Para entender: nuevo clima de conflictividad sindical

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El reclamo formal de esta marcha encabezada por la CGT de Hugo Moyano y la CTA de Pablo Micheli, frente al ministerio de Trabajo, es demandar paritarias libres y el reconocimiento oficial a la legalidad de ambas centrales obreras. También que se acepten los cambios en el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y otros reclamos de larga data.

Pero ese es el telón de fondo del escenario cambiante. Para entender lo que realmente está pasando con esa protesta en Alem al 600, es esencial reconocer que Moyano y su organización se encuadran ahora como oposición militante al gobierno de Cristina Kirchner, e intentan canalizar a través suyo buena parte del descontento y fastidio de vastos sectores de la población con el gobierno.

Lo esencial, sin embargo, es detectar que hay hoy un “cocktail explosivo”. Están presentes todos los elementos conocidos: la inflación reinstaló las negociaciones paritarias, los sindicatos lograron un gran reposicionamiento político e institucional, la neutralización de la brecha salarial de los 90´ revitalizó la aplicación de los convenios colectivos y el salario de mercado es ahora el salario convencional, como sostiene el especialista Ariel Cocorullo. 
Por si fuera poco, también hay nuevos elementos. La permanente crispación y la crisis de representatividad, signadas por las aspiraciones políticas de los actores sociales, trae aparejando conflictos intrasindicales (facciones de un mismo sindicato compiten por su conducción –más allá del actor eleccionario-, atacando a los “líderes históricos”) e intersindicales (dos o más sindicatos pugnan por la representación de un mismo grupo de trabajadores, cuestionando a los sindicatos con personería gremial y dando paso al surgimiento de nuevas organizaciones). 

Las cámaras empresarias -si bien han retomado su accionar luego de la reforma legislativa que impuso la negociación centralizada-, adolecen también de una crisis de representatividad, ya que en la mayoría de los casos, la empresa económicamente más importante, gravita y define unilateralmente la agenda y las decisiones, sin generarse acuerdos de tipo marco, ni otras soluciones que contemplen la situación de las empresas más pequeñas. 

Súmese el impacto del contexto mundial. Las nuevas tecnologías industriales y la ampliación de la globalización imponen la competencia entre filiales de una misma compañía radicadas en distintos países. El costo laboral aparece como un elemento trascendente para la permanencia o desguace de una compañía en una región o país, más aún cuando los “países centrales” atraviesan la crisis y a las “nuevas potencias” están en expansión. 
La profundización inflacionaria ha obligado al Ministerio de Trabajo a pronunciarse (expresa o tácitamente) respecto a los requisitos de los acuerdos salariales (duración de su vigencia, tope de incremento y control exhaustivo de las sumas no remunerativas) para lograr su homologación y resultante contenido obligatorio. Son pautas rígidas y obligatorias en un intento para contener la inflación. No obstante, se recuerda que los salarios del convenio homologado sólo son pautas de mínima y que cada empleador puede otorgar mejoras. 
Con una óptica muy acotada desde el punto de vista de los contenidos a ser homologados -lo mismo sucede para el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias o el tope de las asignaciones familiares-, la discusión del salario real se trasladará naturalmente a la empresa, como ultimo vector y posible “campo de batalla” donde los sindicatos sacarán a relucir su poder; en su faz de movilización social y en la exposición mediática que de ello pueda obtenerse. Este es el proceso que se viene.

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