La semana política se inicia con Fernando de la Rúa en Washington, en el comienzo de una gira que culminará en Egipto, pasando por Colombia. El Presidente, presionado por las complicaciones registradas en el frente interno, busca en el exterior, consolidar una política económica y financiera que alimente sus esperanzas de recuperar con la movilización del intercambio comercial y con el arribo de inversiones, el espacio perdido desde el 10 de diciembre pasado.
En ese lapso no logró atenuar el malhumor y la desconfianza creados en la población por los últimos tiempos de gobierno de Carlos Saúl Menem. El capital con que asumió la Presidencia, construido en base a la esperanza y a las promesas electorales de que daría una vigorosa vuelta de timón a la herencia recibida, se deterioró en este medio año .
La imposibilidad de desplegar una eficiente y dinámica política de reactivación económica y demanda de empleo se han expresado en dos polos: el de la oposición y el de las fuerzas que se coaligaron para conquistar el poder ejercido por el Justicialismo durante un decenio.
Mientras procura robustecer la proyección externa del país, se nutre de los indicadores positivos que apuntan a una mejor situación de la economía – aumento de las exportaciones, balanza comercial favorable, perspectivas de apertura de mercados para la producción agropecuaria, exportación de alta tecnología nuclear a Australia – y analiza el tablero de la política doméstica.
En este campo, los analistas perciben su inclinación a encarar una aproximación a los gobernadores que expresan el liderazgo colectivo ante el opacamiento de la imagen de Menem. La interlocución se encarna en los mandatarios justicialistas de provincia y en los hombres que tienen influencia en las decisiones del Senado – pieza clave por su mayoría de bancas – y en la Cámara de Diputados.
Esa política de Estado, basada en el consenso con la oposición sobre líneas de acción concretas, tiene su punto débil en la coalición oficialista, en la que es necesario cerrar las fisuras experimentadas en las dos últimas semanas.
Porque no solamente tuvo de la Rúa que enfrentar la deserción de sus filas de algunos sectores que jugaron un papel destacado en su éxito electoral – por ejemplo, los docentes y los estatales comandados por Víctor De Gennaro – sino la rebelión verbal, estridente en legisladores de la Alianza y en sordina, de hombres de influencia, como Raúl Alfonsin, Federico Storani, Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno, enfrentados con las medidas de ajuste exigidas por el FMI.
Todo comenzará a mostrar un rostro más optimista en la medida en que la Argentina ajuste su inserción en la economía globalizada. A esto apunta el Presidente de la Rúa, necesitado de establecer bases de convivencia con sus opositores – en los que discrimina a adversarios y enemigos – hasta lograr que signos concretos y palpables de reactivación y demanda de empleo le permitan concretar las bases de su propuesta electoral.
La semana política se inicia con Fernando de la Rúa en Washington, en el comienzo de una gira que culminará en Egipto, pasando por Colombia. El Presidente, presionado por las complicaciones registradas en el frente interno, busca en el exterior, consolidar una política económica y financiera que alimente sus esperanzas de recuperar con la movilización del intercambio comercial y con el arribo de inversiones, el espacio perdido desde el 10 de diciembre pasado.
En ese lapso no logró atenuar el malhumor y la desconfianza creados en la población por los últimos tiempos de gobierno de Carlos Saúl Menem. El capital con que asumió la Presidencia, construido en base a la esperanza y a las promesas electorales de que daría una vigorosa vuelta de timón a la herencia recibida, se deterioró en este medio año .
La imposibilidad de desplegar una eficiente y dinámica política de reactivación económica y demanda de empleo se han expresado en dos polos: el de la oposición y el de las fuerzas que se coaligaron para conquistar el poder ejercido por el Justicialismo durante un decenio.
Mientras procura robustecer la proyección externa del país, se nutre de los indicadores positivos que apuntan a una mejor situación de la economía – aumento de las exportaciones, balanza comercial favorable, perspectivas de apertura de mercados para la producción agropecuaria, exportación de alta tecnología nuclear a Australia – y analiza el tablero de la política doméstica.
En este campo, los analistas perciben su inclinación a encarar una aproximación a los gobernadores que expresan el liderazgo colectivo ante el opacamiento de la imagen de Menem. La interlocución se encarna en los mandatarios justicialistas de provincia y en los hombres que tienen influencia en las decisiones del Senado – pieza clave por su mayoría de bancas – y en la Cámara de Diputados.
Esa política de Estado, basada en el consenso con la oposición sobre líneas de acción concretas, tiene su punto débil en la coalición oficialista, en la que es necesario cerrar las fisuras experimentadas en las dos últimas semanas.
Porque no solamente tuvo de la Rúa que enfrentar la deserción de sus filas de algunos sectores que jugaron un papel destacado en su éxito electoral – por ejemplo, los docentes y los estatales comandados por Víctor De Gennaro – sino la rebelión verbal, estridente en legisladores de la Alianza y en sordina, de hombres de influencia, como Raúl Alfonsin, Federico Storani, Leopoldo Moreau y Rodolfo Terragno, enfrentados con las medidas de ajuste exigidas por el FMI.
Todo comenzará a mostrar un rostro más optimista en la medida en que la Argentina ajuste su inserción en la economía globalizada. A esto apunta el Presidente de la Rúa, necesitado de establecer bases de convivencia con sus opositores – en los que discrimina a adversarios y enemigos – hasta lograr que signos concretos y palpables de reactivación y demanda de empleo le permitan concretar las bases de su propuesta electoral.