El paro convoca a la reflexión

Fuerte adhesión al paro del viernes. Movilizaciones espontáneas y violencia coercitiva. Preocupa la presencia de grupos extremistas que quieren radicalizar el proceso político.

10 junio, 2000

La semana laboral culminó el viernes con un paro de actividades dispuesto por el sector sindical que contó con una fuerte adhesión. Puede discutirse en qué medida la gente no concurrió a sus puestos de trabajo por propia decisión o por imperio de las condiciones de violencia generadas a partir del miércoles y agravadas durante la jornada.

Ataques a colectivos y taxis, con daños en los vehículos y conductores heridos o lesionados, se desencadenaron mediante pedradas, elementos metálicos y hasta bombas “molotov” y petardos. No quedan dudas a los observadores de que en el conflicto se une la espontaneidad de la gente que expresó una auténtica protesta personal, encuadrada por lo general en sus organizaciones sindicales, con una acción aparentemente caótica, anárquica, detrás de la cual es posible percibir la existencia de grupúsculos radicalizados, cuyo objetivo no es corregir injusticias, sino poner en peligro al sistema democrático.

El movimiento paralizó en gran medida el país. Las evaluaciones más objetivas señalan su fuerte incidencia en el transporte, en la administración pública, la industria y en menor proporción en las actividades comerciales. Pero, como expresó Fernando de la Rúa está claro que “el paro no le hace bien a la economía”.

En mayor dimensión puede estimarse el uso de este recurso con una periodicidad que no sólo afectará al país en su estructura económica y social, sino que introducirá la desazón en la dirigencia política y la falta de confianza en los inversores. De ahí que haya circulado en los últimos días una pregunta que resume las inquietudes generales: “Y a partir de hoy, qué?”.

La semana laboral culminó el viernes con un paro de actividades dispuesto por el sector sindical que contó con una fuerte adhesión. Puede discutirse en qué medida la gente no concurrió a sus puestos de trabajo por propia decisión o por imperio de las condiciones de violencia generadas a partir del miércoles y agravadas durante la jornada.

Ataques a colectivos y taxis, con daños en los vehículos y conductores heridos o lesionados, se desencadenaron mediante pedradas, elementos metálicos y hasta bombas “molotov” y petardos. No quedan dudas a los observadores de que en el conflicto se une la espontaneidad de la gente que expresó una auténtica protesta personal, encuadrada por lo general en sus organizaciones sindicales, con una acción aparentemente caótica, anárquica, detrás de la cual es posible percibir la existencia de grupúsculos radicalizados, cuyo objetivo no es corregir injusticias, sino poner en peligro al sistema democrático.

El movimiento paralizó en gran medida el país. Las evaluaciones más objetivas señalan su fuerte incidencia en el transporte, en la administración pública, la industria y en menor proporción en las actividades comerciales. Pero, como expresó Fernando de la Rúa está claro que “el paro no le hace bien a la economía”.

En mayor dimensión puede estimarse el uso de este recurso con una periodicidad que no sólo afectará al país en su estructura económica y social, sino que introducirá la desazón en la dirigencia política y la falta de confianza en los inversores. De ahí que haya circulado en los últimos días una pregunta que resume las inquietudes generales: “Y a partir de hoy, qué?”.

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