Es el recién designado vice premier, Liu He. Se le ha encomendado – en tiempos particularmente difíciles- la conducción de todo el sector financiero, el proceso de reformas de todas las empresas estatales, determinar la política industrial, y sobre todo ahora, las relaciones comerciales con Estados Unidos. Justo la misma semana en que el gobierno de Donald Trump fijó aranceles especiales de 25% a la importación de US$ 60 mil millones en bienes y servicios que exporta la potencia asiática al país del otro lado del Pacífico.
En la época de los emperadores (parece haber un revival del imperio en estos días), los funcionarios clave del Estado eran los llamados mandarines. En sus manos estaba la conducción efectiva de las políticas gubernamentales. Es lo que le toca hacer a Liu He en esta instancia.
Liu (de 66 años) siempre fue percibido, más allá de su discreción, como el confidente cercano al Presidente Xi Jinping, y como el poder real en asuntos económicos y financieros.
Ambos tienen una historia común, parecida. Hijos de cuadros del partido que crecieron en Beijing, y que conocieron las zonas rurales en tiempos de la revolución cultural de Mao. Liu estuvo un tiempo en las fuerzas armadas y fue obrero en una fábrica.
En la década de los años 90 estudió en Estados Unidos, en la Universidad Seton Hall y en la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard.
Quienes lo conocen suponen que pronto se conocerán reformas que abrirán los mercados domésticos de
modo significativo. Es cierto que no tiene experiencia burocrática, y que es más bien un formulador de políticas públicas antes que un ejecutor, pero es probable que se sepa rodear muy bien por el tipo de habilidades que requiere esta etapa.
El momento es crucial. Justo cuando China aparece claramente dominada por un líder que, tras la reforma constitucional, aspira a permanecer indefinidamente en el poder y a reforzar el estilo autocrático en la toma de decisiones.
Durante varias décadas, ambas naciones fueron aliadas de hecho en el proceso de globalización. La tesis predominante en Estados unidos era que si China se convertía al capitalismo, inevitablemente avanzaría hacia la democracia.
Lo primero ocurrió de modo evidente. Pero de lo segundo no hay atisbos, más bien todo lo contrario. China puede definirse como una forma de capitalismo autocrático.