quien lo tenía hasta este momento.
Naturalmente, muchos gobiernos entienden que estos nuevos mecanismos desarrollados por las tecnológicas, deberán ser regulados por los poderes públicos, como lo están ahora los bancos.
Las instituciones financieras temen que la nueva realidad podría quedarse con partes importantes de los que son la mejor parte de su actual negocio. Entre los contendientes aparecen Facebook, Amazon, y las chinas Alibaba y Tencent.
El problema hoy es que la regulación es actualmente despareja: mucha más para los bancos, casi inexistente para las tecnológicas. Muchos observadores reclaman que el G20, un cuerpo global, tome acción ahora mismo, para evitar perturbaciones profundas.
Las Big Tech avanzan sin cesar en este campo. Amazon, por ejemplo proporciona a sus clientes servicios de pago, y también préstamos a los comerciantes que operan en su plataforma. Las dos firmas chinas han capturado US$ 5,5 billones (millones de millones) en los servicios de pagos. Una preocupación que los bancos esgrimen es la excesiva concentración de poder que pueden tener estas empresas tecnológicas.
Como dijo un conocido banquero europeo, “los bancos son hoy responsables de cualquier caso que ocurra con los bancos”. Lo mismo debería aplicarse a las nuevas plataformas con capacidades financieras que están desplegando los colosos tecnológicos. Para lo cual se requiere una arquitectura jurídica hoy inexistente.