Por supuesto, no todo es miel sobre hojuelas, creen en Wall Street (aunque su opinión no desvela a Lula). En realidad, agencias como Standard & Poor’s se imitan a evaluar la capacidad de repagar deudas y, como acaba de recordar Paul Volcker, su papel en la doble crisis norteamericana (malas hipotecas, iliquidez) ha sido lamentable. También lo fue durante la primera campaña electoral del mandatario brasileño o el canje de deuda argentino.
. Técnicamente, la recalificación torna los títulos soberanos de un país más atractivos para fondos inversores y jubilatorios, aseguradoras de bonos, prestamistas en general, etc. Naturalmente, los logros de Brasil son notables. Hace seis años, los gurúes esperaban una bancarrota vía cese de pagos. La deuda interna sigue alta pero, astutamente, está en reales. Además, S&P cree que la neutraliza la contracción del pasivo externo en moneda fuerte. Por otra parte, ha mejorado la gestión económica y se han desenvuelto instituciones financieras más fiables. Compañías dinámicas, como la estatal Petrobrás o la minera privada Vale do rio Doce, ya habían sido recalificadas hacia arriba. Amén de ello, Brasil marca una tendencia común a grandes economías en desarrollo: el regreso al mercado voluntario de capitales.
En estos diez años, S&P y Moody’s Investors Service han subido la nota a catorce países desde Polonia a Kadzajstán. Brasil se ubica ahora junto a Rusia –heredera de la URSS-, China e India. Al grupo suele llamársele “BRIC”, si bien Rusia era en rigor una economía centralmente planificada, como sigue siéndolo China.
El BBB- otorgado a Brasil es idéntico al de India y es el grado a partir del cual un país es apto para recibir préstamos e inversiones. Naturalmente, la categoría queda expuesta a turbulencias en mercados secundarios (los del grupo BRIC, por ejemplo), derrumbes de precios de productos primarios o una fuerte recesión en Estados Unidos, Asia oriental o la Eurozona.