La estabilidad de Egipto es esencial para mantener la paz en Medio Oriente, como quedó demostrado por la reciente mediación del presidente egipcio que condujo a la tregua entre Israel y Palestina, tras el último enfrentamiento armado de este mes. Sin embargo, jaqueado por una profunda y prolongada crisis económica que llevó a la caída del anterior presidente Mubarak, quien gobernó según sus deseos durante más de 40 años, el país enfrenta hoy el peligro de un fuerte retroceso democrático.
Como ha sucedido en otros países de la región, el movimiento islámico –en este caso La Hermandad Musulmana- pretende erigirse como máxima y única autoridad del nuevo gobierno electo. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con otras repúblicas ya controladas por los movimientos políticos religiosos, el pueblo egipcio ha salido a la calle, dispuesto a impedirlo.
Más de 200.000 manifestantes en El Cairo están siendo actualmente reprimidos por las fuerzas de seguridad, que ya se cobraron tres víctimas fatales. También se realizan protestas en otras 27 provincias, según información de Al Jazeera.
En un intento de apaciguar los ánimos, el presidente Morsi se reunió ayer con los jueces de la Corte Suprema. La Hermandad Musulmana informó que el encuentro fue exitoso, sin embargo, los jueces sostienen que las conversaciones están recién en un comienzo.
Debido a la grave crisis económica del país y a la ayuda financiera que recibe del FMI y de Estados Unidos, el presidente Morsi y su movimiento islámico, parece más necesitado de negociar que de imponer su voluntad.