En manos de un judío ortodoxo, el BIRF deja centros religiosos

Desde hace ocho años, el Banco internacional de reconstrucción y fomento gestiona el apoyo de grupos religiosos porque, en el mundo pobre o subdesarrollado, tienen más acceso a la gente. Paul Wolfowitz no lo cree así.

23 agosto, 2006

Ahora, líderes cristianos y musulmanes (judíos no, porque no están expuestos a necesidades extremas) están desvelados ante el riesgo de que los avances logrados desde 1998 se vean frustrados. Naturalmente, los críticos a esos programas –dentro y fuera de la entidad- afirman que la religión no concuerda con los objetivos de “modernización” que expone el jefe del Banco Mundial. De hecho, como es habitual en las finanzas, Wolfowitz es un fariseo, o sea un ortodoxo de la boca hacia fuera.

Por el contrario, Katherine Marshall, una laica que dirige la división del BIRF que trabaja con grupos religiosos, sostiene lo contrario. A su criterio, esos entes están en condiciones ideales para educar, movilizar recursos y neutralizar la corrupción (mal endémico en economías subdesarrolladas). “Nada hay más efectivo contra ese tipo de abusos como la Biblia o el Corán”, sostiene la funcionaria.

Wolfowitz quiere transferir esas acciones a una organización independiente, creada por él mismo, el “diálogo mundial para desarrollar comunidades de fe”. Pero los auténticos grupos religiosos desconfían. Naturalmente, el “Economist”, campeón del mercantilismo decimonónic está con Wolfowitz.

Ahora, líderes cristianos y musulmanes (judíos no, porque no están expuestos a necesidades extremas) están desvelados ante el riesgo de que los avances logrados desde 1998 se vean frustrados. Naturalmente, los críticos a esos programas –dentro y fuera de la entidad- afirman que la religión no concuerda con los objetivos de “modernización” que expone el jefe del Banco Mundial. De hecho, como es habitual en las finanzas, Wolfowitz es un fariseo, o sea un ortodoxo de la boca hacia fuera.

Por el contrario, Katherine Marshall, una laica que dirige la división del BIRF que trabaja con grupos religiosos, sostiene lo contrario. A su criterio, esos entes están en condiciones ideales para educar, movilizar recursos y neutralizar la corrupción (mal endémico en economías subdesarrolladas). “Nada hay más efectivo contra ese tipo de abusos como la Biblia o el Corán”, sostiene la funcionaria.

Wolfowitz quiere transferir esas acciones a una organización independiente, creada por él mismo, el “diálogo mundial para desarrollar comunidades de fe”. Pero los auténticos grupos religiosos desconfían. Naturalmente, el “Economist”, campeón del mercantilismo decimonónic está con Wolfowitz.

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