Estados Unidos: la gente siente los aumentos en rubros básicos

Por ejemplo, Patricia Norris y su familia (Nuevo Jersey) hacen malabarismo para cubrir gastos de alimentación y combustibles. Como sucede en buena parte de la clase media, sus ingresos a no alcanzan.

7 abril, 2008

Su esposo, como en la serie de TV “According to Jim”, maneja un vehículo de fletes. Pero, al ser su propietario, la nafta está comiéndose sus ganancias. Otrora muestra del sueño norteamericano (ellos le dicen “americano”, pero nunca lo soñaron al sur del río Bravo), hoy los Norris deben privarse de comer regularmente carnes rojas y blancas. Como si fueran argentinos o mexicanos.

“Compramos carne sólo en ocasiones especiales. Así, en semana santa comimos cerdo”, señala Patricia olvidando que es tabú en esos días para cristianos (y para judíos todo el año). Similares experiencias describían clientes de Wal-Mart en Romeoville, un barrio de clase media baja en los alrededores de Chicago.

A lo ancho de EE.UU., la gente acude a los comercios con listas de mecadería indispensable y sin “lujos”. Algunas mujeres confiesan que hasta tienen ganas de llorar. Este deterioro psicosocial es tema de los dos precandidatos demócratas (Barack Obama, Hillary Rodhan Clinton) y para el candidato oficilista, John McCain.

Aunque en Wall Street no quiera verlo, para el consumidor medio –cuyos gastos representan 67% del producto bruto interno- hacer la lista de compras es traumático. Dado que esto genera asimismo tarjetas de crédito en mora, las grandes cadenas minoristas notan el creciente incremento de compras en efectivo. En otras palabras, una forma leoninaa de financiamiento minorista es víctima del enfriamiento económico general.

Su esposo, como en la serie de TV “According to Jim”, maneja un vehículo de fletes. Pero, al ser su propietario, la nafta está comiéndose sus ganancias. Otrora muestra del sueño norteamericano (ellos le dicen “americano”, pero nunca lo soñaron al sur del río Bravo), hoy los Norris deben privarse de comer regularmente carnes rojas y blancas. Como si fueran argentinos o mexicanos.

“Compramos carne sólo en ocasiones especiales. Así, en semana santa comimos cerdo”, señala Patricia olvidando que es tabú en esos días para cristianos (y para judíos todo el año). Similares experiencias describían clientes de Wal-Mart en Romeoville, un barrio de clase media baja en los alrededores de Chicago.

A lo ancho de EE.UU., la gente acude a los comercios con listas de mecadería indispensable y sin “lujos”. Algunas mujeres confiesan que hasta tienen ganas de llorar. Este deterioro psicosocial es tema de los dos precandidatos demócratas (Barack Obama, Hillary Rodhan Clinton) y para el candidato oficilista, John McCain.

Aunque en Wall Street no quiera verlo, para el consumidor medio –cuyos gastos representan 67% del producto bruto interno- hacer la lista de compras es traumático. Dado que esto genera asimismo tarjetas de crédito en mora, las grandes cadenas minoristas notan el creciente incremento de compras en efectivo. En otras palabras, una forma leoninaa de financiamiento minorista es víctima del enfriamiento económico general.

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