sábado, 8 de marzo de 2025
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¿Cuál será el destino de las viejas “granjas colectivas”?

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Hasta hoy, decenas de millones de hectáreas han sido víctimas del estancamiento ocasionado desde 1990 por el colapso de la Unión Soviética. Al parecer, ese estado de cosas se halla en vías de cambio, por lo menos parcialmente.

<p>Casi un decenio de &ldquo;capitalismo eslavo&rdquo; fue transformando la industria en la ex URSS, en particular la Federaci&oacute;n Rusa y Ucrania. Ahora, una paulatina transformaci&oacute;n &ndash;sus propagandistas occidentales la llaman &ldquo;revoluci&oacute;n&rdquo;- alcanza la agricultura, barriendo granjas colectivas que resistieron una reforma anterior. Cabe una observaci&oacute;n: el castellano &ldquo;granja&rdquo; es traducci&oacute;n incorrecta de &ldquo;<em>farm</em>&rdquo;, pues se trata realmente de grandes explotaciones. Vale decir, ranchos o estancias.</p>
<p>El modelo sovi&eacute;tico, en efecto, sigue primando y tomar&aacute; tiempo modificarlo, pese al optimismo de fondos inversores y consultor&iacute;as. A diferencia del intento previo, hoy los altos precios internacionales de granos (el trigo, solo, subi&oacute; casi 90% en 2007 y el primer semestre de 2008) y la nueva reforma permiten que extranjeros compren, posean o exploten tierras de pan llevar.</p>
<p>Por consiguiente, el negocio de adquirir y modernizar explotaciones colectivas resulta rendidor. Por lo cual atrae gestores de fondos especulativos (un peligro), oligarcas locales (otro), inversores escandinavos o b&aacute;lticos, etc. Cabe se&ntilde;alar que el proceso se inici&oacute; a&ntilde;os atr&aacute;s en Ucrania y sus tierras negras. Esta vez, la idea no es dividir &aacute;reas en granjas familiares sino lo opuesto, convertir grandes explotaciones manejadas como empresas.</p>
<p>Esto parece aceptarse en Ucrania y Moldavia. Pero Alyexiei Gordy&eacute;yev &ndash;ministro agr&iacute;cola ruso- considera la producci&oacute;n de alimentos en t&eacute;rminos de seguridad. El a&ntilde;o pasado, alrededor de 7% de la tierra arable en el mundo es propiedad del gobierno moscovita o las explotaciones colectivas. No obstante, un sexto de esa masa (35 millones de hect&aacute;reas, sin contar Ucrania) est&aacute; en barbecho. Aun excluyendo &aacute;reas contaminadas por Chern&oacute;byl y la industria, Rusia tienen millones de hect&aacute;reas sin tocar.</p>
<p>Entretanto, los rindes son exiguos, aun compar&aacute;ndolos con la &eacute;poca zarista. Promedian 1,85 toneladas por hect&aacute;rea, contra 3,04 en Canad&aacute; o 6,35 en Estados Unidos. Obviamente, una expansi&oacute;n sostenida de capacidad sembrada consolidar&iacute;a la influencia rusa como potencia en un mundo multipolar. Complementar&iacute;a, as&iacute;, el papel hoy a cargo de los hidrocarburos, aunque sin un monopolio estatal como Gazprom.</p>
<p>El precio de la tierra ha pasado de US$ 570 la hect&aacute;rea en 2006 a 1.000 (+75,4%) en la actualidad. Naturalmente, todo est&aacute; en pa&ntilde;ales. Las inversiones concretas y el flujo especulador son relativamente bajos en relaci&oacute;n con el tama&ntilde;o del sector, lo cual explica que Ucrania &ndash;mucho menos extensa pero con mayor proporci&oacute;n de tierras aptas- haya tomado la delantera en las transformaciones.</p>

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