Existen tres diferencia con esas épocas: no hay ya Unión Soviética, la alianza alcanza el Báltico y los Balcanes e Israel sabe que ha dejado de ser invulnerable a ataques islámicos. Por otra parte, Rusia apoya a ese bloque –pese a Chechenia- e Irán. Sólo le queda a Tel Aviv Turquía como aliado regional.
En el segundo quinquenio de los años 50, luego de la primera guerra árabeisraelí (Suez, con participación francobritánica para frenar a Tel Aviv), el diario “Ma’ariv” tornó explícito el proyecto de entrar a la OTAN. Había sido concebido cerca del general Moshé Dayán y se mencionaba al pasar en “Éxodo”, la primera novela del propagandista León Uris.
Después, la idea se desechó porque Israel no quería pagar el precio político. Además, la organización terminaba en la cortina de hierro y cortaba en dos un continente que, recién en 1958, formó al primer antecedente de la actual Unión Europea. Hoy, revela el “Jerusalem post”, la amenaza iraní –Tehrán fue aliado de Tel Aviv hasta 1979- hace que Ehud Olmert cambie de estrategia y se vuelva hacia la OTAN.
El plan es bueno, pero surge en mal momento para la cúpula israelí. El primer ministro Olmert, procesado por corrupción y afectado por el fracaso en Líbano, acaba de sugerirle renunciar al presidente Moshé Katzav, acusado de violación. La prensa de algunos países vecinos está haciéndose una fiesta con el doble escándalo.
¿De dónde sale ahora la idea? Nada menos que de Avigdor Lieberman, ministro de ”amenazas estratégicas” (léase, Irán). “Nuestro objetivo es claro: el ingreso a la OTAN y a la Unión Europea” confesó al diario en inglés. Lieberman es líder de los ultranacionalistas, obsesos con el peligro iraní desde lo ocurrido en Líbano, aunque eternos benjamines en la complicada geografía electoral del pequeño país.
Por supuesto, este sector entronca con los ultraconservadores de George W.Bush (tanto cristianos como judíos). Además, la reciente formación de un bloque xenófobo en el parlamento europeo crea otro polo antimusulmán alrededor del Mediterráneo y el mar Negro. “Israel no puede librar sola la guerra por la civilización en Levante. Sólo está en primera línea –proclama Lieberman- del mundo libre ante el terrorismo islámico”. Como se sabe, la derecha israelí sabe mucho de terrorismo desde los tiempos del Irgún y M’najem Beigin.
Lógicamente, el gobierno de Bush admite que “la presencia de Israel en la OTAN sería la mejor estrategia para frenar a los iraníes”. Palabras de Nicholas Burns, uno de los subsecretarios de Condoleezza Rice. Ni corto ni perezoso, David Lipkin –editorialista de “Ma’ariv”- salió a pedir “decisiones rápidas”.
Existen tres diferencia con esas épocas: no hay ya Unión Soviética, la alianza alcanza el Báltico y los Balcanes e Israel sabe que ha dejado de ser invulnerable a ataques islámicos. Por otra parte, Rusia apoya a ese bloque –pese a Chechenia- e Irán. Sólo le queda a Tel Aviv Turquía como aliado regional.
En el segundo quinquenio de los años 50, luego de la primera guerra árabeisraelí (Suez, con participación francobritánica para frenar a Tel Aviv), el diario “Ma’ariv” tornó explícito el proyecto de entrar a la OTAN. Había sido concebido cerca del general Moshé Dayán y se mencionaba al pasar en “Éxodo”, la primera novela del propagandista León Uris.
Después, la idea se desechó porque Israel no quería pagar el precio político. Además, la organización terminaba en la cortina de hierro y cortaba en dos un continente que, recién en 1958, formó al primer antecedente de la actual Unión Europea. Hoy, revela el “Jerusalem post”, la amenaza iraní –Tehrán fue aliado de Tel Aviv hasta 1979- hace que Ehud Olmert cambie de estrategia y se vuelva hacia la OTAN.
El plan es bueno, pero surge en mal momento para la cúpula israelí. El primer ministro Olmert, procesado por corrupción y afectado por el fracaso en Líbano, acaba de sugerirle renunciar al presidente Moshé Katzav, acusado de violación. La prensa de algunos países vecinos está haciéndose una fiesta con el doble escándalo.
¿De dónde sale ahora la idea? Nada menos que de Avigdor Lieberman, ministro de ”amenazas estratégicas” (léase, Irán). “Nuestro objetivo es claro: el ingreso a la OTAN y a la Unión Europea” confesó al diario en inglés. Lieberman es líder de los ultranacionalistas, obsesos con el peligro iraní desde lo ocurrido en Líbano, aunque eternos benjamines en la complicada geografía electoral del pequeño país.
Por supuesto, este sector entronca con los ultraconservadores de George W.Bush (tanto cristianos como judíos). Además, la reciente formación de un bloque xenófobo en el parlamento europeo crea otro polo antimusulmán alrededor del Mediterráneo y el mar Negro. “Israel no puede librar sola la guerra por la civilización en Levante. Sólo está en primera línea –proclama Lieberman- del mundo libre ante el terrorismo islámico”. Como se sabe, la derecha israelí sabe mucho de terrorismo desde los tiempos del Irgún y M’najem Beigin.
Lógicamente, el gobierno de Bush admite que “la presencia de Israel en la OTAN sería la mejor estrategia para frenar a los iraníes”. Palabras de Nicholas Burns, uno de los subsecretarios de Condoleezza Rice. Ni corto ni perezoso, David Lipkin –editorialista de “Ma’ariv”- salió a pedir “decisiones rápidas”.