Todavía en abril, el Fondo Monetario Internacional anticipaba 4,5% de crecimiento en el “producto bruto mundial”, un parámetro no precisamente seguro. Sus técnicos, tampoco exentos de equivocaciones, proyectaban ese ritmo a este año y el próximo. Meses más tarde, varios analistas abrigan serias dudas.
La clave reside en el segundo trimestre, como lo señala la reciente ola de indicadores débiles en la economía norteamericana. “Tras casi un año de ajustar en alza los pronósticos, en función de expectativas y no de datos concretos, casi todos nos hemos pasado de optimismo”. Así admitía, a fin de agosto, un informe de Deutsche Asset Management.
De ahí que algunas bolsas vengan mostrándose inestables. Por un lado, la resistencia de los crudos tejanos a prolongar el retroceso más abajo de la cota US$ 42/45 el barril se siente en Fráncfort, París y, hasta cierto punto, Nueva York (pero fomenta la larga burbuja londinense). Por el otro, las señales de menor impulso económico afectan curiosamente a Wall Street: ante cada onda bajista, una docena de grandes operadores -muy comprometidos con la reelección presidencial-. sale a comprar cualquier cosa. Inclusive acciones tecnológicas o de cadenas minoristas, ambas en fase declinante.
“El ciclo global iniciado en 2002, en realidad, nunca alcanzó una etapa autosustentable. Sigue dependiendo –explicaba Stephen Roach, de Morgan Stanley- de estímulos monetarios y fiscales originados en Washington o de demanda externa a la economía norteamericana”. De ahí que, ahora, varios analistas de mercado y algunos economistas serios –el FMI y el Banco Mundial ya no los tienen- estén inquietos por la “repentina” desaceleración en EE.UU. y Asia oriental. La Eurozona, ya venía pálida desde marzo.
En la principal economía del mundo y la más endeudada en la historia del capitalismo, el ritmo anual del PBI fue aflojando a 4,4 a 2,8% entre abril y el momento actual. Más volátil, el gasto de los consumidores pasó de crecer 4% a hacerlo apenas 1%: el ritmo más lento desde la recesión de 2000/1.
Por supuesto, el sector privado opta por postergar o suspender planes de tomar o retomar personal. El impacto negativo en el nivel de empleo impresionó tanto al comité de campaña republicano que, durante el “show” de Nueva York, el tema no fue mencionado. En cierto como, como sospecha el analista británico Martin Wolf, “el discurso de George W.Bush, prometiendo todas las guerras preventivas que hagan falta, parece una forma oblicua de promover empleo vía reclutamiento y gastos militares”.
Japón se ve un poco vacilante. Después de sostener un ritmo anual de 6% en el PBI (cuarto trimestre de 2003, primero de 2004), el impulso cedió a 1,7% anual. La Eurozona sólo logró expandirse a 2,5% anual en la primar mitad del año. Pero Raghuram Rajan, analista principal del Fondo, insiste en su optimismo genérico, quizá por necesidades políticas de la conducción ejecutiva.
En este contexto, resulta poco agraciado que, entre los documentos preliminares a la próxima reunión semestral FMI-BIRF, figure una recomendación de Rodrigo Rato para que EE.UU. tenga más disciplina fiscal y tanto la Eurozona como Japón efectúen “reformas estructurales”. O sea, adopten las recetas favoritas del mercado financiero y bursátil.
Todavía en abril, el Fondo Monetario Internacional anticipaba 4,5% de crecimiento en el “producto bruto mundial”, un parámetro no precisamente seguro. Sus técnicos, tampoco exentos de equivocaciones, proyectaban ese ritmo a este año y el próximo. Meses más tarde, varios analistas abrigan serias dudas.
La clave reside en el segundo trimestre, como lo señala la reciente ola de indicadores débiles en la economía norteamericana. “Tras casi un año de ajustar en alza los pronósticos, en función de expectativas y no de datos concretos, casi todos nos hemos pasado de optimismo”. Así admitía, a fin de agosto, un informe de Deutsche Asset Management.
De ahí que algunas bolsas vengan mostrándose inestables. Por un lado, la resistencia de los crudos tejanos a prolongar el retroceso más abajo de la cota US$ 42/45 el barril se siente en Fráncfort, París y, hasta cierto punto, Nueva York (pero fomenta la larga burbuja londinense). Por el otro, las señales de menor impulso económico afectan curiosamente a Wall Street: ante cada onda bajista, una docena de grandes operadores -muy comprometidos con la reelección presidencial-. sale a comprar cualquier cosa. Inclusive acciones tecnológicas o de cadenas minoristas, ambas en fase declinante.
“El ciclo global iniciado en 2002, en realidad, nunca alcanzó una etapa autosustentable. Sigue dependiendo –explicaba Stephen Roach, de Morgan Stanley- de estímulos monetarios y fiscales originados en Washington o de demanda externa a la economía norteamericana”. De ahí que, ahora, varios analistas de mercado y algunos economistas serios –el FMI y el Banco Mundial ya no los tienen- estén inquietos por la “repentina” desaceleración en EE.UU. y Asia oriental. La Eurozona, ya venía pálida desde marzo.
En la principal economía del mundo y la más endeudada en la historia del capitalismo, el ritmo anual del PBI fue aflojando a 4,4 a 2,8% entre abril y el momento actual. Más volátil, el gasto de los consumidores pasó de crecer 4% a hacerlo apenas 1%: el ritmo más lento desde la recesión de 2000/1.
Por supuesto, el sector privado opta por postergar o suspender planes de tomar o retomar personal. El impacto negativo en el nivel de empleo impresionó tanto al comité de campaña republicano que, durante el “show” de Nueva York, el tema no fue mencionado. En cierto como, como sospecha el analista británico Martin Wolf, “el discurso de George W.Bush, prometiendo todas las guerras preventivas que hagan falta, parece una forma oblicua de promover empleo vía reclutamiento y gastos militares”.
Japón se ve un poco vacilante. Después de sostener un ritmo anual de 6% en el PBI (cuarto trimestre de 2003, primero de 2004), el impulso cedió a 1,7% anual. La Eurozona sólo logró expandirse a 2,5% anual en la primar mitad del año. Pero Raghuram Rajan, analista principal del Fondo, insiste en su optimismo genérico, quizá por necesidades políticas de la conducción ejecutiva.
En este contexto, resulta poco agraciado que, entre los documentos preliminares a la próxima reunión semestral FMI-BIRF, figure una recomendación de Rodrigo Rato para que EE.UU. tenga más disciplina fiscal y tanto la Eurozona como Japón efectúen “reformas estructurales”. O sea, adopten las recetas favoritas del mercado financiero y bursátil.