China y sus complejas perspectivas con vistas a 2007

Escribiendo para Knowledge@Wharton, el experto en management financiero Marshall Meyer estima que, el año entrante, “China probablemente deje al yüan repreciarse con mayor amplitud que hasta ahora. Pero no demasiado”.

20 diciembre, 2006

Meyer, pues, no espera ajustes muy pronunciados ni, mucho menos, los que quisieran Estados Unidos y los analistas “ortodoxos” del “Financial times” o el “Wall Street journal”. Beijing “continuará con las minirrevaluaciones y las hará particularmente cuando existan presiones políticas. Como, verbigracia, la reciente visita del secretario de hacienda norteamericano, Henry Paulson”.

Pero, advierte su colega Robert Marston,, “si el gobierno dejase la moneda flotar con mayor libertad, los resultados podrían desilusionar al resto del mundo”. A su jucio, ese país “seguiría siendo un competidor formidable, aun si el yüan aumentase 30 a 40% contra la canasta dólar-euro-yen”. En esta drástica visión, “esa economía debiera inspirar serios temores, observando lo que ya les ha hecho a rivales alrededor del planeta”.

Por cierto, muchas vulnerabilidades a orillas del océano Pacífico, sobre todo en Méjico, Chile y otros países latinoamericanos, tienen un origen común, A saber, “son economías que flotan como peces muertos en el agua, incapaces de competir con los chinos y aunque no admitan esa realidad”.

Sin embargo, el Reino del Medio no carece de problemas propios, algunos lo bastante severos como para constituir amenazas globales, sea cual fuere el valor del yüan. Así, sus mercados de capital siguen estancados, en tanto casi todas las empresas optan por buscar financiamiento en Hongkong o, por su intermedio, Singapur y Taipei.

Por consiguiente, apunta Marston, “los chinos ahorrativos no tienen muchas oportunidades de invertir como es normal en otras economías. Por ejemplo, para cubrir la educación de los hijos o asegurarse una jubilación decente”. En este plano, se parecen a varios países latinoamericanos. Por ende, “ponen todos en cuentas de ahorro bancarias que pagan tasas exiguas, mientras el sistema está agobiado por US$ 650/700.000 millones en carteras incobrables”.

Sin duda, muchos bancos están en problemas. No se han modernizado ni racionalizado, como sí lo han hecho otros sectores económicos. Ello se debe, en gran parte, a que se conceden demasiados créditos por razones políticas o como resultado de la corrupción sistémica. De esa manera, los bancos han prestado enormes sumas que, probablemente, jamás sean recobradas. “La magnitud de esos créditos incobrables –indica Meyer- quizá no supere las estimaciones habituales. Pero el problema es que, en vez de disminuir, según ha prometido tantas veces el banco central, continúan subiendo”.

En los últimos años, el gobierno ha permitido a ciudadanos y empresas transferir a Hongkong o al exterior crecientes sumas. En el peor de los casos, eso fomentará –llegada una crisis- la huida de más fondos a colocaciones o geografías más seguras. A su turno, el fenómeno causará una corrida contra los bancos, similar a la ocurrida en el sudeste asiático (1997/8).

Por supuesto, Beijing bien pudiera obtener fondos vendiendo su billón de dólares en reservas, mayormente colocadas en bonos de Tesorería norteamericanos. “Si sucediese algo así – presume Meyer-, las tasas largas pegarían un salto en Estados Unidos y otras economías centrales Sería mucho peor que las dos crisis de los años 90”.

El analista se apresura a aclarar que no ve “muchas probabilidades en ese sentido. Pero pueden ir surgiendo a medida como se acentúe el descontrol de carteras incobrables”. Este tema ha desaparecido últimamente de los informes que difunden bancas y gurúes occidentales, tal vez para no desvelar a Paulson ni a Benjamin Bernanke (Reserva Federal), pero el asunto debiera debatirse.

“Beijing no niega esa realidad, pero tampoco pone en claro si actuará con la celeridad y la oportunidad requeridas para prevenir una crisis del sistema. Ésta es la incógnita clave de 2007 y no sólo para China”.

Meyer, pues, no espera ajustes muy pronunciados ni, mucho menos, los que quisieran Estados Unidos y los analistas “ortodoxos” del “Financial times” o el “Wall Street journal”. Beijing “continuará con las minirrevaluaciones y las hará particularmente cuando existan presiones políticas. Como, verbigracia, la reciente visita del secretario de hacienda norteamericano, Henry Paulson”.

Pero, advierte su colega Robert Marston,, “si el gobierno dejase la moneda flotar con mayor libertad, los resultados podrían desilusionar al resto del mundo”. A su jucio, ese país “seguiría siendo un competidor formidable, aun si el yüan aumentase 30 a 40% contra la canasta dólar-euro-yen”. En esta drástica visión, “esa economía debiera inspirar serios temores, observando lo que ya les ha hecho a rivales alrededor del planeta”.

Por cierto, muchas vulnerabilidades a orillas del océano Pacífico, sobre todo en Méjico, Chile y otros países latinoamericanos, tienen un origen común, A saber, “son economías que flotan como peces muertos en el agua, incapaces de competir con los chinos y aunque no admitan esa realidad”.

Sin embargo, el Reino del Medio no carece de problemas propios, algunos lo bastante severos como para constituir amenazas globales, sea cual fuere el valor del yüan. Así, sus mercados de capital siguen estancados, en tanto casi todas las empresas optan por buscar financiamiento en Hongkong o, por su intermedio, Singapur y Taipei.

Por consiguiente, apunta Marston, “los chinos ahorrativos no tienen muchas oportunidades de invertir como es normal en otras economías. Por ejemplo, para cubrir la educación de los hijos o asegurarse una jubilación decente”. En este plano, se parecen a varios países latinoamericanos. Por ende, “ponen todos en cuentas de ahorro bancarias que pagan tasas exiguas, mientras el sistema está agobiado por US$ 650/700.000 millones en carteras incobrables”.

Sin duda, muchos bancos están en problemas. No se han modernizado ni racionalizado, como sí lo han hecho otros sectores económicos. Ello se debe, en gran parte, a que se conceden demasiados créditos por razones políticas o como resultado de la corrupción sistémica. De esa manera, los bancos han prestado enormes sumas que, probablemente, jamás sean recobradas. “La magnitud de esos créditos incobrables –indica Meyer- quizá no supere las estimaciones habituales. Pero el problema es que, en vez de disminuir, según ha prometido tantas veces el banco central, continúan subiendo”.

En los últimos años, el gobierno ha permitido a ciudadanos y empresas transferir a Hongkong o al exterior crecientes sumas. En el peor de los casos, eso fomentará –llegada una crisis- la huida de más fondos a colocaciones o geografías más seguras. A su turno, el fenómeno causará una corrida contra los bancos, similar a la ocurrida en el sudeste asiático (1997/8).

Por supuesto, Beijing bien pudiera obtener fondos vendiendo su billón de dólares en reservas, mayormente colocadas en bonos de Tesorería norteamericanos. “Si sucediese algo así – presume Meyer-, las tasas largas pegarían un salto en Estados Unidos y otras economías centrales Sería mucho peor que las dos crisis de los años 90”.

El analista se apresura a aclarar que no ve “muchas probabilidades en ese sentido. Pero pueden ir surgiendo a medida como se acentúe el descontrol de carteras incobrables”. Este tema ha desaparecido últimamente de los informes que difunden bancas y gurúes occidentales, tal vez para no desvelar a Paulson ni a Benjamin Bernanke (Reserva Federal), pero el asunto debiera debatirse.

“Beijing no niega esa realidad, pero tampoco pone en claro si actuará con la celeridad y la oportunidad requeridas para prevenir una crisis del sistema. Ésta es la incógnita clave de 2007 y no sólo para China”.

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