El documento de Naciones Unidas indica, además, que los abusos físicos y psíquicos son cometidos por sunníes, shi´íes, tropas iraquíes y ocupantes. En otras palabras, gran parte de esos muertos sufrió antes torturas y sevicias. Pero, desde fines de agosto, una serie de medidas adoptadas por el gobierno de Bagdad ha empezado a reducir tanto bajas como abusos.
No obstante, “la situación en ese país continúa fuera de control. Los 147.000 efectivos extranjeros, mayormente norteamericanos, son impotentes para acotar la guerra civil”. Así sostiene Manfred Nowak, director de la oficina investigadora de Naciones Unidas. Similares comentarios provienen del consejo de derechos civiles, organismo asociado a la convención de Ginebra.
La primera reacción de George W.Bush fue típica. Desde Tampa, restó relevancia a ese informe y señaló que “en el mundo hay más paz por nuestros esfuerzos en Irak”. Menos lírico, el general George Casey apuntò que “de la insurrección contra nosotros, Irak ha pasado a la lucha interna porl poder”. Vale decir, a una guerra civil.
Un grupo de agentes de la CIA no parece coincidir, según denuncia el “Financial times”, no exactamente un reducto izquierdista ni pro islámico.
En determinado momento, ese personal ”se negó a seguir administrando cárceles secretas, haciendo vuelos ilegales y torturando presuntos terroristas. Esa rebelión obligó a Bush, el 6 de septiembre, a suspender el programa y transladar a Guantánamo los catorce detenidos subsistentes”.
El influyente periódico económico cita fuentes de la misma inteligencia estadounidense. En efecto, el presidente tuvo que dar marcha atrás porque sus propios agentes “boicoteaban ese tipo de procedimientos y no querían ser eventualmente procesados por crímenes de guerra”. Estas revelaciones han congelado de nuevo las tratativas entre el senado y la Casa Blanca, en torno de tribunales secretos u otros métodos para juzgar a esos detenidos y otros en el futuro.
De acuerdo con el FT, existen confirmaciones parciales por parte de John Negroponte (director de inteligencia) y John Bellinger, asesor legal del departamento de estado. Medios franceses e italianos sospechan que la bomba fue destronada desde algún punto cerca de Condoleezza Rice, a quien se atribuye una amenaza de renunciar si Bush insiste en tribunales secretos.
Mientras, algunos legisladores republicanos exigen en privado que despidan a John Bolton, un energúmeno que obtuvo la embajada ante la ONU sin aprobación senatorial. Esta serie de hechos trasunta crecientes dudas, entre dirigentes políticos y elencos de inteligencia, sobre la suerte del oficialismo en las cercanas elecciones parlamentarias. Debe recordarse que, en junio, la Corte suprema declaró ilegales cárceles secretas, vuelos y torturas, desvirtuándolos como ejes de la “guerra contra el terrorismo” imaginada por el gobierno.
Desde otro ángulo y rompiendo un largo silencio, William J.Clinton –antecesor y perfecta contracara de Bush- censuró asperamente ”actos que implican rechazar la convención de Ginebra e institucionalizar conductas como las mostradas en Abú Ghreib y Guantánamo. No necesitamos carta blanca para torturar”. Las réplicas de Bolton y Donald Rumsfeld, secretario de defensa, se parecieron a las pintorescas diatribas de Hugo Chávez contra Bush.
El documento de Naciones Unidas indica, además, que los abusos físicos y psíquicos son cometidos por sunníes, shi´íes, tropas iraquíes y ocupantes. En otras palabras, gran parte de esos muertos sufrió antes torturas y sevicias. Pero, desde fines de agosto, una serie de medidas adoptadas por el gobierno de Bagdad ha empezado a reducir tanto bajas como abusos.
No obstante, “la situación en ese país continúa fuera de control. Los 147.000 efectivos extranjeros, mayormente norteamericanos, son impotentes para acotar la guerra civil”. Así sostiene Manfred Nowak, director de la oficina investigadora de Naciones Unidas. Similares comentarios provienen del consejo de derechos civiles, organismo asociado a la convención de Ginebra.
La primera reacción de George W.Bush fue típica. Desde Tampa, restó relevancia a ese informe y señaló que “en el mundo hay más paz por nuestros esfuerzos en Irak”. Menos lírico, el general George Casey apuntò que “de la insurrección contra nosotros, Irak ha pasado a la lucha interna porl poder”. Vale decir, a una guerra civil.
Un grupo de agentes de la CIA no parece coincidir, según denuncia el “Financial times”, no exactamente un reducto izquierdista ni pro islámico.
En determinado momento, ese personal ”se negó a seguir administrando cárceles secretas, haciendo vuelos ilegales y torturando presuntos terroristas. Esa rebelión obligó a Bush, el 6 de septiembre, a suspender el programa y transladar a Guantánamo los catorce detenidos subsistentes”.
El influyente periódico económico cita fuentes de la misma inteligencia estadounidense. En efecto, el presidente tuvo que dar marcha atrás porque sus propios agentes “boicoteaban ese tipo de procedimientos y no querían ser eventualmente procesados por crímenes de guerra”. Estas revelaciones han congelado de nuevo las tratativas entre el senado y la Casa Blanca, en torno de tribunales secretos u otros métodos para juzgar a esos detenidos y otros en el futuro.
De acuerdo con el FT, existen confirmaciones parciales por parte de John Negroponte (director de inteligencia) y John Bellinger, asesor legal del departamento de estado. Medios franceses e italianos sospechan que la bomba fue destronada desde algún punto cerca de Condoleezza Rice, a quien se atribuye una amenaza de renunciar si Bush insiste en tribunales secretos.
Mientras, algunos legisladores republicanos exigen en privado que despidan a John Bolton, un energúmeno que obtuvo la embajada ante la ONU sin aprobación senatorial. Esta serie de hechos trasunta crecientes dudas, entre dirigentes políticos y elencos de inteligencia, sobre la suerte del oficialismo en las cercanas elecciones parlamentarias. Debe recordarse que, en junio, la Corte suprema declaró ilegales cárceles secretas, vuelos y torturas, desvirtuándolos como ejes de la “guerra contra el terrorismo” imaginada por el gobierno.
Desde otro ángulo y rompiendo un largo silencio, William J.Clinton –antecesor y perfecta contracara de Bush- censuró asperamente ”actos que implican rechazar la convención de Ginebra e institucionalizar conductas como las mostradas en Abú Ghreib y Guantánamo. No necesitamos carta blanca para torturar”. Las réplicas de Bolton y Donald Rumsfeld, secretario de defensa, se parecieron a las pintorescas diatribas de Hugo Chávez contra Bush.