Por José Caballero (*)
Los miles de millones de dólares dedicados por China a inversiones e infraestructuras parecen estar dando sus frutos política y económicamente. Hace poco, Honduras anunció que iba a cortar sus lazos diplomáticos con Taiwán, uno de los pocos países que reconocía a la isla como Estado. Este cambio de lealtades supondría un golpe para China, que considera a Taiwán parte de su jurisdicción, pero también es una señal de la disminución del poder de Estados Unidos en Latinoamérica, ya que este país es partidario de Taiwán desde hace mucho tiempo.
El acuerdo en Meio Oriente, de gran repercusión, pretendía restablecer las relaciones diplomáticas, comerciales y de seguridad entre Irán y Arabia Saudita en un esfuerzo por rebajar las tensiones y aportar más estabilidad a Oriente Medio. El acuerdo transforma la naturaleza de la implicación de China en la región, que pasa de ser puramente impulsada por intereses comerciales a ser una cooperación relacionada con la seguridad, con la que proteger sus crecientes activos y a su población expatriada en la región.
Los comentaristas ven el acuerdo como un paso positivo, pero se preguntan sobre la influencia que Irán y Arabia Saudita pueden tener para atenuar los conflictos internos en varios países de la región. Sobre todo allí donde apoyan a contendientes rivales, como en Líbano, Siria y Yemen. Lo que el acuerdo sí pone de relieve es la creciente influencia que puede ejercer China y la disminución del poder de Estados Unidos sobre el orden regional del Oriente Medio.
Los estudios han demostrado que la inestabilidad política en los países vecinos afecta negativamente a los resultados económicos de una nación al interrumpir los flujos comerciales y aumentar los gastos de defensa, al tiempo que disminuye la inversión, por ejemplo, en educación. En tales condiciones, los incentivos económicos pueden impulsar un proceso de consolidación de la paz. La resolución pacífica de los conflictos beneficia a los países que no están directamente implicados en ellos.
Desde la década de 1990, China se ha convertido gradualmente en el mayor socio comercial de la región árabe en general y en el principal socio comercial de Arabia Saudita. Las exportaciones de China a Arabia Saudita han aumentado anualmente a una media del 15,3% interanual, ascendiendo a 905 millones de dólares (840 millones de euros) en 1995 y a 31 800 millones de dólares en 2020.
Mientras tanto, durante el mismo periodo, las importaciones de China procedentes de Arabia Saudita pasaron de 393 millones de dólares a 33 400 millones de dólares, lo que supone un incremento medio anual del 19,4%. En 2019, China y Arabia Saudita firmaron 35 acuerdos comerciales y de inversión.
Juegos de poder regionales
Del mismo modo, las exportaciones de China a Irán han aumentado a una tasa media anual del 14,7%, pasando de 276 millones de dólares en 1995 a 8 510 millones de dólares en 2020. Y sus importaciones procedentes de Irán también han aumentado un 14,5% anual entre 1995 (197 millones de dólares) y 2020 (5 850 millones de dólares).
En 2022, las exportaciones ascendían a 9 440 millones de dólares y seguían creciendo exponencialmente a principios de 2023. Rusia ha superado recientemente a China como mayor inversor extranjero en Irán, pero China sigue siendo su mayor importador de petróleo.
Las principales exportaciones chinas a Arabia Saudita e Irán incluyen equipos de radiodifusión, vehículos de motor y bombas de aire. Sus principales importaciones son petróleo crudo, polímeros de etileno y alcoholes acrílicos.
En el contexto de la reconciliación entre Arabia Saudita e Irán, es probable que el comercio con China siga esta tendencia al alza. Si los beneficios del acuerdo se extienden a otros países de la región, China también podría beneficiarse de las relaciones económicas con esos países a medida que aumente la estabilidad regional.
Ya hay indicios de este efecto positivo. Tras el acuerdo con los sauditas, Irán está dispuesto a ampliar la cooperación, espera que el acercamiento a Bahréin sea posible, y está dispuesto a mejorar las relaciones con Jordania y Emiratos Árabes Unidos.
Sin embargo, cabe destacar que algunos comentaristas señalan que los anteriores esfuerzos de reconciliación entre Irán y Arabia Saudita no tuvieron éxito, mientras que otros se preguntan si cumplirán los términos del acuerdo.
Nueva Ruta de la Seda
Además de invertir en infraestructuras comerciales y de transporte para facilitar el comercio, los objetivos de la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda incluyen el fortalecimiento de su liderazgo económico y la creación y mejora de bloques de libre comercio entre los países situados a lo largo de esta ruta de inversión. El acuerdo Irán-Arabia Saudita generará más beneficios para China al impulsar los dividendos de la iniciativa. La posición estratégica de Arabia Saudita, fronteriza con ocho países, no sólo proporciona una ruta alternativa para el suministro energético a China, sino que también la convierte en un socio vital para la inversión en infraestructuras de la iniciativa, que profundiza la presencia china en Oriente Medio.
La posición estratégica de Irán le facilita acceso a importantes instalaciones portuarias y tiene potencial para el desarrollo de un centro de transporte aéreo. China ya ha invertido en el desarrollo de un ferrocarril de más de 3 000 kilómetros de longitud desde Urumqi, la capital de Xinjiang, hasta Teherán.
El acuerdo también aporta un beneficio más sutil a China. Con Rusia en guerra, China necesita garantizar la continuidad de su suministro energético para impulsar los resultados económicos y salvaguardar la estabilidad sociopolítica en su país. Arabia Saudita e Irán constituyen una sólida base para la diversificación de las opciones energéticas de China y también para adelantarse a cualquier posible medida de Estados Unidos que limite su acceso a los recursos del Golfo.
Irán posee la cuarta mayor reserva de petróleo y la segunda de gas del mundo. Arabia Saudita posee la segunda mayor reserva de petróleo, con un 16,2% del total mundial. El acceso a tan vastos recursos en el contexto de una región más estable ofrece a China mayores garantías para el futuro flujo de suministros energéticos que necesita su crecimiento económico.
La iniciativa iraní-saudita tiene el potencial de resolver los problemas de seguridad energética de China y convertir a este país en una potencia marítima mundial y una potencia monetaria mundial. Todos estos factores contribuirán a la sostenibilidad del crecimiento económico de China y se sumarán a su estatus de superpotencia.
(*) Senior Economist, IMD World Competitiveness Center, International Institute for Management Development (IMD).