“Polarizar impide al pueblo crear una voluntad común”

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Martín Hilbert, experto en revolución tecnológica, cree que la grieta política termina debilitando las democracias

Por Rubén Chorny

En entrevista con Mercado Martín Hilbert, experto alemán en revolución tecnológica que enseña en la Universidad de California dice que las tecnologías digitales han contribuido a elegir democráticamente a varios líderes actuales, en Estados Unidos, Brasil, Rusia, Turquía, dentro de un mundo al que no escapa la grieta electoral de Argentina, quienes reconocen abiertamente que entre sus metas se encuentra debilitar algunos aspectos de las democracias.

  

Los procesos democráticos que se han venido desarrollando en otras latitudes, como en Estados Unidos o Brasil, forzaron a las sociedades, al revés de lo que sucede en la Argentina con el clásico River–Boca en su versión política, personalizado en Mauricio Macri versus Cristina Fernández de Kirchner, a situarse en extremos electorales.

Más por afinidades de opiniones y expectativas que por el ascendiente de los candidatos en sí, como ocurre por estos lares: ni Donald Trump ni Jair Bolsonaro figuraban en los mejores augurios previos a las primarias. 

De ahí el desconcierto que campea entre los más reputados analistas locales y foráneos sobre quién se perfilaría como favorito para ocupar el sillón de Rivadavia de la Casa Rosada el 11 de diciembre. Quizá la pista permanezca aún oculta en la gran nube digital, entre los 10 ZB de información guardada sobre todos nosotros que decuplica al código genético de la humanidad sumado, que los algoritmos de la inteligencia artificial desmenuzan con la velocidad de un rayo.

Mercado ha venido tomando contacto desde agosto pasado con uno de los más reputados gurúes de big data del mundo, Martin Hilbert, que se desempeña como profesor en la Universidad de California, Davis, en busca de una mirada científica pero a la vez humanística que ayude a desentrañar el misterio y la incertidumbre que mantienen paralizado al país.

Una visión emocionalmente distante, aunque más que autorizada, como que en 2017 fue el primero en alertar, en declaraciones al medio chileno “The Clinic”, del escándalo que se cernía sobre Facebook y Cambridge Analytica por la denuncia de maniobras informáticas en los últimos comicios en Estados Unidos. E-mail va, e-mail viene, este reconocido experto en información, comunicación y conocimiento en el desarrollo de sistemas sociales complejos, –de 40 años, nacido en Alemania y que estuvo radicado en Santiago de Chile cuando trabajó en la CEPAL tras revistar 15 años en la oficina de Asuntos Económicos de la ONU–, ha venido insistiendo ante la insistencia de Mercado en entrevistarlo que el proceso electoral argentino es muy complejo y que para abordarlo con la seriedad que se espera de él necesitaría dedicarle un tiempo a su estudio, del que no dispuso. 

–Suena interesante el tema de la elección en Argentina. Pero lamentablemente tengo mi agenda muy llena estos días. –argumentó. 

Sucesivos chats fueron intercambiados durante todos estos meses y ahí se acumularon varias definiciones acerca de cómo afectan las costumbres de las sociedades los cambios que trae el avance de la digitalización. En el capítulo político, aunque en este caso haciendo pie en la experiencia desarrollada en Estados Unidos, Hilbert no escatima críticas al marketing electoral que se apoya en la tecnología para que los dirigentes puedan decirle a cada audiencia clasificada por perfiles lo que quiere escuchar. Lisa y llanamente lo identifica como populismo puro.

–¿Cómo funciona?

–Las “burbujas de filtreo” de la gran red social procesan toda la información acerca de las preferencias íntimas de cada individuo, tenga o no cuenta. Son recogidas mediante un barrido tecnológico que abarca todos los vínculos que se hacen con las cuentas de Facebook y sin ellas. Se las cruza con las 60 promesas que puede llegar a contener cada agenda política y, con que coincidan dos, se encapsulan para ser mostradas solas. Y obvio que se omiten las otras 58 inconvenientes. Al revés sucede con las comunicaciones sobre el rival: se lo ataca por toda esa proporción de disensos básicos– expuso.

Mensajes a medida

–¿Podría ampliar lo que le dijo a BBC Mundo acerca de que “La democracia no está preparada para la era digital y está siendo destruida?

–El manejo tendencioso de mensajes dirigidos conforme a los perfiles clasificados nada tiene que ver con democracia, porque en realidad debería mostrarse al pueblo lo que se piensa y no sólo lo que a cada uno le gusta y clickea. Un modo de polarizar a la sociedad es cuando las opiniones se van alejando y no son entendibles desde el otro lado. Haber transcurrido años sin contacto entre sí impide que se cree una voluntad común del pueblo. En cualquier caso, “la democracia ya está cayendo por sí misma”, sentenció antes de pedir que nos comunicáramos en unos días.  Al pie del estribo, insistimos:

 

–¿Cómo lo fundamentaría? 

–Ya lo he estado diciendo: en todo el mundo se eligen democráticamente personas que entre sus metas tienen debilitar la democracia. Lo dicen abiertamente los líderes actuales de Estados Unidos, de Brasil, Rusia, Turquía.

–¿Y qué hacer entonces?

–Al estar el proceso democrático totalmente basado en información y comunicación, el desafío es actualizar los sistemas al uso de inteligencia artificial y big data, ya que utilizamos algoritmos comerciales y de espionaje sin que aún hayamos cambiado las instituciones democráticas, que llevan más de 200 años y ya no cuadran con la nueva realidad.

–Bastaría con echar un vistazo a declaraciones que había hecho a #FuturoPQN 88.9 FM hace más de un año para encontrar alertas tempranas… –

La realidad es que las campañas políticas son muy buenas clientas de las burbujas de filtreos que para Facebook representan su core business, porque también las crea para empresas y hasta para las personas que postean a determinados perfiles. Es lo mismo que pretenden los políticos: que este mensaje llegue a estas personas. Y como la mayoría de las personas saca las noticias de Facebook, se impone regular eso. En otro de los correos electrónicos se le consultó a este exégeta de la digitalización sobre la gran duda que aqueja a cualquier rincón emergente:

–¿Cuán expuesta quedarían institucionalmente nuestras democracias ante el desigual acceso a las onerosas manipulaciones tecnológicas?

–Es un desafío para mi generación, que es la que automatizó todos los procesos de la información, buscar la manera de que el pueblo pueda crear su voluntad común. La revolución tecnológica se está propagando y fuerza cambios en las sociedades: en la economía, la educación, la salud, más rápido en algunas partes que en otras. En países como Estados Unidos, el big data ya ha estado jugando un rol fundamental en las campañas presidenciales y dejó una serie de experiencias para estudiar de qué forma podría regularse.

–¿Cómo se aprovechan los datos?, como para retomar aquella descripción suya que publicara hace un par de años el periodista Daniel Hopenhayn en The Clinic, de Chile, titulada: “Obama y Trump usaron el big data para lavar cerebros”.

–Había dicho que de 100 a 250 likes suyos en Facebook permiten predecir su orientación sexual, su origen étnico, sus opiniones religiosas y políticas, su nivel de inteligencia y de felicidad, si usa drogas, si sus papás son separados o no. Con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de su test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, mejor que usted mismo. Este estudio lo había hecho el investigador ruso Michal Kosinski en Cambridge.

–Y por eso Mark Zuckerberg había sido citado al Capitolio el año pasado…

–Sí y yo estuve siguiendo aquella sesión desde la Biblioteca, que me contrata como asesor en big data, y cuando le preguntaron por la privacidad en Facebook, porque poner “no me gusta” no es gratuito sino que se le da uso a los datos que dejamos, argumentó que cada uno era dueño de su información, debido a que podía entrar en los llamados perfiles de sombra y borrar todo.  Googleé qué se puede hacer para averiguar cuánto puede saber Facebook sobre mí si no tengo cuenta, y me encontré con una página que tenía esa opción, si bien después desapareció. Pero la primera instrucción que daba era: ¡crear una cuenta!

Evento científico en Chile

En pleno intercambio de mails y mensajes por Linkedin durante la larga gestión de la entrevista, hace poco Hilbert propuso: –¿Nos vemos en Chile la semana que viene?  El convite era para Valparaíso. Viajaba para participar del evento científico Congreso Futuro 2019, donde disertó sobre: “Datos, el nuevo petróleo”. 

–Preferí concentrarme en el big data desde el punto de vista de las ciencias sociales, ya que estamos ante una gran oportunidad para entender cómo funciona la sociedad: es lo que el telescopio era para la astronomía y el microscopio para la biología. Cuando un econometrista explica una variación del 5 por ciento, del 10 por ciento, significa que de 10 políticas que se hagan 9 van a fracasar. Pero como hace dos años me había metido a dar detalles del escándalo electoral en Estados Unidos, a la prensa le interesaba tratar la incidencia en la política.

–Volviendo al coloquio, a esta inteligencia diferente a la nuestra que se está incubando ¿cómo enfoca que se la puede estudiar? ¿Por el lado de las máquinas o profundizando el conocimiento sobre los cerebros?

–Inteligencia artificial y Deep Learning son redes neuronales que funcionan de manera muy similar al cerebro, con muchas jerarquías. Todo esto lo hacen Apple y Google y todas las Siri en el teléfono. La única manera de interpretar la cantidad de información acumulada nada más que entre 2014 y la fecha, que es tanta como la creada desde la prehistoria hasta ese año, es también con máquinas. Si hace dos años, había 5 zetabytes (un ZB es un 1 con 21 ceros), ahora probablemente hayamos superado los 10 ZB. Pero nuestro poder de computación crece tres veces más rápido y se duplica en menos de un año. En la actualidad el mundo está lleno de máquinas de inteligencia y nos preparamos para empezar a entenderlo. Sin embargo, destaca que no hay nada nuevo bajo el sol. Suele invocar una cita del economista austríaco Fiedrich von Hayek: “La civilización avanza al ampliar el número de operaciones importantes que podemos realizar sin pensar en ello; eso se llama automatización, de modo que lo que ahora automatizamos es el pensamiento”.

–¿Qué nos espera en un futuro que presagia que los algoritmos nos reemplacen en nuestro trabajo y sepan más que nosotros?– es el gran interrogante que se le transmite.

 

–Si se les pregunta a los expertos por la llegada de la verdadera inteligencia artificial, la que sería una auténtica amenaza para los hombres, desde hace 20 años que están respondiendo que será dentro de 20 años. En este caso, en el 2040. Pero lo interesante es que esta encuesta se viene haciendo hace 60 años y siempre apuntó a los próximos 20 años– como opinó frente a la audiencia chilena.

 

–Como hacen las aplicaciones, ¿se podría actualizar ese pronóstico?

–Esta vez las máquinas nos superan en ver y hablar, reconocen imágenes y voces, lo cual es bastante humano, pero en un par de años seguramente lo harán mejor.  El último mail intenta seducirlo para tratar el caso argentino remitiéndolo a su reciente participación en el Congreso del Futuro en Chile: –Su gran planteo final giró en torno de qué especie queremos ser… Hablaríamos de esto en la entrevista pendiente… –Tal cual. Si aspiramos a que las máquinas pueden pensar, que nos digan lo que nos interesa, que nos conozcan mejor que nosotros mismos, serán en consecuencia más poderosas en ese sentido. Pero si nos ponemos a pensar dónde queremos ir, podríamos equipararnos. ¿Pretendemos llegar más allá porque nos consideramos más que máquinas de pensar? 

Cargando cubos de agua intelectuales

Hilbert apela al ejemplo de las civilizaciones Jemer e Inca, que eran culturas agrícolas que básicamente ocupaban a la mayoría en llevar agua a los campos de arroz, para demostrar que, en cuanto se inventaron los acueductos para automatizar esa labor, de un día para otro el trabajo quedó obsoleto para las nuevas generaciones y se vieron obligadas a transformar el ocio en creatividad: mirar las estrellas para terminar inventando la astronomía, aplicar tiempo y energía en colosales construcciones que asombraron al mundo y dieron origen a la arquitectura moderna o crear el lenguaje escrito, no sólo de los números.

Admite que el día a día lo sorprende también a él dedicándole mucho tiempo a cargar un cubo de agua, pero intelectual, y no siempre con calidad: “Me levanto, hago el desayuno para mis hijas, las llevo al jardín, me meto en el tráfico, en los atascamientos… ¿Qué hace sentir de humano estar atorado en esos atascamientos? Después voy a la oficina y la verdad es que si la inteligencia artificial no pudiera contestar los emails que me llegan de mis estudiantes me preguntaría para qué sirven”, se lamenta. 

“Muchas horas al día me siento como máquina, ejecutando una tarea mediocre tras otra… Claro que sí, también están los momentos en los que siento el amor de las hijas, y en los que le describen las visiones en las que se inspira un estudiante para cambiar la vida.  ¿Pero cuántos minutos al día son? Mi esperanza es que si creamos máquinas que carguen ‘cubos de agua intelectuales’ para nosotros, podamos tener más tiempo para sentimos realmente humanos, ¡y no tiempos en que nosotros mismos actuamos como las máquinas mismas!”.

 

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