sábado, 28 de diciembre de 2024

La burocracia del FMI cometió serios errores con Argentina y trató de taparlos

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El informe de expertos contratados por el Fondo acusa a altos funcionarios de eludir responsabilidades por equivocaciones en el caso argentino.

La oficina independiente de evaluaciones (OIE) deja en comprometida postura a la todavía vicepresidente ejecutiva, Anne Krueger, y a personajes como Anup Singh, Charles Dawson, etc. También pone en tela de juicio dos recientes nombramientos de banqueros proveniente de una misma entidad, JP Morgan Chase, asociada al sesgo de la alta burocracia fondista contra países en desarrollo.

Según el estudio recién difundido, el organismo multilateral “eludió asumir responsabilidades en la crisis argentina”. Entre sus detonantes estaba la tolerancia a la “contabilidad creativa” típica de los gobiernos entre 1996 y 2001; particularmente, durante dos gestiones de Domingo F.Cavallo, que maquillaba déficit fiscales en alza, con ayuda de sucesivos presidentes del banco central.

LA OIE fue por cierto establecida como grupo autónomo para supervisar la actuación de los ejecutivos respecto de Argentina y otros países que, en su momento, cayeron en ceses selectivos de pagos. Este informe, colgado en Internet, estuvo a cargo de Karin Lissakers (ex directiva del FMI), Ishrat Huséin –ex presidente del emisor pakistaní y Ngaire Woods, del programa de gobernabilidad global (universidad de Oxford).

El trío habló con loa funcionarios objetados, analistas del organismo, economistas independientes y de los estados donde había actuado el Fondo. Su noventa páginas resaltan el caso argentino, pues desembocó en el derrumbe de la convertible y una traumática repreciación del dólar a fine de 2001. Al respeto, señala que “las bases de la convertibilidad y su rigidez ya eran custionables desde 1995, pero los veedores del FMI hicieron oídos sordos”.

Por supuesto, las criticas más duras afectan a Krueger, que encarna las idea más duras y cerriles del gobierno republicano sobre la misma administración económica que había aplaudido hasta vísperas del desastre. “Carlos S.Ménem fue agasajado varias veces por George W.Bush, aun cuando pretendia manipular la constitución para perpetuarse en el poder”, recuerda Joseph Stiglitz, Nobel 2001, que fue despedido en 2000 por el Banco Mundial por censurar su extrema ortodoxia ante los países en desarrollo.

Obviamente, es un análisis sin concesiones y aparece justo unb ames antes de que Rodrigo Rato, cuestionado director gerente del FMI, analice –junto con el directorio- aspectos de la gestión financiera argentina. Ocurre que estos expertos trabajaron además sobre otro nueve casos. Sus objeciones se centran en (a) estrechos vínculos entre evaluadores y funcionarios, tanto locales como del ente; (b) falta de transparencia en los equipos técnicos y la conducción ejecutiva del Fondo, y (c) renuencia a seguir las recomendaciones de la OIE.

Volviendo a la Argentina, la oficina revela que en 2001 hubo contactos con Cavallo sobre posibilidades de hacer cambios estructurales en el plan económico si las reservas caían demasiado. Pero se las mantuvo en secreto y, de todos modo, el deterioro de la situación pronto las hizo intrascendentes.Por otra parte, la connivencia entre técnicos de la entidad y funcionarios del gobierno era clara. Por ende “la responsabilidad primaria del colapso fue del FMI y de funcionarios locales que no hicieron las correcciones necesarias”. Naturalmente, en la parte final del informe los ejecutivos fondistas criticados ensayan una pálida defensa, orientada a influir sobre Rato.

La oficina independiente de evaluaciones (OIE) deja en comprometida postura a la todavía vicepresidente ejecutiva, Anne Krueger, y a personajes como Anup Singh, Charles Dawson, etc. También pone en tela de juicio dos recientes nombramientos de banqueros proveniente de una misma entidad, JP Morgan Chase, asociada al sesgo de la alta burocracia fondista contra países en desarrollo.

Según el estudio recién difundido, el organismo multilateral “eludió asumir responsabilidades en la crisis argentina”. Entre sus detonantes estaba la tolerancia a la “contabilidad creativa” típica de los gobiernos entre 1996 y 2001; particularmente, durante dos gestiones de Domingo F.Cavallo, que maquillaba déficit fiscales en alza, con ayuda de sucesivos presidentes del banco central.

LA OIE fue por cierto establecida como grupo autónomo para supervisar la actuación de los ejecutivos respecto de Argentina y otros países que, en su momento, cayeron en ceses selectivos de pagos. Este informe, colgado en Internet, estuvo a cargo de Karin Lissakers (ex directiva del FMI), Ishrat Huséin –ex presidente del emisor pakistaní y Ngaire Woods, del programa de gobernabilidad global (universidad de Oxford).

El trío habló con loa funcionarios objetados, analistas del organismo, economistas independientes y de los estados donde había actuado el Fondo. Su noventa páginas resaltan el caso argentino, pues desembocó en el derrumbe de la convertible y una traumática repreciación del dólar a fine de 2001. Al respeto, señala que “las bases de la convertibilidad y su rigidez ya eran custionables desde 1995, pero los veedores del FMI hicieron oídos sordos”.

Por supuesto, las criticas más duras afectan a Krueger, que encarna las idea más duras y cerriles del gobierno republicano sobre la misma administración económica que había aplaudido hasta vísperas del desastre. “Carlos S.Ménem fue agasajado varias veces por George W.Bush, aun cuando pretendia manipular la constitución para perpetuarse en el poder”, recuerda Joseph Stiglitz, Nobel 2001, que fue despedido en 2000 por el Banco Mundial por censurar su extrema ortodoxia ante los países en desarrollo.

Obviamente, es un análisis sin concesiones y aparece justo unb ames antes de que Rodrigo Rato, cuestionado director gerente del FMI, analice –junto con el directorio- aspectos de la gestión financiera argentina. Ocurre que estos expertos trabajaron además sobre otro nueve casos. Sus objeciones se centran en (a) estrechos vínculos entre evaluadores y funcionarios, tanto locales como del ente; (b) falta de transparencia en los equipos técnicos y la conducción ejecutiva del Fondo, y (c) renuencia a seguir las recomendaciones de la OIE.

Volviendo a la Argentina, la oficina revela que en 2001 hubo contactos con Cavallo sobre posibilidades de hacer cambios estructurales en el plan económico si las reservas caían demasiado. Pero se las mantuvo en secreto y, de todos modo, el deterioro de la situación pronto las hizo intrascendentes.Por otra parte, la connivencia entre técnicos de la entidad y funcionarios del gobierno era clara. Por ende “la responsabilidad primaria del colapso fue del FMI y de funcionarios locales que no hicieron las correcciones necesarias”. Naturalmente, en la parte final del informe los ejecutivos fondistas criticados ensayan una pálida defensa, orientada a influir sobre Rato.

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