Cada día más, la geopolítica corre por poliductos estratégicos

Así lo evidencian el gigante estatal Gazprom y un documento producido hace poco por la oficina técnica del Grupo de los 8. En su texto queda claro que el poder pasa por el transporte de gas y crudos hacía mercados al este y oeste de Rusia.

31 agosto, 2007

Hace años, la garganta económica de Occidente era el estrecho de Ormuzd, o sea la salida del golfo Pérsico, según una definición de Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado norteamericano. El mundo y su grilla geopolítica han cambiado y son más complejos. Hoy la clave reside en grandes poliductos que van –y seguirán yendo- de Rusia (Siberia inclusive) y Asia central a la Unión Europea, Japón, China e India.

También tienen papel decisivo los salen de la misma región y la cuenca del mar Caspio rumbo a Asia menor y Saudiarabia. En este caso, cruzando Irán, cuarto exportador petrolero del planeta. Desde tierra persa, además, un oleoducto alcanza China pasando por Afganistán, Pakistán e India. Todo eso dibuja un mapa tan subyugante como explosivo.

Este tipo de cuadros pone nerviosos a George W.Bush y su entorno de apóstoles bélicos en decadencia. Hace varios meses, verbigracia, el vicepresidente Richard Cheney acusó nuevamente a Moscú de “emplear crudos y gas como instrumentos de intimidación y chantaje internacional”. Era cierto, pero Washington es el menos indicado para pontificar sobre el tema, especialmente ahora, que opera como aliado incondicional de Israel en una zona vecina a enormes explotaciones petroleras.

Por cierto, los ductos expresan poder (así lo entienden diversas guerrillas islámicas). “Si alguien quiere impedir que los países usuarios reciban gas o petróleo, basta con cerrar válvulas”, señala Investec, banca londinense experta en el sector. Cheney estaba trasuntando las inquietudes de su gobierno sobre Europa occidental, potencial afectada por eventuales crisis entre Ucrania y su proveedor ruso de hidrocarburos.

Ahora, la situación de Georgia también cambia. Bush sigue en contacto con su colega caucásico para discutir problemas de interés mutuo. Por un lado, el apoyo ruso a los separatistas de Osetia meridional e Ingushetia. Por el otro, el papel clave de Georgia en el tendido de ductos desde el Caspio.

Sea como fuere, la Unión Europea depende de Rusia para obtener 25% del gas que precisa. Por eso el tema –disfrazado de “seguridad energética”, una inexactitud léxica- figuraba alto en varias agendas. Sólo ell problema nuclear iraní o el descalabro en Levante suelen poner el asunto en segundo plano. Pero el tema no ha desaparecido e, inclusive, se ha agravado.

Nuevas amenazas proferidas por Al Qa’eda pueden tener efectos deletéreos si el terrorismo se ejerce sobre poliductos. No es por accidente que los crudos estén rozando desde junio niveles superiores a US$ 70/75 en Nueva York y en Londres, donde el Brent llegó a marcar US$ 76,20.

Putin tiene motivos para presionar a Georgia, incluyendo proyectiles caídos “por descuido”. En mayo, este país, Adzerbaidyán, Moldavia y Ucrania confirmaron que tenderán un poliducto (tontamente llamado “autopista energética”) para llegar al oeste sin atravesar territorio ruso. Ocurre que, pese a contar con moderados recursos petrolíferos propios, esos países debieron someterse a las condiciones de Gazprom como proveedor externo de gas.

El plan consiste en aprovechar el ducto Odyessa-Brody y (a) extenderlo hasta el puerto polaco de Gdañsk en el Báltico y (b) unirlo por debajo del mar Negro a la línea Bakú-Poti (Georgia). La UE respalda el esquema e, igualmente, el recién inaugurado oleoducto Bakú-Erzerum (diez años de trabajos, US$ 3.900 millones de inversión) y su extensión hasta el puerto de Dortyot (golfo de Alejandreta), donde una línea submarina alcanzará Egipto tras cruzar Chipre.

Obviamente, Moscú ve en esos proyectos un sesgo antirruso fomentado desde Washington, y razón no le falta. Pero, entretanto, apunta también al enrome mercado de Asia oriental y meridional. Antes de optar por un poliducto hasta el mar del Japón, barajó la posibilidad de dirigirlo hacia China. Se decidió por el puerto de Najoda, porque le dará acceso a China, Surcorea, Japón y… Estados Unidos. En un plano más remoto, los ingenieros analizar un ramal que alcance el mar de Ojotsk y Kamchatka o el estrecho de Bering.

Los europeos tampoco ponen todos lo huevos en la misma canasta. De ese modo, el gasoducto del Maghreb une Argelia, España, Portugal y cruza los Pirineos. Hacia 2008, será complementado por otro de trazado similar. Al mismo tiempo, la línea Turquía-Chipre- Egipto hará pie en el mediodía europeo. Fiel a las obsesiones de la era Bush, EE.UU. –en ves de proponer alternativas- intenta bloquear el poliducto entre Irán, Pakistás, India y China.

Hace años, la garganta económica de Occidente era el estrecho de Ormuzd, o sea la salida del golfo Pérsico, según una definición de Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado norteamericano. El mundo y su grilla geopolítica han cambiado y son más complejos. Hoy la clave reside en grandes poliductos que van –y seguirán yendo- de Rusia (Siberia inclusive) y Asia central a la Unión Europea, Japón, China e India.

También tienen papel decisivo los salen de la misma región y la cuenca del mar Caspio rumbo a Asia menor y Saudiarabia. En este caso, cruzando Irán, cuarto exportador petrolero del planeta. Desde tierra persa, además, un oleoducto alcanza China pasando por Afganistán, Pakistán e India. Todo eso dibuja un mapa tan subyugante como explosivo.

Este tipo de cuadros pone nerviosos a George W.Bush y su entorno de apóstoles bélicos en decadencia. Hace varios meses, verbigracia, el vicepresidente Richard Cheney acusó nuevamente a Moscú de “emplear crudos y gas como instrumentos de intimidación y chantaje internacional”. Era cierto, pero Washington es el menos indicado para pontificar sobre el tema, especialmente ahora, que opera como aliado incondicional de Israel en una zona vecina a enormes explotaciones petroleras.

Por cierto, los ductos expresan poder (así lo entienden diversas guerrillas islámicas). “Si alguien quiere impedir que los países usuarios reciban gas o petróleo, basta con cerrar válvulas”, señala Investec, banca londinense experta en el sector. Cheney estaba trasuntando las inquietudes de su gobierno sobre Europa occidental, potencial afectada por eventuales crisis entre Ucrania y su proveedor ruso de hidrocarburos.

Ahora, la situación de Georgia también cambia. Bush sigue en contacto con su colega caucásico para discutir problemas de interés mutuo. Por un lado, el apoyo ruso a los separatistas de Osetia meridional e Ingushetia. Por el otro, el papel clave de Georgia en el tendido de ductos desde el Caspio.

Sea como fuere, la Unión Europea depende de Rusia para obtener 25% del gas que precisa. Por eso el tema –disfrazado de “seguridad energética”, una inexactitud léxica- figuraba alto en varias agendas. Sólo ell problema nuclear iraní o el descalabro en Levante suelen poner el asunto en segundo plano. Pero el tema no ha desaparecido e, inclusive, se ha agravado.

Nuevas amenazas proferidas por Al Qa’eda pueden tener efectos deletéreos si el terrorismo se ejerce sobre poliductos. No es por accidente que los crudos estén rozando desde junio niveles superiores a US$ 70/75 en Nueva York y en Londres, donde el Brent llegó a marcar US$ 76,20.

Putin tiene motivos para presionar a Georgia, incluyendo proyectiles caídos “por descuido”. En mayo, este país, Adzerbaidyán, Moldavia y Ucrania confirmaron que tenderán un poliducto (tontamente llamado “autopista energética”) para llegar al oeste sin atravesar territorio ruso. Ocurre que, pese a contar con moderados recursos petrolíferos propios, esos países debieron someterse a las condiciones de Gazprom como proveedor externo de gas.

El plan consiste en aprovechar el ducto Odyessa-Brody y (a) extenderlo hasta el puerto polaco de Gdañsk en el Báltico y (b) unirlo por debajo del mar Negro a la línea Bakú-Poti (Georgia). La UE respalda el esquema e, igualmente, el recién inaugurado oleoducto Bakú-Erzerum (diez años de trabajos, US$ 3.900 millones de inversión) y su extensión hasta el puerto de Dortyot (golfo de Alejandreta), donde una línea submarina alcanzará Egipto tras cruzar Chipre.

Obviamente, Moscú ve en esos proyectos un sesgo antirruso fomentado desde Washington, y razón no le falta. Pero, entretanto, apunta también al enrome mercado de Asia oriental y meridional. Antes de optar por un poliducto hasta el mar del Japón, barajó la posibilidad de dirigirlo hacia China. Se decidió por el puerto de Najoda, porque le dará acceso a China, Surcorea, Japón y… Estados Unidos. En un plano más remoto, los ingenieros analizar un ramal que alcance el mar de Ojotsk y Kamchatka o el estrecho de Bering.

Los europeos tampoco ponen todos lo huevos en la misma canasta. De ese modo, el gasoducto del Maghreb une Argelia, España, Portugal y cruza los Pirineos. Hacia 2008, será complementado por otro de trazado similar. Al mismo tiempo, la línea Turquía-Chipre- Egipto hará pie en el mediodía europeo. Fiel a las obsesiones de la era Bush, EE.UU. –en ves de proponer alternativas- intenta bloquear el poliducto entre Irán, Pakistás, India y China.

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