Finalmente, la triple alianza se da tres meses para decidir

General Motors y Nissan-Renault convinieron iniciar estudios sobre si les conviene, o no, sellar un pacto a tres puntas (o dos) para cambiar el perfil global del negocio automotor. Eso les llevará unos noventa días.

19 julio, 2006

Una vez concluidos los análisis, ambos grupos contemplarán si pueden ampliar la fase exploratoria y definir el tipo de alianza. Tantas vueltas reflejan dos cosas: el temor de Richard Wagoner, presidente ejecutivo en GM, de quedarse en la calle y las aprensiones de los analista en Detroit sobre un “segundo Toyota” en juego.

El proceso en dos etapas fue decidido durante una comida entre Carlos Ghosn, CEO de Nissan-Renault, y Wagoner. A su vez, esto sucedió dos semanas después de que el magnate armenio-norteamericano Kirk Kerkorian (con 9,9%, máximo accionista individual de GM) remitiera cartas a Ghosn y Wagoner planteándoles algún tipo de asociación para salvar a GM.

El estudio de esa triple –más bien doble- alianza coincide con una difícil restructuración (bah, achicamiento) en la división norteamericana de GM;
o sea, Estados Unidos-Canadá. La firma había sufrido en 2005 pérdidas por US$ 10.600 millones (su récord nominal) y su porción del mercado local sigue disminuyendo.

Si esto llegase a una fusión, probabilidad que no considera, el conglomerado resultante tendría casi 24% del mercado mundial. Por sí sola, GM terminará este año con algo menos de 14%, en tanto Toyota lo hará algo por encima de ese nivel. Ergo, habrá desplazado GM al segundo lugar.

Ghosn ha señalado varias veces que no busca una fusión como la de Daimler-Benz con Chrysler (1998), que nunca les diera ganancias a los alemanes. Más bien, prefiera el tipo de alianza armado en 1999 entre Nissan y Renault. Manteniendo sedes y productos separados, comparten ingeniería, compras y otras operaciones complementarias. Pero tienen una clave en común: la conducción de Ghosn, célebre desde que salvo del colapso a Nissan. Sería difícil que semejante personalidad coexistiera con Wagoner…

Precisamente, su fama sedujo a Kerkorian. Irritado ante la mediocre gestión de Wagoner, en junio el multimillonario se reunió con Ghosn en Nashville, donde Nissan está levantado nueva sede.

El brasileño de origen libanés quería que equipos de ambas partes examinaran las sinergias potenciales entre GM y N-R, como finalmente está ocurriendo. En cuanto a Wagoner, no se ve entusiasmado con un proceso que bien podría terminar en su despido. En lo tocante a varios analistas de Detroit, que nunca creyeron en este CEO, ahora les molesta menos que la perspectiva de un “extraño”.

En realidad, desde 2005 Ghosn viene destacando los atractivos que GM tiene a sus ojos. Durante meses, ha estado buscando una “tercera pata” norteamericana para completar la alianza Nissan-Renault, armada en 1999, cuando la firma francesa tomó el management de la japonesa.

Una vez concluidos los análisis, ambos grupos contemplarán si pueden ampliar la fase exploratoria y definir el tipo de alianza. Tantas vueltas reflejan dos cosas: el temor de Richard Wagoner, presidente ejecutivo en GM, de quedarse en la calle y las aprensiones de los analista en Detroit sobre un “segundo Toyota” en juego.

El proceso en dos etapas fue decidido durante una comida entre Carlos Ghosn, CEO de Nissan-Renault, y Wagoner. A su vez, esto sucedió dos semanas después de que el magnate armenio-norteamericano Kirk Kerkorian (con 9,9%, máximo accionista individual de GM) remitiera cartas a Ghosn y Wagoner planteándoles algún tipo de asociación para salvar a GM.

El estudio de esa triple –más bien doble- alianza coincide con una difícil restructuración (bah, achicamiento) en la división norteamericana de GM;
o sea, Estados Unidos-Canadá. La firma había sufrido en 2005 pérdidas por US$ 10.600 millones (su récord nominal) y su porción del mercado local sigue disminuyendo.

Si esto llegase a una fusión, probabilidad que no considera, el conglomerado resultante tendría casi 24% del mercado mundial. Por sí sola, GM terminará este año con algo menos de 14%, en tanto Toyota lo hará algo por encima de ese nivel. Ergo, habrá desplazado GM al segundo lugar.

Ghosn ha señalado varias veces que no busca una fusión como la de Daimler-Benz con Chrysler (1998), que nunca les diera ganancias a los alemanes. Más bien, prefiera el tipo de alianza armado en 1999 entre Nissan y Renault. Manteniendo sedes y productos separados, comparten ingeniería, compras y otras operaciones complementarias. Pero tienen una clave en común: la conducción de Ghosn, célebre desde que salvo del colapso a Nissan. Sería difícil que semejante personalidad coexistiera con Wagoner…

Precisamente, su fama sedujo a Kerkorian. Irritado ante la mediocre gestión de Wagoner, en junio el multimillonario se reunió con Ghosn en Nashville, donde Nissan está levantado nueva sede.

El brasileño de origen libanés quería que equipos de ambas partes examinaran las sinergias potenciales entre GM y N-R, como finalmente está ocurriendo. En cuanto a Wagoner, no se ve entusiasmado con un proceso que bien podría terminar en su despido. En lo tocante a varios analistas de Detroit, que nunca creyeron en este CEO, ahora les molesta menos que la perspectiva de un “extraño”.

En realidad, desde 2005 Ghosn viene destacando los atractivos que GM tiene a sus ojos. Durante meses, ha estado buscando una “tercera pata” norteamericana para completar la alianza Nissan-Renault, armada en 1999, cuando la firma francesa tomó el management de la japonesa.

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