La pobreza superó 45% en el segundo trimestre 2020

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Habría alcanzado a más de 18 millones de personas en la primera mitad de este año, de los cuales cerca de 4,5 millones son indigentes

El INDEC informó que la tasa de pobreza alcanzó a 40,9% de las personas en el primer semestre de 2020 (+5,5 p.p. en relación a la primera mitad de 2019), afectando a 11,7 millones de personas en los 31 aglomerados urbanos. Por su parte, el deterioro en la tasa de indigencia no se quedó atrás: se ubicó en 10,5% en la primera mitad del año (+2,8 p.p. respecto al primer semestre de 2019) representando a 3 millones de personas.

Si extrapolamos estos datos a la población total, la pobreza habría alcanzado a más de 18 millones de personas en la primera mitad de este año, de los cuales cerca de 4,5 millones son indigentes. En consecuencia, durante el primer semestre de 2020 hubo 2,6 millones de pobres más -y 1,3 millones de indigentes más- que en igual período de 2019, revela el último informe de la consultora Ecolatina.

Por otro lado, el informe señala que el 56,3% de los menores de 14 años son pobres y que incluso más de la mitad de los menores de 30 años se encuentran en la misma situación. Asimismo, cerca del 15% de la población en este rango etario se encuentra en la indigencia.

¿Cómo influyó la cuarentena?

Al comparar con el primer semestre del año pasado, hallamos distintos potenciales factores detrás del incremento de la pobreza. Por caso, el salto cambiario tras las PASO, seguido de una elevada incertidumbre que impactó en toda la sociedad, parcialmente compensado con una política de ingresos (refuerzos de AUH, mayores aumentos para las jubilaciones mínimas e IFE).

Sin embargo, estimando que la pobreza se habría ubicado en la zona de 34,5% en el primer trimestre de este año, apenas 0,5 p.p. por encima de igual período de 2019, podemos asumir que el deterioro de los indicadores sociales refleja plenamente el impacto de la pandemia/cuarentena.

La imposibilidad de trabajar impactó en mayor medida sobre los ingresos laborales de las familias de menores recursos, que sólo vieron parcialmente compensado la pérdida de recursos por el pago de un IFE. En consecuencia, la tasa de pobreza habría superado 47% en el segundo trimestre de 2020.

Así, entre 5 y 6 millones de personas habrían pasado a ubicarse por debajo de la línea de pobreza durante el aislamiento obligatorio. Si bien esta comparación no es del todo correcta por tratarse de trimestres contiguos, la comparación en relación al segundo trimestre de 2019 arroja un incremento de más de 4 millones de personas en situación de pobreza, por lo que el deterioro social es inequívoco.

¿Se podrá revertir rápido?

El relajamiento de jure y de facto de la cuarentena permitirá que más personas vuelvan a su fuente laboral, recomponiendo sus ingresos para hacer frente a la aceleración de la inflación. Asimismo, la continuidad del IFE posibilitará a más familias salir de la pobreza en tanto sus miembros vuelvan a ocuparse (aunque sea bajo la informalidad o como cuentapropistas).

Sin embargo, la reversión no será total. El rebote de la economía luego del piso de abril parece haberse diluido, la situación sanitaria está lejos de ser controlada (especialmente en el interior del país) y el creciente riesgo cambiario jaquea la recuperación de la economía.

Esta dinámica da lugar a varios interrogantes ¿cuánto tardaremos en volver -a los elevados- niveles de pobreza pre-Covid-19? ¿podremos evitar una crisis cambiaria que llevaría los indicadores socio-económicos a los niveles de 2002? y ¿Cuándo lograremos bajar sostenidamente la pobreza a un dígito y erradicar la indigencia?

Cerramos con este fragmento vigente de Ortega y Gasset pronunciado hace más de 80 años: ¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal.

 

 

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