El consumo de carne (vacuna, avícola y porcina) no fue la excepción a la caída generalizada observada en los dos últimos años. El consumo anual per cápita, en conjunto alcanzó en 2019 los 109,5 kg, 5% menos que en 2018 y 7% por debajo del máximo alcanzado en 2017, enumera el último informe de la consultora Ecolatina.
No obstante, no todos los tipos de carne corrieron la misma suerte. Particularmente la vacuna fue la de mayor contracción el último año (-10%) con tan sólo 51,5 kg/cápita/año, siendo el nivel de consumo más bajo de la historia. Por su parte, la porcina retrocedió 2% anual (14,6kg/cápita/año), interrumpiendo un crecimiento sostenido desde 2013.
La excepción se dio en el consumo de pollo que, a pesar del contexto recesivo, logró crecer 1% en 2019, alcanzando los 43,4 kg/cápita/año. Este aumento se dio incluso bajo un encarecimiento relativo de la carne aviar respecto a la vacuna: el precio del pollo aumentó 69% promedio anual y el asado 50.
Mientras que, durante 2018 por cada kilogramo de carne vacuna, se podía comprar 3,1kg de pollo, el año pasado dicha relación se redujo a 2,7. En el caso del cerdo, la variación fue leve pero inversa: pasando de 1,2kg a 1,1kg por cada kilogramo de carne vacuna.
Esta dinámica responde a que operó fuertemente sobre las decisiones de consumo la caída del poder adquisitivo. En este sentido, la contracción del salario real hizo que las familias busquen sustituir las proteínas de los cortes vacunos por aquellas de menor valor, como las del pollo, haciendo que la demanda de este último se incremente a pesar del aumento relativo de su precio.
Sin embargo, la producción agregada de carne logró crecer 4% en 2019 (+2% la vacuna, 7% la avícola y 1,5% la porcina) gracias a un incremento significativo de las exportaciones y la sustitución de importaciones. La depreciación del peso, junto con la apertura de nuevos mercados y, principalmente, la mayor demanda desde China por la peste porcina, explican dicha dinámica.
En el caso de la carne vacuna, las exportaciones alcanzaron en 2019 un récord de 845 mil toneladas (+50% anual), llegando a concentrar el 27% de la producción local. El 75% de dichos envíos al exterior fueron a China, país mayormente responsable del incremento dado que sus compras de carne argentina más que se duplicaron en el último año. El despegue de las exportaciones bovinas permitió a la Argentina pasar de ser el 10° proveedor mundial en 2015, al 5° en 2019.
Por su parte, la carne aviar experimentó una situación similar: incrementó el volumen de sus exportaciones cerca del 50% gracias a la mayor importación de China. De esta forma, el mercado externo fue destino del 13% de la producción local. Por último, las ventas en el mercado externo de carne porcina treparon 10% anual y alcanzaron un nivel récord de 25,6 miles de toneladas. No obstante, a diferencia de la carne vacuna, Argentina no es uno de los principales exportadores del mundo.
La oportunidad es hoy
La Peste Porcina Africana que sufren los países asiáticos resulta en una oportunidad para el sector ganadero argentino. Particularmente China, consume anualmente más de 60kg per cápita de esa carne con una población de más de 1.400 millones de habitantes. El volumen de sus importaciones creció 62% en 2019 y se espera que en 2020 trepe 34%.
Aunque la canasta de consumo del país asiático se compone 63% de carne de cerdo, la imposibilidad del mercado mundial de compensar la caída en su producción ocasiona un aumento de la demanda de otras carnes, configurándose oportunidades también para el sector vacuno y avícola.
Al mismo tiempo, la puja comercial de Estados Unidos-China incrementa las posibilidades de inserción de otros países productores, dado que el país americano es uno de los principales proveedores de carne porcina y vacuna del mercado chino.
A ello hay que sumarle que, el incremento en las compras de carne de China al mundo presiona al alza el precio internacional, mejorando la rentabilidad de los exportadores locales. Sin embargo, el aumento interno de las retenciones a las exportaciones del complejo cárnico (pasaron de la suma fija $ 3 por dólar exportado a una alícuota de 9% para todas las carnes) en un contexto de tipo de cambio real en línea con el promedio histórico, actúan en desmedro de dicha mejora.
Por otra parte, las perspectivas para el mercado interno no son alentadoras. La incertidumbre que genera la reestructuración de la deuda y el alto componente inercial de la inflación, auguran una demanda interna que continuará deprimida durante la mayor parte de 2020. En este marco, difícilmente el poder adquisitivo del salario mejore este año, por lo que la sustitución de proteínas de la carne vacuna por la aviar podría consolidarse y el consumo de carnes (vacuna, porcina y de pollo) experimentar otra contracción. Sin embargo, un aliciente será el incremento de los ingresos reales de las familias de nivel socioeconómico más bajo, las cuales podrían volcar dicha mejora a recomponer niveles de consumo de carne.
En consecuencia, la menor demanda interna eleva la incidencia de los costos fijos de los productores que, en conjunto con la falta de liquidez y financiamiento, limitan la capacidad de exportación del sector. Particularmente en el sector vacuno – donde se encuentra la mayor oportunidad para Argentina frente a la demanda de China-, se espera que el stock bovino se reduzca en 2020, ante la necesidad de liquidar vientres para afrontar obligaciones financieras.
Asimismo, los frigoríficos habilitados para exportar al país asiático se encuentran al máximo del uso de su capacidad instalada. En consecuencia, el sector necesita mayores inversiones para aprovechar las oportunidades que el contexto mundial le presenta. Para que se concreten dichas inversiones es necesario reducir la incertidumbre en cuanto al futuro de la economía argentina y no repetir los errores del pasado, cerrando las exportaciones y sumando desincentivos al sector.