Lavagna se lanzó como precandidato y pidio a Macri apartarse

El ex ministro de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner ultima detalles del programa definitivo con el cual se pondrá en carrera. Es el primero que, oficialmente, sale a competir con el presidente o, en su defecto, con Cristina Kirchner.

5 enero, 2007

Hace algunos meses, Lavagna presentaba un plan de gobierno centrado en temas económicos y financieros, pero no era candidato ni tenía partido detrás. Ahora, es precandidato, pues sigue sin tener una estructura electoral, pero promete un programa con ingredientes políticos, sociales e internacionales que le faltaban a la solicitada de noviembre.

Ahora bien, las leyes argentinas vedan aspirantes a cargos electivos sin partidos (Raúl Alfonsín en 1983, Carlos Ménem en 1989) ni alianzas –Fernando de la Rúa en 2000- detrás. Quizá por ello, el hombre que logró un canje de deuda supuestamente imposible –torpedeado por los mismos medios y columnistas que ahora lo apoyan- sostiene que “sería un error si Mauricio Macri también se presentase”.

En verdad, ambos tienen dos cosas en común: ausencia de carisma y escasa inclinación por temas que no le interesan a la clase media alta o la alta. Por otra parte, mientras la coalición que respalda a Macri es todavía muy volátil (por ejemplo, Ricardo López Murphy no lo traga a Jorge Sóbisch), la de Lavagna abarca retazos de antiguos partidos licuados.

Resulta novedoso que un precandidato se resista todavía a hablar en público de alianzas o que parezca reclinarse sobre la derecha. Algunos suspicaces sospechan que, si se agrava la crisis del ARI (provocada por su propia creadora, que prefiere festejar el cumpleaños en Méjico), algunos elementos de centroizquierda se pasen al ex ministro.

Dejando de lado sondeos sesgados en un sentido u otro (según quien los pague) y afectados por el desprestigio de los propios encuestadores comerciales, no puede descartarse que algunos kirchneristas desilusionados piensen en Lavagna. ¿Quién, más que él, le ha hecho la vida difícil a la burocracia técnica del Fondo Monetario? ¿quién peleó a capa y espada –ésta era Guillermo Nielsen- contra bonistas desatados o fondos buitres oportunistas? No precisamente la pequeña, verborrágica y estalinista ultraizquierda autóctona.

El precandidato alude a “reclamos que surgen de la sociedad”. Pero, teniendo presente la clientela urbana potencial (la rural tiene pocos votos), Lavagna debiera explicar qué proyecta hacer con la ola de voluntarismo proletario –los piqueteros que se han apoderado de la capital federal- o con los delirios foquistas entrerrianos, que hoy amenazan al puerto porteño. Por el momento, el ex ministro habla de maniobras políticas y su presunto acercamiento a Cristina K. en alguna encuesta.

Hace algunos meses, Lavagna presentaba un plan de gobierno centrado en temas económicos y financieros, pero no era candidato ni tenía partido detrás. Ahora, es precandidato, pues sigue sin tener una estructura electoral, pero promete un programa con ingredientes políticos, sociales e internacionales que le faltaban a la solicitada de noviembre.

Ahora bien, las leyes argentinas vedan aspirantes a cargos electivos sin partidos (Raúl Alfonsín en 1983, Carlos Ménem en 1989) ni alianzas –Fernando de la Rúa en 2000- detrás. Quizá por ello, el hombre que logró un canje de deuda supuestamente imposible –torpedeado por los mismos medios y columnistas que ahora lo apoyan- sostiene que “sería un error si Mauricio Macri también se presentase”.

En verdad, ambos tienen dos cosas en común: ausencia de carisma y escasa inclinación por temas que no le interesan a la clase media alta o la alta. Por otra parte, mientras la coalición que respalda a Macri es todavía muy volátil (por ejemplo, Ricardo López Murphy no lo traga a Jorge Sóbisch), la de Lavagna abarca retazos de antiguos partidos licuados.

Resulta novedoso que un precandidato se resista todavía a hablar en público de alianzas o que parezca reclinarse sobre la derecha. Algunos suspicaces sospechan que, si se agrava la crisis del ARI (provocada por su propia creadora, que prefiere festejar el cumpleaños en Méjico), algunos elementos de centroizquierda se pasen al ex ministro.

Dejando de lado sondeos sesgados en un sentido u otro (según quien los pague) y afectados por el desprestigio de los propios encuestadores comerciales, no puede descartarse que algunos kirchneristas desilusionados piensen en Lavagna. ¿Quién, más que él, le ha hecho la vida difícil a la burocracia técnica del Fondo Monetario? ¿quién peleó a capa y espada –ésta era Guillermo Nielsen- contra bonistas desatados o fondos buitres oportunistas? No precisamente la pequeña, verborrágica y estalinista ultraizquierda autóctona.

El precandidato alude a “reclamos que surgen de la sociedad”. Pero, teniendo presente la clientela urbana potencial (la rural tiene pocos votos), Lavagna debiera explicar qué proyecta hacer con la ola de voluntarismo proletario –los piqueteros que se han apoderado de la capital federal- o con los delirios foquistas entrerrianos, que hoy amenazan al puerto porteño. Por el momento, el ex ministro habla de maniobras políticas y su presunto acercamiento a Cristina K. en alguna encuesta.

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