Día a día el conflicto tiende a escalar a pesar de las declaraciones pacifistas de los líderes de ambos países. El grupo de islotes está bajo control del gobierno de Japón, pero tanto Taiwán como China reclaman su posesión y el gobierno chino ha llenado de barcos todos los alrededores. En medio de este conflicto entre la segunda y la tercera economía mundial, se encuentra Estados Unidos, que por un tratado internacional posterior a la segunda guerra mundial se compromete a garantizar el control de los islotes por parte del gobierno de Japón.
Ayer martes, el gobierno de Japón denunció que una nave militar china apuntó un radar -usado normalmente contra blancos militares- hacia la zona de los islotes. El ministro de Defensa de Japón declaró que esta actitud atenta contra los esfuerzos de ambos países de enfriar el conflicto.
La situación es sumamente complicada ya que tanto el nuevo gobierno de China como el nuevo gobierno de Japón han venido jugando la carta del nacionalismo para desviar la preocupación de la población de los problemas económicos que enfrentan ambas naciones. En el medio, la segunda administración de Obama, también obligada a sacar al país del estancamiento, se encuentra entre dos fuegos. Por un lado debe responder a compromisos internacionales que la llevarían a defender la posición japonesa. Por el otro, debe cuidar la relación con China, su principal socio comercial.
Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista y líder máximo del Ejército Popular de Liberación, está personalmente al frente de la Comisión encargada del conflicto en China. Desde su elección en el pasado mes de noviembre, Xi ha insistido en el logro de un supuesto sueño chino, con un discurso triunfalista y nacionalista que hace pensar que China no pretende ceder ni un paso y está totalmente decidida a que se reconozca internacionalmente su propiedad sobre las islas. En marzo, Xi asumirá la presidencia de la República Popular China.