La huelga y el nuevo muro

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¿Cuál es la postura de los diversos sectores ante el paro general del viernes? ¿Cómo se ubican frente a la medida empresarios, partidos políticos e intelectuales frente a las consecuencias de la economía global?

La huelga general decretada por la CGT rebelde tuvo un fuerte impacto, tal vez más de lo esperado, desde una estimación de imagen. No es posible hacer una evaluación equidistante de carácter numérico sobre la base de porcentaje de concurrencia al trabajo.

Entre las afirmaciones de cada uno de los bandos –huelguistas y gobierno– es preciso mantener una prudente distancia. Digamos que, en las voces de los involucrados el panorama previo era el siguiente: paro masivo del transporte, de la CTA (docentes y estatales), apoyo de los metalúrgicos y de los trabajadores de la industria automotriz (gremios tradicionales), deserción de la UOCRA (construcción) y hostilidad de la CGT de Azopardo.

Todo lo cual no significa demasiado para establecer un balance real de cómo se definió la gente. La población pudo movilizarse, parcialmente y con gran sacrificio en la Capital, debido a que hubo servicio de subterráneos y de trenes, taxis y remises. De todas maneras las dificultades para el traslado fueron perceptibles y el factor climático –lluvia pertinaz y frío recalcitrante– jugaron para Hugo Moyano.

Para un análisis un poco menos superficial cuentan otros factores:

· Fue la primera huelga general que enfrentó Fernando De la Rúa desde la presidencia. A quien no le resulta fácil olvidar lo que significó para su correligionario Raúl Alfonsín la serie de conflictos gremiales encabezados por el cervecero Saúl Ubaldini.

· En una economía argentina de la era de la globalización, donde los servicios priman sobre la producción industrial y movilizan el grueso de la riqueza, el transporte acumula una substancial cuota de poder social.

· Moyano enarbola una bandera que atrae a gran parte de la población. El repudio a la inflexible línea económico-financiera exigida por el Fondo Monetario Internacional y su secuela de consecuencias: desindustrialización, pérdida de empleos, rebaja de salarios, disminución del consumo, aumento de impuestos, reforma de la legislación laboral.

No está solo en los reclamos; participan de ellos sectores sociales que no comparten su metodología de acción, incluso miembros de la Alianza. Los observadores señalan que una línea vertical divide a partidos políticos, sindicatos, empresarios, intelectuales. Lo fáctico predomina sobre lo ideológico o lo político.

Sergio Ceron

La huelga general decretada por la CGT rebelde tuvo un fuerte impacto, tal vez más de lo esperado, desde una estimación de imagen. No es posible hacer una evaluación equidistante de carácter numérico sobre la base de porcentaje de concurrencia al trabajo.

Entre las afirmaciones de cada uno de los bandos –huelguistas y gobierno– es preciso mantener una prudente distancia. Digamos que, en las voces de los involucrados el panorama previo era el siguiente: paro masivo del transporte, de la CTA (docentes y estatales), apoyo de los metalúrgicos y de los trabajadores de la industria automotriz (gremios tradicionales), deserción de la UOCRA (construcción) y hostilidad de la CGT de Azopardo.

Todo lo cual no significa demasiado para establecer un balance real de cómo se definió la gente. La población pudo movilizarse, parcialmente y con gran sacrificio en la Capital, debido a que hubo servicio de subterráneos y de trenes, taxis y remises. De todas maneras las dificultades para el traslado fueron perceptibles y el factor climático –lluvia pertinaz y frío recalcitrante– jugaron para Hugo Moyano.

Para un análisis un poco menos superficial cuentan otros factores:

· Fue la primera huelga general que enfrentó Fernando De la Rúa desde la presidencia. A quien no le resulta fácil olvidar lo que significó para su correligionario Raúl Alfonsín la serie de conflictos gremiales encabezados por el cervecero Saúl Ubaldini.

· En una economía argentina de la era de la globalización, donde los servicios priman sobre la producción industrial y movilizan el grueso de la riqueza, el transporte acumula una substancial cuota de poder social.

· Moyano enarbola una bandera que atrae a gran parte de la población. El repudio a la inflexible línea económico-financiera exigida por el Fondo Monetario Internacional y su secuela de consecuencias: desindustrialización, pérdida de empleos, rebaja de salarios, disminución del consumo, aumento de impuestos, reforma de la legislación laboral.

No está solo en los reclamos; participan de ellos sectores sociales que no comparten su metodología de acción, incluso miembros de la Alianza. Los observadores señalan que una línea vertical divide a partidos políticos, sindicatos, empresarios, intelectuales. Lo fáctico predomina sobre lo ideológico o lo político.

Sergio Ceron

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