Aporte de la memoria

Chile: el falso milagro

El título no es de hoy. La nota tampoco es de hoy. Es un artículo de Daniel Alciro publicado en Mercado en noviembre de 2006.

24 octubre, 2019

El Premio Nobel de Economía Milton Friedman (1976) puso de moda, años atrás, el presunto “milagro chileno”. Se refería al crecimiento con estabilidad, que Chile alcanzó en los años 80, mientras el estancamiento y la inflación atormentaban al resto de Latinoamérica.

 

Durante mucho tiempo, esos logros fueron atribuidos a los Chicago Boys. Se trataba de monetaristas chilenos, que ostentaban masters y doctorados obtenidos en la Chicago University: un prestigioso centro académico cuya Escuela de Economía dirigía, desde 1960, el propio Friedman. Varios boys (entre ellos, el más destacado Hernán Büchi, ministro de Hacienda) ejercieron influencia sobre el general Augusto Pinochet. Bajo el consejo de esos discípulos de Friedman, el dictador:

 

• Privatizó actividades que, hasta entonces, estaban a cargo de empresas estatales deficitarias: el acero (CAP), la electricidad (Enersis, Endesa), las telecomunicaciones (Entel, CTC), el azúcar (Iansa) y la aviación comercial (Lan Chile).

• También privatizó la insolvente seguridad social.

• Dio de baja a maestros y profesores.

• Recortó jubilaciones y pensiones.

• Como consecuencia, pudo rebajar impuestos, dejando más recursos en poder del mercado.

• Para favorecer a la empresa privada, abolió el salario mínimo y recortó los derechos sindicales.

 

El resultado de esa política fue la expansión de Chile, que creció a razón de 5% por año en el período 1985-1996, virtualmente sin inflación. Sin embargo, en el 2006, el país dependía de la producción primaria y el crecimiento se había desacelerado.

 

Alice Amsden, del Massachussets Institute of Technology (MIT), quien ha estudiado la industrialización acelerada que se dio en la periferia de Japón, subrayó que Chile no logró convertirse en un NIC (New Industrial Country), como sí lo hicieron algunos países del sudeste asiático. De igual manera, no cree que haya existido un “milagro chileno”. Chile habrá manejado discretamente su economía, pero seguía dependiendo de la producción primaria.

Corea del Sur, por el contrario, tuvo una política industrial que la llevó de la miseria al poderío.

 

En 1966, dos tercios de su población era rural, y el país apenas producía arroz y tungsteno. Treinta años más tarde, exportaba electrónica al mundo. Según Amsden, la diferencia es clara. Corea no siguió las políticas monetaristas de Chile. Tuvo, en cambio, una política industrial. El Estado intervino en los precios para estimular la inversión y el comercio. Hubo empeño en disciplinar al capital, más que al trabajo: precios tope, control sobre el flujo de capitales y subsidios condicionados a la productividad y competitividad.

 

Para sintetizar tal política, Amsden dice que el Estado coreano “alteró deliberadamente los incentivos para que perseguir las metas de desarrollo a largo plazo fuera más lucrativo que buscar las ventajas del corto plazo”. Estrategias similares se aplicaron exitosamente en otros países de la región, como Singapur, constituyendo un modelo.

 

Tales economías demostraron cómo se sale rápidamente del subdesarrollo: a través de una industrialización inducida, que se orienta a la exportación de valor agregado.

13 años después Chile se encuentra en plena crisis y algunos de los reclamos tienen relación con la privatización de la seguridad social y la educación, que posibilitaron el crecimiento del país en el pasado.

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