Desvaríos del Pentágono: Inevitable choque China-EE.UU

Mientras George W. Bush visitaba Beijing, Robert Kaplan postulaba –basándose en ideas del Pentágono- una nueva guerra global, que estallaría entre fuerzas chinas y norteamericanas. El profeta incluye un conflicto convencional con Norcorea.

2 diciembre, 2005

“La competencia económica y comercial Beijing-Washington se agudiza, mientras se vislumbran presiones militares de ambos lados y puede temerse una guerra nuclear”. Así afirma el analista, aludiendo a las espectaculares maniobras de hace dos meses con fuerzas chinas y rusas en el mar Amarillo, en un extenso trabajo publicado por “Atlantic Monthly”. Las fuentes remiten a “estrategas” del Pentágono.

A criterio de Kaplan, un neoconservador vinculado a Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial), Washington “simula empeñarse en democratizar el Levante, pero sus verdaderas preocupaciones estratégicas se cifran en el Pacífico occidental. El escenario del futuro es una lucha por el poder en esos mares. Así lo vislumbran los juegos de guerra habituales en el Pentágono y sus equivalentes en China, Rusia, Japón, Taiwán, Surcorea y Vietnam”.

Por lo mismo, hay ya en EE.UU. 150 vietnamitas entrenándose, porque Saigón sabe que será el primer objetivo de Beijing. Eso no es nuevo: Vietnam fue durante siglos tributario del Imperio y sus herederos nunca han renunciado a reivindicaciones territoriales. También lo fueron toda Corea, media Birmania, Nepal, etc.

“Hasta el presente –subraya Kaplan- no ha habido fuerzas de mar y tierra capaces de amenazar a EE.UU. Esta situación cambiará rápidamente, pues China jugará agotadoras partidas contra EE.UU. sobre el tablero del Pacífico.” El futurólogo afirma que “el sistema norteamericano de alianzas, armado en los últimos cincuenta años, ya no sirve. Las guerras en la ex Yugoslavia y, especialmente, Kosovo (1999) han puesto en evidencia el colapso interno de la OTAN”.

Dejando de lado la “derrota liminar” en Vietnam o el papelón en Somalía, “esa alianza demostró su quiebra en Afganistán y la confirmó en Irak”, En la fase actual, peligra el comando norteamericano del Pacífico (PaCom), cuya jurisdicción llega hasta Australia y Nueva Zelanda, dos virtuales satélites de Washington.

Kaplan apela al testimonio de Michael Vickers (Centro de evaluaciones presupuestarias y estratégicas, Washington DC), a cuyo criterio “embarcarse en una guerra contra China es tan simple como inevitable. El problema será cómo salir. Existe un estudio reservado del Pentágono, según el cual para lograrlo será preciso reducir drásticamente la capacidad militar y económica del enemigo, amenazar sus fuentes de energía, combustibles y agua, mientras se busca el colapso del Partido Comunista como aparato de gobierno”.

Dejando de lado suspicacias sobre la repentina contaminación cerca de la frontera rusochina, estos “expertos” olvidan que resulta imposible ocupar siquiera las principales ciudades –o sea, con más de 15 millones de residentes- de un país con 9.600.000 km2 (tercero del mundo en superficie) y 1.300 millones de habitantes. Sólo los mongoles lo consiguieron en el siglo XIII, pero a costa de abandonar sus tierras patrias.

Volviendo al trabajo de Kaplan, “en los decenios venideros, China destinará cada vez más recursos al gasto bélico. Lo único realista es que EE.UU. haga lo mismo. Debe tenerse en cuenta que, a diferencia de la perimida Unión Soviètica, China tiene tanto poder blando como duro. Su peculiar mezcla de autoritarismo y economía de mercado (pero no libre) seduce al resto de Asia. De hecho, Vladyímir Putin está imitándola”.

El analista reconoce algo que George W.Bush, Tony Blair y sus gobiernos persisten en ignorar: “la democracia resulta comprensible o deseable en pocas zonas fuera de las economías centrales”. Eso explica la proliferación de tropas norteamericanas sobre las fronteras chinas, rusas e indias, donde hay presencia en Uzbekistán, Afganistán, Tadyikistán, Pakistán, Singapur, Tailandia, Papúa-Nueva Guinea, Filipinas, Malasia, Japón, Surcorea y Australia. Salvo los últimos tres, los otros no son precisamente ejemplo de democracia.

Otro experto cercano al Pentágono, Mark Helprin, reitera ante Kaplan la idea de que “empeñarse en democratizar Oriente medio es una pérdida de tiempo. Mientras tanto, China se apresta a recoger los frutos de una política tan pragmática que roza lo amoral, respondiendo a sus propios intereses. Como hacían el Imperio Británico hasta 1947 o EE.UU. durante la guerra fría”.

Este realismo queda en parte neutralizado por el fundamentalismo neoconservador de Kaplan, con su carga de patriotismo globalizante. Por eso, pronostica: “A medida como la influencia económica y financiera de EE.UU. se extienda por el mundo, la Unión Europea se sumará a China y Rusia en la puja por espacios marítimos y en defensa de sus propios intereses”. Estas profecías, amen de contradictorias, trasuntan un desconocimiento de la historia. Roma, ese modelo caro al neoimperialismo norteamericano, cayó cuando no tenía rivales militares serios. Pero sí un desbarajuste económico y financiero de órdago –originado en crecientes gastos bélicos y corrupción-, parecido al del actual EE.UU.

“La competencia económica y comercial Beijing-Washington se agudiza, mientras se vislumbran presiones militares de ambos lados y puede temerse una guerra nuclear”. Así afirma el analista, aludiendo a las espectaculares maniobras de hace dos meses con fuerzas chinas y rusas en el mar Amarillo, en un extenso trabajo publicado por “Atlantic Monthly”. Las fuentes remiten a “estrategas” del Pentágono.

A criterio de Kaplan, un neoconservador vinculado a Paul Wolfowitz (hoy presidente del Banco Mundial), Washington “simula empeñarse en democratizar el Levante, pero sus verdaderas preocupaciones estratégicas se cifran en el Pacífico occidental. El escenario del futuro es una lucha por el poder en esos mares. Así lo vislumbran los juegos de guerra habituales en el Pentágono y sus equivalentes en China, Rusia, Japón, Taiwán, Surcorea y Vietnam”.

Por lo mismo, hay ya en EE.UU. 150 vietnamitas entrenándose, porque Saigón sabe que será el primer objetivo de Beijing. Eso no es nuevo: Vietnam fue durante siglos tributario del Imperio y sus herederos nunca han renunciado a reivindicaciones territoriales. También lo fueron toda Corea, media Birmania, Nepal, etc.

“Hasta el presente –subraya Kaplan- no ha habido fuerzas de mar y tierra capaces de amenazar a EE.UU. Esta situación cambiará rápidamente, pues China jugará agotadoras partidas contra EE.UU. sobre el tablero del Pacífico.” El futurólogo afirma que “el sistema norteamericano de alianzas, armado en los últimos cincuenta años, ya no sirve. Las guerras en la ex Yugoslavia y, especialmente, Kosovo (1999) han puesto en evidencia el colapso interno de la OTAN”.

Dejando de lado la “derrota liminar” en Vietnam o el papelón en Somalía, “esa alianza demostró su quiebra en Afganistán y la confirmó en Irak”, En la fase actual, peligra el comando norteamericano del Pacífico (PaCom), cuya jurisdicción llega hasta Australia y Nueva Zelanda, dos virtuales satélites de Washington.

Kaplan apela al testimonio de Michael Vickers (Centro de evaluaciones presupuestarias y estratégicas, Washington DC), a cuyo criterio “embarcarse en una guerra contra China es tan simple como inevitable. El problema será cómo salir. Existe un estudio reservado del Pentágono, según el cual para lograrlo será preciso reducir drásticamente la capacidad militar y económica del enemigo, amenazar sus fuentes de energía, combustibles y agua, mientras se busca el colapso del Partido Comunista como aparato de gobierno”.

Dejando de lado suspicacias sobre la repentina contaminación cerca de la frontera rusochina, estos “expertos” olvidan que resulta imposible ocupar siquiera las principales ciudades –o sea, con más de 15 millones de residentes- de un país con 9.600.000 km2 (tercero del mundo en superficie) y 1.300 millones de habitantes. Sólo los mongoles lo consiguieron en el siglo XIII, pero a costa de abandonar sus tierras patrias.

Volviendo al trabajo de Kaplan, “en los decenios venideros, China destinará cada vez más recursos al gasto bélico. Lo único realista es que EE.UU. haga lo mismo. Debe tenerse en cuenta que, a diferencia de la perimida Unión Soviètica, China tiene tanto poder blando como duro. Su peculiar mezcla de autoritarismo y economía de mercado (pero no libre) seduce al resto de Asia. De hecho, Vladyímir Putin está imitándola”.

El analista reconoce algo que George W.Bush, Tony Blair y sus gobiernos persisten en ignorar: “la democracia resulta comprensible o deseable en pocas zonas fuera de las economías centrales”. Eso explica la proliferación de tropas norteamericanas sobre las fronteras chinas, rusas e indias, donde hay presencia en Uzbekistán, Afganistán, Tadyikistán, Pakistán, Singapur, Tailandia, Papúa-Nueva Guinea, Filipinas, Malasia, Japón, Surcorea y Australia. Salvo los últimos tres, los otros no son precisamente ejemplo de democracia.

Otro experto cercano al Pentágono, Mark Helprin, reitera ante Kaplan la idea de que “empeñarse en democratizar Oriente medio es una pérdida de tiempo. Mientras tanto, China se apresta a recoger los frutos de una política tan pragmática que roza lo amoral, respondiendo a sus propios intereses. Como hacían el Imperio Británico hasta 1947 o EE.UU. durante la guerra fría”.

Este realismo queda en parte neutralizado por el fundamentalismo neoconservador de Kaplan, con su carga de patriotismo globalizante. Por eso, pronostica: “A medida como la influencia económica y financiera de EE.UU. se extienda por el mundo, la Unión Europea se sumará a China y Rusia en la puja por espacios marítimos y en defensa de sus propios intereses”. Estas profecías, amen de contradictorias, trasuntan un desconocimiento de la historia. Roma, ese modelo caro al neoimperialismo norteamericano, cayó cuando no tenía rivales militares serios. Pero sí un desbarajuste económico y financiero de órdago –originado en crecientes gastos bélicos y corrupción-, parecido al del actual EE.UU.

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