La ola de fusiones se había extendido desde 1998 por Estados Unidos-Canadá, la Unión Europea, Asia oriental y sus periferias. Pero, antes de que la recesión se evidenciara a ambos lados del Atlántico –en Japón se arrastra desde 1991-, la brecha entre marcos regulatorios ya creaba serios problemas. Así, en octubre de 2000, General Electric (GE) anunciaba el proyecto de fusión con Honeywell International (HI), un paquete por US$ 46.000 millones. En mayo de 2001, las autoridades estadounidenses aprobaron la propuesta. En julio, la Comisión Europea (órgano ejecutivo de la UE, Bruselas) la frustró.
¿Qué había ocurrido entretanto? Primero, GE no aceptó una oferta de HI para reducir aquel precio en US$ 1.700 millones. Segundo, tampoco quiso vender a terceros parte del paquete de GE Capital Aviation Services (condición impuesta por la UE), pues consideraba que hacerlo iría contra los intereses de sus accionistas.
Crecientes divergencias
Sean cuales fueren los resultados de la apelación en curso, la actitud de Bruselas subraya crecientes divergencias, entre EE.UU. y la UE, en cuanto a qué es “defensa de la competencia” . Como observan analistas británicos y escandinavos, faltan lineamientos internacionales al respecto y este déficit se sentirá más cuando el euro haya desalojado a doce de las quince monedas existentes en la UE, durante la primera mitad de este año. Además, cabe recordar que la legislación sobre mono y oligopolios en cocina recién estará lista hacia 2010…
La Comisión Europea se opuso a la fusión porque, a su juicio, combinar un gran comprador de aviones y principal productor de motores jet (GE) con HI, líder en aeroelectrónica (avionics), acabaría ahogando la competencia. Un grupo de veinte expertos lo advierte: GE adquiere 10% de los aviones vendidos en el mundo para su división leasing (alquiler con opción de compra) y, en el futuro, preferirá aparatos de HI. Esta conjetura no es arbitraria, puesto que, en realidad, GE ya sólo compra aviones equipados con motores de su marca.
Otro riesgo era que, eventualmente, GE ofreciese descuentos a manufacturas dispuestas a emplear sólo sus motores, sistemas eléctricos y electrónicos. Tarde o temprano, los competidores tendrían que hacer lo mismo, poniendo en peligros su rentabilidad.
¿Cuestión cultural?
Por el contrario, a los reguladores estadounidenses no les preocupa la perspectiva de una “guerra de precios” en el sector (pues sostienen que beneficiaría a los clientes y usuarios). Tampoco temen restricciones a la competencia. Más allá de su suerte jurídica, éste es un caso piloto que resalta diferencias de cultura, además de una paradoja: hace más de 80 años, los europeos importaron de EE.UU. los conceptos de competencia, monopolio y oligopolio. Después, su aplicación en la práctica jurídica evolucionó por sendas divergentes.
Volviendo al leading case, Bruselas se alineó con los mayores rivales de GE; es decir Rolls-Royce, United Technologies y Rockwell International. El punto es muy relevante porque, en la UE, los litigios de esta clase no se dirimen en los tribunales –como en la América anglosajona-, sino por laudos de la Comisión ejecutiva. Éstos pueden apelarse sólo ante la Corte Europea de Justicia, Luxemburgo, procedimiento costoso y con escasas posibilidades de éxito.
Los problemas de GE-HI y otros de semejante entidad han coincidido, para peor, con la inserción traumática del euro. A su vez, ambos factores se conjugan con la recesión internacional generalizada y dificultan cualquier iniciativa importante en materia de FyA. Ocurre que la moneda física común tiene efectos deflacionarios sobre consumo y ventas, que tienden a agudizar tanto la competencia como las prácticas que la limitan.
Pisando el freno
Por otro lado, el propio congelamiento de FyA frena la modernización empresaria en la UE (es decir, los 15). Hasta mediados de 2000, en efecto, el euro virtual o financiero facilitaba la restructuración corporativa. Hoy ya no. A su vez, los mercados de capital han perdido impulso, muchos planes se han pospuesto y Eurolandia (los 12 de la moneda común) ve con azoramiento que las ventajas comparativas pasan a EE.UU., los socios de la UE con moneda propia (Gran Bretaña, en particular) y Suiza, cuyo franco es más fuerte que nunca en los últimos nueve años.
A criterio de algunos expertos norteamericanos, la UE trata de privilegiar FyA “internas” sobre “externas”. Pero, en los hechos, tampoco acepta sin reparos matrimonios capaces de crear vastas multinacionales con proyección fuera de Eurolandia (los 12, claro). Así pasó con Diageo plc, fruto del casamiento entre Grand Metropolitan y Guinness, a cuyos cónyuges se les exigió deshacerse de dos marcas líderes antes de intercambiar anillos. Esos mismos días, Bruselas rechazaba una fusión puramente británica, Airtours plc y First Choice, ambas en el sector turismo.
La ola de fusiones se había extendido desde 1998 por Estados Unidos-Canadá, la Unión Europea, Asia oriental y sus periferias. Pero, antes de que la recesión se evidenciara a ambos lados del Atlántico –en Japón se arrastra desde 1991-, la brecha entre marcos regulatorios ya creaba serios problemas. Así, en octubre de 2000, General Electric (GE) anunciaba el proyecto de fusión con Honeywell International (HI), un paquete por US$ 46.000 millones. En mayo de 2001, las autoridades estadounidenses aprobaron la propuesta. En julio, la Comisión Europea (órgano ejecutivo de la UE, Bruselas) la frustró.
¿Qué había ocurrido entretanto? Primero, GE no aceptó una oferta de HI para reducir aquel precio en US$ 1.700 millones. Segundo, tampoco quiso vender a terceros parte del paquete de GE Capital Aviation Services (condición impuesta por la UE), pues consideraba que hacerlo iría contra los intereses de sus accionistas.
Crecientes divergencias
Sean cuales fueren los resultados de la apelación en curso, la actitud de Bruselas subraya crecientes divergencias, entre EE.UU. y la UE, en cuanto a qué es “defensa de la competencia” . Como observan analistas británicos y escandinavos, faltan lineamientos internacionales al respecto y este déficit se sentirá más cuando el euro haya desalojado a doce de las quince monedas existentes en la UE, durante la primera mitad de este año. Además, cabe recordar que la legislación sobre mono y oligopolios en cocina recién estará lista hacia 2010…
La Comisión Europea se opuso a la fusión porque, a su juicio, combinar un gran comprador de aviones y principal productor de motores jet (GE) con HI, líder en aeroelectrónica (avionics), acabaría ahogando la competencia. Un grupo de veinte expertos lo advierte: GE adquiere 10% de los aviones vendidos en el mundo para su división leasing (alquiler con opción de compra) y, en el futuro, preferirá aparatos de HI. Esta conjetura no es arbitraria, puesto que, en realidad, GE ya sólo compra aviones equipados con motores de su marca.
Otro riesgo era que, eventualmente, GE ofreciese descuentos a manufacturas dispuestas a emplear sólo sus motores, sistemas eléctricos y electrónicos. Tarde o temprano, los competidores tendrían que hacer lo mismo, poniendo en peligros su rentabilidad.
¿Cuestión cultural?
Por el contrario, a los reguladores estadounidenses no les preocupa la perspectiva de una “guerra de precios” en el sector (pues sostienen que beneficiaría a los clientes y usuarios). Tampoco temen restricciones a la competencia. Más allá de su suerte jurídica, éste es un caso piloto que resalta diferencias de cultura, además de una paradoja: hace más de 80 años, los europeos importaron de EE.UU. los conceptos de competencia, monopolio y oligopolio. Después, su aplicación en la práctica jurídica evolucionó por sendas divergentes.
Volviendo al leading case, Bruselas se alineó con los mayores rivales de GE; es decir Rolls-Royce, United Technologies y Rockwell International. El punto es muy relevante porque, en la UE, los litigios de esta clase no se dirimen en los tribunales –como en la América anglosajona-, sino por laudos de la Comisión ejecutiva. Éstos pueden apelarse sólo ante la Corte Europea de Justicia, Luxemburgo, procedimiento costoso y con escasas posibilidades de éxito.
Los problemas de GE-HI y otros de semejante entidad han coincidido, para peor, con la inserción traumática del euro. A su vez, ambos factores se conjugan con la recesión internacional generalizada y dificultan cualquier iniciativa importante en materia de FyA. Ocurre que la moneda física común tiene efectos deflacionarios sobre consumo y ventas, que tienden a agudizar tanto la competencia como las prácticas que la limitan.
Pisando el freno
Por otro lado, el propio congelamiento de FyA frena la modernización empresaria en la UE (es decir, los 15). Hasta mediados de 2000, en efecto, el euro virtual o financiero facilitaba la restructuración corporativa. Hoy ya no. A su vez, los mercados de capital han perdido impulso, muchos planes se han pospuesto y Eurolandia (los 12 de la moneda común) ve con azoramiento que las ventajas comparativas pasan a EE.UU., los socios de la UE con moneda propia (Gran Bretaña, en particular) y Suiza, cuyo franco es más fuerte que nunca en los últimos nueve años.
A criterio de algunos expertos norteamericanos, la UE trata de privilegiar FyA “internas” sobre “externas”. Pero, en los hechos, tampoco acepta sin reparos matrimonios capaces de crear vastas multinacionales con proyección fuera de Eurolandia (los 12, claro). Así pasó con Diageo plc, fruto del casamiento entre Grand Metropolitan y Guinness, a cuyos cónyuges se les exigió deshacerse de dos marcas líderes antes de intercambiar anillos. Esos mismos días, Bruselas rechazaba una fusión puramente británica, Airtours plc y First Choice, ambas en el sector turismo.