El enroque se produjo este miércoles el Moscú y dejó de lado la otra opción: Putín a Gazprom, el mayor monopolio estatal de hidrocarburos en el mundo. Ahí estaba Medvyédyev hasta el martes.
Hasta ahora, la única diferencia con su antecesor es un compromiso de “respetar libertades civiles en un contexto de desarrollo económico y social”. Por cierto, en ocho años de gobierno autocrático Putin, Rusia vivió una prosperidad sólo comparable con la lograda bajo Pedro I el grande (1682/1725).
Pese a estadísticas maquilladas por la Organización de Países Exportadores Petroleros, hoy Moscu es el máximo vendedor del planeta. Además, su brazo geopolítico (la Comunidad de Estados Independientes) posee las mayores reservas mundiales de hidrocarburos. No obstante, excepto el Ártico, no ha hecho en los últimos años hallazgos como los actuales en Brasil.
El flamante presidente llega en una coyuntura exterior difícil. Rusia sigue bloqueando exitosamente el “escudo estratégico” de la Otan sobre sus fronteras occidentales, un sueño que probablemente se esfume junto con George W.Bush, Richard Cheney y otros halcones desflecados. En realidad, a Rusia la ayuda un estruendoso error de la Unión Europea: aceptar la independencia de Kósovo y, al mismo tiempo, iniciar negociaciones para el ingreso de Serbia, que ya perdió Montenegro, otro paisito inviable).