Luego, modernizar y transformar totalmente la infraestructura, autopistas, puentes, diques, centrales eléctricas y nucleares, entre otras. Y sobre todo, crear las condiciones para que el empleo crezca en 25 millones posiciones nuevas para 2017.
En tanto, hoy en Washington hay un millón de visitantes en ocasión del juramento. La mitad, en respaldo a Trump; la otra mitad para manifestar en su contra.
A pesar de que Trump es a su manera una celebridad, habrá escasez de celebridades en la asunción del mando. No hay músicos ni actores notables que den atractivo al acto, y muchos legisladores demócratas anticiparon su ausencia.
Durante las semanas previas, pareció que Trump iniciaba una carrera para enemistarse con todo el mundo. Por ejemplo, con los directivos de las centrales de inteligencia del país, con las que tendrá que trabajar en forma cercana. Sus designaciones para el gabinete son controversiales (en varios casos, incluso para su propio partido). Aseguró que la OTAN (la mayor alianza defensiva mundial organizada en su tiempo por Estados Unidos para contener a Rusia) está obsoleta.
Felicitó a los ingleses por el Brexit, y condenó a los europeos por su política migratoria. El compromiso con el clima y el cuidado del ambiente, no aparece por ninguna parte.
Sus críticos temen que su personalidad de hombre fuerte puede alterar la naturaleza misma de la democracia tal como se la vive y se percibe en Estados Unidos. Las voces tranquilizadoras –aunque no logran muchos adeptos- insisten en recordar que Trump es un empresario y que con ese perfil, trabajará estrechamente con el gabinete, como si sus miembros fueran parte del directorio de una empresa.
Hasta que el paso del tiempo devele la incógnita, solo quedan las declaraciones públicas del nuevo presidente y sus frecuentes twitters donde parece condensar propuestas e ideología.
