Turquia: crisis entre las fuerzas armadas y el partido religioso

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La Comisión Europea apoya la estabilidad de Recep Erdögan. Pero, en las ciudades, el fundamentalismo –de ahí proviene el “premier”- genera disturbios contra la posición laica del ejército, custodio del legado de Mustafá Kemal Atatürk.

El primer ministro agravó el clima, el sábado, con duras réplicas a las críticas de la cúpula militar. Al acusarla de desobediencia y “falta de sumisión” -término religioso inexistente en la constitución turca-, Erdögan creó un clima proclive a desórdenes, fomentados –sospechan los mlitares- por activistas del partido de justicia y desarrollo (AKP, curioso nombre para un grupo ultramontano).

En duro comunicado, difundido el mismo sábado, el ejército se reivindica como “garante de laicismo, preocupado por subrepticios esfuerzos de la derecha islámica para socavar la república secular”. Cemil Cicek, ministro de justicia, declaró inaceptables esas expresiones. A su vez, Bruselas reclamó mantener la estabilidad política, recordando que -en los últimos cincuenta años- las fuerzas armadas derribaron cinco gobiernos.

Todo se centra en la primera vuelta, el viernes, de los comicios parlamentarios para elegir presidente de la república. Hubo un solo candidato, el fundamentalista Abdulla Gül (mano derecha de Erdögan), pero no obtuvo apoyo suficiente. La oposición laica bloqueó la votación y pidió anularla porque, en principio, no había quórum.

Los militares salieron en respaldo del laicismo. Por su parte, la CE adopta una postura legalista por temor al golpe de estado, aunque casi nadie confíe en el primer ministro ni su partido. El problema se complica en el interior de Turquía. Las dos principales minorías étnicas –kurdos, armenios- se orientan al laicismo, pero no coinciden entre sí. La primera, por influencia del gobierno autónomo que controla el noreste de Irak. La segunda, por razones históricas: es cristiana, aunque no laica, y no olvida las masacres desencadenadas por los reformistas otomanos en 1915/6 (que también afectaron a los kurdos).

Mientras Bruselas y Washington buscan calmar los ánimos, las principales urbes turcas son escenario de borrascosas marchas islámicas y contramarchas laicas. En la capital, Angora, un asustado gobierno trata de negociar con Yasar Buyukanit, jefe del estado mayor conjunto. Por otra parte, dos repúblicas de habla turca -Adzebaidyán, Türkmenistán- ofrecenn mediar, con discreto apoyo de Irán (régimen islámico, pero shiita, con kurdos en el noroeste).

El primer ministro agravó el clima, el sábado, con duras réplicas a las críticas de la cúpula militar. Al acusarla de desobediencia y “falta de sumisión” -término religioso inexistente en la constitución turca-, Erdögan creó un clima proclive a desórdenes, fomentados –sospechan los mlitares- por activistas del partido de justicia y desarrollo (AKP, curioso nombre para un grupo ultramontano).

En duro comunicado, difundido el mismo sábado, el ejército se reivindica como “garante de laicismo, preocupado por subrepticios esfuerzos de la derecha islámica para socavar la república secular”. Cemil Cicek, ministro de justicia, declaró inaceptables esas expresiones. A su vez, Bruselas reclamó mantener la estabilidad política, recordando que -en los últimos cincuenta años- las fuerzas armadas derribaron cinco gobiernos.

Todo se centra en la primera vuelta, el viernes, de los comicios parlamentarios para elegir presidente de la república. Hubo un solo candidato, el fundamentalista Abdulla Gül (mano derecha de Erdögan), pero no obtuvo apoyo suficiente. La oposición laica bloqueó la votación y pidió anularla porque, en principio, no había quórum.

Los militares salieron en respaldo del laicismo. Por su parte, la CE adopta una postura legalista por temor al golpe de estado, aunque casi nadie confíe en el primer ministro ni su partido. El problema se complica en el interior de Turquía. Las dos principales minorías étnicas –kurdos, armenios- se orientan al laicismo, pero no coinciden entre sí. La primera, por influencia del gobierno autónomo que controla el noreste de Irak. La segunda, por razones históricas: es cristiana, aunque no laica, y no olvida las masacres desencadenadas por los reformistas otomanos en 1915/6 (que también afectaron a los kurdos).

Mientras Bruselas y Washington buscan calmar los ánimos, las principales urbes turcas son escenario de borrascosas marchas islámicas y contramarchas laicas. En la capital, Angora, un asustado gobierno trata de negociar con Yasar Buyukanit, jefe del estado mayor conjunto. Por otra parte, dos repúblicas de habla turca -Adzebaidyán, Türkmenistán- ofrecenn mediar, con discreto apoyo de Irán (régimen islámico, pero shiita, con kurdos en el noroeste).

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