<p>Fue un día más que intenso, con multitudes en las calles y en las plazas, con manifestantes esperanzados en el final del régimen, con declaraciones de los militares listos a intervenir para mantener el orden pero también –dijo el comunicado- para velar por que se cumplan los deseos populares.<br />
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Si a ello se suma las más tempranas declaraciones del actual primer ministro que declaró que Hosni Mubarak podía renunciar durante la jornada, la exaltación de los millares de manifestantes en El Cairo y ahora ya en todo en el país (muchos de ellos en huelga declarada) es comprensible.<br />
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Pero al atardecer, vino el baldazo de agua fría. Por la televisión y en vivo, pidió disculpas por los errores cometidos, lamentó la muerte de jóvenes manifestantes, pero en forma rotunda advirtió que no abandonará el poder y asumirá todas sus responsabilidades, aunque sugirió que algunas funciones públicas podrían ser delegadas en el vicepresidente. <br />
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Levantar y agitar los zapatos en el aire es un insulto grave en el mundo musulmán. Eso hicieron los manifestantes de la plaza a medida que digerían el discurso presidencial y se notificaban que no habría renuncia. Todos los presentes gritaban e insultaban a Mubarak mientras éste seguía hablando por la cadena televisiva.<br />
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<p>Admitió que habrá diálogo con la oposición, que sin duda en pocos meses habrá transferencia de poder tras la elección presidencial que debe llevarse a cabo el próximo septiembre, pero repudió intervenciones foráneas que quieren cambiar el curso del proceso, en abierta referencia a Estados Unidos.<br />
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Verdaderamente, la confusión era enorme. Fueron las fuentes cercanas al régimen las que alimentaron las versiones de renuncia presidencial durante todo el día. Los militares decían oficialmente que serían satisfechas las demandas de los manifestantes. En igual forma se expidió el comandante militar de El Cairo en la plaza de la Liberación, hablando ante los manifestantes.<br />
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¿Qué pasó luego? Es un gran misterio. Ahora, las reacciones de la gente son imprevisibles. No solamente no han logrado su objetivo: parece que ha sido objeto de burla.<br />
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Se suponía que una vez ido Mubarak, el ejército rodearía a Suleiman, apoyándolo y condicionándolo a la vez, para comenzar en serio la transición y el proceso que terminará con un nuevo presidente. Y aunque el ejército tendrá mucho que decir sobre el particular, los opositores al régimen confiaban en llegar a un entendimiento con la institución.<br />
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Ahora, los enemigos del régimen están desorientados. No saben bien quién será el interlocutor adecuado que, durante la mañana, parecía más que claro. Desde el miércoles, comunicados oficiales llevan la firma del Comando Supremo de las Fuerzas Armadas. Lo que sugiere quién será el próximo gran actor.<br />
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