El diálogo con Bill Clinton superó los minutos fijados en la agenda y estuvo rodeado de un marco de interés y cordialidad que no suele ser usual.
La impresión generalizada apunta a señalar que la empatía de los interlocutores determinó la prolongación, más allá de lo previsto, del intercambio de ideas. Pero, despojando a los hechos de su encarnadura de imágenes, el resultado final puede resumirse escuetamente de esta manera: El argentino pidió el apoyo de Clinton para atenuar los rigores de las exigencias del Fondo Monetario Internacional. Clinton, por su parte, introdujo su preocupación por la apertura irrestricta de los cielos argentinos a las líneas aéreas de su país.
No es lógico pedir decisiones concretas en el marco de una visita protocolar. La índole de las relaciones personales que se entablan en ese nivel suele ser decisivo para el rumbo posterior de las negociaciones entre naciones. Así que no posible, ni serio, pretender hacer un balance y extraer consecuencias de la visita de ayer a la Casa Blanca.
Lo que ha trascendido del episodio es que Fernando de la Rúa solicitó una “actitud más comprensiva de los organismos internacionales hacia los países como la Argentina”. Luego, en el almuerzo en el salón comedor presidencial, de manera sutil el anfitrión deslizó que a la Argentina le ayudaría a generar empleo “una política de cielos abiertos”.
Una insinuación que encuentra fuertes resistencias en medios políticos y sindicales argentinos. Ya que una apertura indiscriminada de cielos implicaría abrir sin normas reguladoras la libre competencia entre empresas aéreas.
La respuesta del argentino apeló a un argumento que Clinton conoce perfectamente como consecuencia de sus
pulseadas permanentes con el Capitolio y la oposición republicana. “La tendencia en mi país es a abrir los mercados y nosotros queremos incrementar la llegada de turistas estadounidenses. Pero la opinión pública aún no está preparada en mi país y por eso voy a enviar al Congreso el acuerdo por los cielos abiertos que hizo el gobierno anterior”.
En cambio, otro objetivo del mandatario norteamericano se vio complacido. De la Rúa pudo poner sobre la mesa el texto de las normas legales que desregularizan el mercado de las telecomunicaciones. El cambio, de acuerdo a la opinión de los entendidos, significará un caudal de inversiones desde el norte que oscila entre US$ 4.000 ó US$ 5000 millones.
Los periodistas argentinos oyeron durante una conferencia de prensa celebrada por la noche, las estimaciones del Presidente y sus acompañantes:
1. Para de la Rúa las inversiones eventuales pueden rondar los US$ 20.000 millones.
2. Al rubro telecomunicaciones corresponderían US$ 5.000 millones.
3. Las obras públicas recibirán unos US$ 3.000 millones.
4. Para el rubro electricidad se prevé un aporte de US$ 6.000 millones.
5. El resto se distribuye entre minería, exportación de la industria agroalimentaria y secutirización de bancos.
El diálogo con Bill Clinton superó los minutos fijados en la agenda y estuvo rodeado de un marco de interés y cordialidad que no suele ser usual.
La impresión generalizada apunta a señalar que la empatía de los interlocutores determinó la prolongación, más allá de lo previsto, del intercambio de ideas. Pero, despojando a los hechos de su encarnadura de imágenes, el resultado final puede resumirse escuetamente de esta manera: El argentino pidió el apoyo de Clinton para atenuar los rigores de las exigencias del Fondo Monetario Internacional. Clinton, por su parte, introdujo su preocupación por la apertura irrestricta de los cielos argentinos a las líneas aéreas de su país.
No es lógico pedir decisiones concretas en el marco de una visita protocolar. La índole de las relaciones personales que se entablan en ese nivel suele ser decisivo para el rumbo posterior de las negociaciones entre naciones. Así que no posible, ni serio, pretender hacer un balance y extraer consecuencias de la visita de ayer a la Casa Blanca.
Lo que ha trascendido del episodio es que Fernando de la Rúa solicitó una “actitud más comprensiva de los organismos internacionales hacia los países como la Argentina”. Luego, en el almuerzo en el salón comedor presidencial, de manera sutil el anfitrión deslizó que a la Argentina le ayudaría a generar empleo “una política de cielos abiertos”.
Una insinuación que encuentra fuertes resistencias en medios políticos y sindicales argentinos. Ya que una apertura indiscriminada de cielos implicaría abrir sin normas reguladoras la libre competencia entre empresas aéreas.
La respuesta del argentino apeló a un argumento que Clinton conoce perfectamente como consecuencia de sus
pulseadas permanentes con el Capitolio y la oposición republicana. “La tendencia en mi país es a abrir los mercados y nosotros queremos incrementar la llegada de turistas estadounidenses. Pero la opinión pública aún no está preparada en mi país y por eso voy a enviar al Congreso el acuerdo por los cielos abiertos que hizo el gobierno anterior”.
En cambio, otro objetivo del mandatario norteamericano se vio complacido. De la Rúa pudo poner sobre la mesa el texto de las normas legales que desregularizan el mercado de las telecomunicaciones. El cambio, de acuerdo a la opinión de los entendidos, significará un caudal de inversiones desde el norte que oscila entre US$ 4.000 ó US$ 5000 millones.
Los periodistas argentinos oyeron durante una conferencia de prensa celebrada por la noche, las estimaciones del Presidente y sus acompañantes:
1. Para de la Rúa las inversiones eventuales pueden rondar los US$ 20.000 millones.
2. Al rubro telecomunicaciones corresponderían US$ 5.000 millones.
3. Las obras públicas recibirán unos US$ 3.000 millones.
4. Para el rubro electricidad se prevé un aporte de US$ 6.000 millones.
5. El resto se distribuye entre minería, exportación de la industria agroalimentaria y secutirización de bancos.