<p>Lo del viernes 13 tiene una larga historia detrás. Ya en junio de 1992, Dinamarca rechazó el tratado de Maastricht, que debió modificarse en 1993 para quebrar el “impasse”. En verdad, sus pretensiones monetaristas nunca cristalizaron del todo. Hoy, sólo el Banco Central Europeo lo toma en serio. <br />
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Dividida la UE en adherentes a la moneda única (quince, en la actualidad) y el resto, hoy doce, la rebelde Dinamarca volvió a la carga en septiembre de 2000. Convocó a referendo justamente sobre adopción del euro –creado en 1999- y 53% del electorado la rechazó. En junio 2001, los irlandeses votaron contra el tratado de Niza -reglamentaba el funcionamiento de la UE ampliada- y fue precisa una reforma en 2002. <br />
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En mayo-junio de 2005 ardió Troya o, mejor dicho, Francia y Holanda. En sendos plebiscitos, tornaron letra muerta el primer proyecto constitucional, un mamotreto de 6.800 páginas, fruto de burócratas estables, que casi nadie llegó a leer completo. En realidad, lo de Lisboa fue una simplificación de ese texto. En síntesis, “frustrados los planes A y B, no sé de dónde sacarán un plan C a tiempo para la cumbre del martes 24”, ironizaba Brian Lenihan, ministro irlandés de hacienda. <br />
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Ahora algunos exigen separar la isla verde de la UE, arrumbándola junto con Noruega, Islandia y Suiza. Otros sugieren repetir el referendo, solución algo ridícula, salvo que –como en anteriores ocasiones- se retoquen aspectos del tratado. El problema fundamental es la obsesión por la unanimidad, poco plausible en una organización que está dividida en dos desde 1999: Eurozona (dominada por Alemania y Francia) y resto, donde Gran Bretaña juega de líbero, aferrada a la libra, un anacronismo. <br />
Tampoco hay consistencia en lo geopolítico. La prematura incorporación de estados poco viables involucra a Malta (una isla controlada desde Londres), dos tercios de Chipre –una anomalía- y dos economías subdesarrolladas, Rumania y Bulgaria. Hasta lo del viernes, inclusive se pensaba en Croacia, Serbia (cuyas fronteras no terminan de asentarse), Bosnia –dos etnias, tres religiones-, Macedonia, Albania y un imposible, Kosovo. </p>
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Unión Europea: ¿qué salidas hay, si las hay, para esta crisis?
Sin duda, el rechazo al tratado de Lisboa (apenas un borrador) pone en evidencia una creciente brecha entre gobiernos y ciudadanos. El asunto desborda la pequeña Irlanda y toca a buena parte de los 495 millones que habitan 27 países.