¿Qué tan sostenible es la recuperación del 2021?

Durante el año pasado se vio una mejora en los números de actividad y mercado laboral, pero ¿cuán robustos son?

5 mayo, 2022

 A continuación se hace un análisis de esas cifras para comprender que ha venido ocurriendo y qué puede suceder.

El INDEC dio a conocer las cifras de actividad del año 2021, de las que se desprende que la economía argentina creció un 10,3% respecto del 2020 -año en el que había caído 9,9%-. Sin embargo, como lo explica la nueva edición del informe económico GPS de PwC Argentina, esa recuperación no alcanzó para volver a los niveles de PIB del año 2019. Más aún, siendo que en el año 2019 la economía venía cayendo, el registro ubica al año 2021 en el menor valor desde el año 2010.

Cuando se analiza por el lado de la demanda, todos los componentes del PIB mostraron una variación interanual positiva en 2021. Fue la inversión el ítem con mayor ascenso; sin embargo, dicho resultado se debe en gran parte a la baja base de comparación, ya que venía cayendo desde 2018 y con una aceleración de la baja en 2019 y 2020. También el consumo avanzó en porcentajes considerables: 10,2% el consumo privado, aunque se encuentra en los niveles más bajos desde 2010, y 7,8% el consumo público.

Por el lado de la oferta, el comportamiento de los sectores fue desigual. En la comparación interanual respecto de 2020 el único que mostró descenso fue la agricultura, ganadería, caza y silvicultura, sector que se ubica por encima del registro de 2018 (año de la sequía que afectó fuertemente la producción de granos) pero por debajo de 2019.

Con relación al resto, hay dos grupos: aquellos que avanzaron respecto del 2020 pero que se sitúan aún por debajo del 2019, y aquellos que, en cambio, crecieron también respecto de este último año. En definitiva, los números de actividad económica durante 2021 fueron mejores que 2020 y dejan para el corriente año lo que se llama arrastre estadístico.

Esto significa que si durante todo 2022 la economía permaneciera como en diciembre de 2021, de piso cabría un crecimiento de 4%. Empero, el año comenzó enero con una caída del 0,5%, consecuencia del efecto climático de La Niña; con sequías que han impactado en el desempeño agrícola pero también en la provisión de energía, lo que ha traído consigo cortes en la industria. Asimismo, durante el primer mes del año avanzó la variante Ómicron, generando aumento en el ausentismo laboral.

Para los próximos meses existe cierta incertidumbre sobre el devenir de la actividad. Si bien se espera una tendencia que sería de crecimiento, su magnitud podría estar condicionada a la disponibilidad de importaciones.

La restricción de divisas que enfrenta la Argentina hizo que el BCRA colocara trabas a la compra de bienes externos, de los cuales varias actividades son dependientes. Por otra parte, otra pregunta pertinente en este contexto es si la mejora en la actividad se trasladó o no al mercado laboral. A priori, fueron alentadores.

La población económicamente activa (PEA) -es decir, aquella población compuesta por personas en edad de trabajar que tienen o buscan activamente trabajo- aumentó desde el 45% a fines de 2020 al 46,9%. El ascenso de la PEA indica la reincorporación al mercado de gente que, estando en edad de trabajar, había salido del mismo.

Por su parte, la tasa de empleo-personas que tienen al menos una ocupación (trabajaron al menos una hora)- se elevó a su máximo de la serie histórica. Esto indica que más personas se encuentran trabajando y es congruente con la baja de la tasa de desempleo que, en el cuarto trimestre de 2021, registró 7%; cuatro puntos porcentuales inferior al registro del mismo trimestre de 2020 y el menor porcentaje para un cuarto trimestre desde 2014.

La apertura de los datos de aquellos que se encuentran ocupados da cuenta de que todavía más del 30% de los empleados asalariados no aporta al sistema de seguridad social, es decir no se encuentra registrado. Durante 2021 dicho porcentaje ha ido aumentando, cerrando el cuarto trimestre en 33,3% (0,6 puntos porcentuales por encima del registro del año previo, aunque por debajo de aquel de 2019, cuando se encontraba cerca del 36%).

Esto indica que parte del empleo generado ha sido en el mercado informal. Por otro lado, en lo referido al empleo asalariado registrado, se produjo un aumento del empleo privado que permitió llevar su participación, en el cuarto trimestre de 2021, al nivel de 2019 -63% de los asalariados versus el 61% de 2020-.

El resto se encuentra empleado en el sector público. La mejora en el empleo no tuvo, sin embargo, su correlato en los ingresos. La remuneración promedio sujeta a aportes al Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) que perciben los trabajadores que se encuentran bajo relación de dependencia, y que han sido declarados en forma continua durante los últimos 13 meses, mostró caídas interanuales consecutivas en términos reales desde marzo de 2020 a octubre de 2021; pasando a terreno positivo los tres meses siguientes. Empero, en niveles, durante el año pasado el RIPTE en términos reales alcanzó los menores registros desde 2007.

Cuando se observa la evolución de los salarios por sector, si bien todos los sectores (privado, público y no registrado) han mostrado desde mediados de 2018 una tendencia a la baja de los salarios en términos reales, el sector informal lo ha sufrido más.

También a nivel actividad se da dispersión. En términos generales la tendencia de los salarios en términos reales es a la baja. Se destaca hoteles y restaurantes, cayendo muy por debajo del resto; y no solo en el año de la pandemia, sino que dicho deterioro ya venía desde 2018. El escenario para el corriente año no parece auspicioso, la aceleración de la inflación durante el primer trimestre del año, donde acumula 16,1%, pone en duda que los ingresos le puedan al menos empatar a la inflación.

Con ello -excepto estímulos que pudieran aplicarse- cabría esperar una desaceleración del consumo. A todo esto, se suma un escenario internacional que también se ha complicado. Si bien el alza de los precios de los commodities agrícolas generará mayores ingresos de divisas vía exportaciones, la suba de los precios de la energía y los agroquímicos -entre otros insumos industriales- como consecuencia del conflicto Rusia-Ucrania implicarán mayores importaciones; con la consecuente reducción del superávit comercial (a menos que se apliquen más restricciones a las importaciones, pero afectando al crecimiento en el nivel de actividad).

También un mundo más inflacionario traerá consigo subas de tasas de interés (volviendo al mundo más ilíquido y con menos fondos para países emergentes), y probablemente ralentice su crecimiento, disminuyendo la demanda. En resumen, 2021 ha sido un año de recuperación excepcional, pero difícilmente los motores que lo impulsaron tengan la misma potencia en 2022

 

 

 

 

 

 

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