La intención es acelerar los esfuerzos para crear cadenas de suministro para chips y otros productos estratégicos, de modo de no depender tan fuertemente de China. Para eso, sus socios serían Taiwán, Japón y SurCorea. A todos ellos podría exigirles que hagan menos negocios con China.
El plan es compartir información con los aliados y aprovechar producciones complementarias. En emergencias compartirán inventarios. El tema cobró urgencia con la reciente escasez de chips que tanto daño hizo a la industria automotriz.
En 1990 la participación global de Estados Unidos en fabricación de semiconductores era de 37%; hoy ha caído a 12%. Taiwán tiene una cuota de 22% pero ya sus plantas están trabajando a todo lo que dan y tiene pocas posibilidades de aumentar la producción en el corto plazo.
Para Estados Unidos, la dependencia fuerte de China para productos estratégicos implica un serio riesgo de seguridad. Estados Unidos importa de China 80% de las tierras raras que necesita y depende de ese país para 90% de algunos productos médicos.
Pero reestructurar las cadenas de suministro puede llevar algún tiempo, especialmente en semiconductores. Hay un número limitado de fabricantes de chips y esas compañía deberán decidir si se encolumnan detrás de Estados Unidos.
Washington ha hecho un llamamiento a las economías ricas en tecnologías o recursos valiosos – como Taiwán, Japón y Australia – a que contribuyan a desenmarañar las cadenas de suministro provenientes de China por las tensiones con Beijing.