Microsoft: su suerte dependerá de un ambiguo juez danés

El danés Bo Vesterdorf, miembro del tribunal europeo de primera instancia (Luxemburgo), puede ser clave para el futuro de William Gates y su imperio de software. ¿Por qué? Porque la apelación quedará en sus manos.

25 marzo, 2004

Por supuesto, existe una segunda, final instancia: la Corte Suprema. Pero sólo entraría en juego si el juez rechazase la apelación. A su vez, Microsoft tiene casi 70 días para fundamentarla. Pero Vesterdorf dispone de un arma de dos filos: la facultad de suspender o no los efectos de las sanciones (que forzarán profundas reformas en el marketing de la firma).

Sabiéndolo, los abogados de la empresa pedirán justamente esa suspensión temporal, válida hasta el propio veredicto del tribunal. Ahora bien ¿qué hará el danés? En otro fallo (2003), Vesterdorf opinaba: “Las solicitudes de suspender efectos de medidas dictadas por la Comisión Europea, son por naturaleza difíciles de manejar”.

Tampoco es fácil encarar una apelación en sí. Sea como fuere, de ahora a junio/julio Microsoft deberá probar que las decisiones de Bruselas ocasionarán “daños irreparables” a su modelo de negocios y que, “prima facie”, su reclamo es consistente. Del magistrado depende, pues, que las sanciones se posterguen o, bien, Microsoft deba –este mismo año- compartir códigos con rivales y ofrecer a los fabricantes de computadoras un Windows sin la función Media Player.

Cabe la posibilidad de que, como algunos jueces, altos funcionarios norteamericanos y medios como el “Wall Street Journal”, el danés simpatice con el gigante de software. En tal caso, la batalla jurídica puede tornarse más abstracta a medida como se demore el fallo. De ocurrir eso, la dureza de Mario Monti (rechazó un arreglo con la empresa) habrá sido contraproducente.

Vesterdorf también podría suspender una de las dos medidas impuestas por la CE y confirmar la otra. Al respecto, algunos especialistas creen que levantar el secreto sobre códigos es la más vulnerable (aunque la segunda afecte más el modelo de negocios).

Este mismo juez, en 2001, suspendió una orden a la farmoquímica alemana IMS de abrir bases de datos a competidoras. Los fundamentos –similares a los argüidos ahora por Microsoft- eran que eso habría dañado irreparablemente los derechos intelectuales de la compañía. Por el contrario, la obligación de ofrecer una versión de Windows sin Media Player tiene mejores posibilidades de ser confirmada en esa instancia.

A la larga, el dictamen sobre la substancia de la causa decidirá si el precedente sentado por Monti se sostendrá o zozobrará. Ésta es la cuestión de fondo, como apunta el “Financial Times” (otro admirador de William Gates). En particular, porque la CE encara una nueva ofensiva contra Microsoft -más amplia y compleja-, mientras las actuales sanciones se ventilan en el tribunal.

Hay otro problema: el veredicto definitivo puede tomar dos a tres años. Pero, si el asunto llegase a la última instancia, el proceso recién concluiría entre 2008 y 2010. Esto beneficiaría a Microsoft de dos maneras: (a) tendría tiempo de sobra para lanzar Longhorn –un Windows con gráfica tridimensional, 2006- y un buscador propio, (b) congelaría cualquier otra demanda de naturaleza similar.

Subsiste un tercer camino: Vesterdorf podría prolongar la agonía con constantes revisiones relativas a la suspensión de las medidas. Esta vía lo expone, como les ocurrió a algunos jueces norteamericanos, a sospechas de prevaricato en favor de la demandante.

Por supuesto, existe una segunda, final instancia: la Corte Suprema. Pero sólo entraría en juego si el juez rechazase la apelación. A su vez, Microsoft tiene casi 70 días para fundamentarla. Pero Vesterdorf dispone de un arma de dos filos: la facultad de suspender o no los efectos de las sanciones (que forzarán profundas reformas en el marketing de la firma).

Sabiéndolo, los abogados de la empresa pedirán justamente esa suspensión temporal, válida hasta el propio veredicto del tribunal. Ahora bien ¿qué hará el danés? En otro fallo (2003), Vesterdorf opinaba: “Las solicitudes de suspender efectos de medidas dictadas por la Comisión Europea, son por naturaleza difíciles de manejar”.

Tampoco es fácil encarar una apelación en sí. Sea como fuere, de ahora a junio/julio Microsoft deberá probar que las decisiones de Bruselas ocasionarán “daños irreparables” a su modelo de negocios y que, “prima facie”, su reclamo es consistente. Del magistrado depende, pues, que las sanciones se posterguen o, bien, Microsoft deba –este mismo año- compartir códigos con rivales y ofrecer a los fabricantes de computadoras un Windows sin la función Media Player.

Cabe la posibilidad de que, como algunos jueces, altos funcionarios norteamericanos y medios como el “Wall Street Journal”, el danés simpatice con el gigante de software. En tal caso, la batalla jurídica puede tornarse más abstracta a medida como se demore el fallo. De ocurrir eso, la dureza de Mario Monti (rechazó un arreglo con la empresa) habrá sido contraproducente.

Vesterdorf también podría suspender una de las dos medidas impuestas por la CE y confirmar la otra. Al respecto, algunos especialistas creen que levantar el secreto sobre códigos es la más vulnerable (aunque la segunda afecte más el modelo de negocios).

Este mismo juez, en 2001, suspendió una orden a la farmoquímica alemana IMS de abrir bases de datos a competidoras. Los fundamentos –similares a los argüidos ahora por Microsoft- eran que eso habría dañado irreparablemente los derechos intelectuales de la compañía. Por el contrario, la obligación de ofrecer una versión de Windows sin Media Player tiene mejores posibilidades de ser confirmada en esa instancia.

A la larga, el dictamen sobre la substancia de la causa decidirá si el precedente sentado por Monti se sostendrá o zozobrará. Ésta es la cuestión de fondo, como apunta el “Financial Times” (otro admirador de William Gates). En particular, porque la CE encara una nueva ofensiva contra Microsoft -más amplia y compleja-, mientras las actuales sanciones se ventilan en el tribunal.

Hay otro problema: el veredicto definitivo puede tomar dos a tres años. Pero, si el asunto llegase a la última instancia, el proceso recién concluiría entre 2008 y 2010. Esto beneficiaría a Microsoft de dos maneras: (a) tendría tiempo de sobra para lanzar Longhorn –un Windows con gráfica tridimensional, 2006- y un buscador propio, (b) congelaría cualquier otra demanda de naturaleza similar.

Subsiste un tercer camino: Vesterdorf podría prolongar la agonía con constantes revisiones relativas a la suspensión de las medidas. Esta vía lo expone, como les ocurrió a algunos jueces norteamericanos, a sospechas de prevaricato en favor de la demandante.

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