Francia hará lo imposible para que Novartis no compre Aventis

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“El gobierno hará todo cuanto pueda para impedir que Novartis compre Aventis”, se confirmó en París. Aunque el desastre electoral acabe con el primer ministro Jean-Pierre Raffarin, la pol+itica al respeco no cambiaría”

Pocos días antes de la primera vuelta, en comicios donde la izquierda avanzaría mucho más de lo esperado, la farmoquímica suiza Novartis –a su vez, producto de varias fusiones entre firmas hélvetas y alemanas- confirmaba su interés en hacer una oferta por Aventis (otro producto de fusiones, pero francés).

Hasta entonces, la única propuesta concreta era de Sanofi-Synthélabo; hostil y por € 48.000 millones. Dato curioso: S-S es una empresa más chica que Aventis.

En verdad, Novartis no parece interesada en una pelea entre ofertas hostiles. Por eso, hace dos semanas inició contactos –bastante positivos- para lograr un acuerdo con la junta directiva de Aventis. Pero la segunda condición acaba de chocar con París: los suizos no desean que el gobierno los bloquee. A lo sumo, que se sea prescindente.

Por el contrario, París quisiera generar un gigante farmoquímico francés, juntando Aventis y Sanofi. Su capacidad obstructora es substancial porque, como ocurre con el modelo económico tradicional, el estado tiene -directa o indirectamente- acciones en ambas compañías. Se explica, así, que la reunión de gabinete del lunes 29 incluya dos asuntos en temario: cambios ministeriales tras el desastre electoral y el caso Novartis.

En el plenario anterior, Raffarin fue por demás duro. Bancos y analistas de mercado fueron sorprendidos por una advertencia a los suizos, con nombre y apellido: “Manos afuera de Aventis”. En aras del interés nacional, se esgrimió la guerra contra el terrorismo internacional y una prioridad consiguiente: vacunas fabricadas por una empresa francesa, en caso de ataques biológicos.

“No permitiremos que los suizos se queden con algo que nos ha llevado tantos años desarrollar. Para este gobierno –acaba de afirmar el todavía primer ministro-, la oferta de Novartis es hostil. Así se lo hemos señalado a Daniel Vasella, director gerente de esa compañía”.

Hasta ahora, las bancas que asesoran a Aventis y Novartis venían criticando las interferencias del gobierno francés y sus argumentos. Hoy, también el gobierno suizo se siente molesto por el lenguaje de Raffarin. Pero París puede bloquear o condicionar cualquier inversión o compra por parte de compañias ajenas a la Unión Europea, si hay verdaderas razones de seguridad o salud pública.

Ahí surge un problema de larga data. Funcional a la gama de intereses banqueros que sustenta su economía –e incluyen el monumental negocio de las cuentas numeradas-, Suiza no forma parte de ninguna entidad multilateral, UE inclusive. Las únicas excepciones son la Cruz Roja , el Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), especie de “banco central de bancos centrales” y su manifestación normativa, el Comité de Basilea.

Pocos días antes de la primera vuelta, en comicios donde la izquierda avanzaría mucho más de lo esperado, la farmoquímica suiza Novartis –a su vez, producto de varias fusiones entre firmas hélvetas y alemanas- confirmaba su interés en hacer una oferta por Aventis (otro producto de fusiones, pero francés).

Hasta entonces, la única propuesta concreta era de Sanofi-Synthélabo; hostil y por € 48.000 millones. Dato curioso: S-S es una empresa más chica que Aventis.

En verdad, Novartis no parece interesada en una pelea entre ofertas hostiles. Por eso, hace dos semanas inició contactos –bastante positivos- para lograr un acuerdo con la junta directiva de Aventis. Pero la segunda condición acaba de chocar con París: los suizos no desean que el gobierno los bloquee. A lo sumo, que se sea prescindente.

Por el contrario, París quisiera generar un gigante farmoquímico francés, juntando Aventis y Sanofi. Su capacidad obstructora es substancial porque, como ocurre con el modelo económico tradicional, el estado tiene -directa o indirectamente- acciones en ambas compañías. Se explica, así, que la reunión de gabinete del lunes 29 incluya dos asuntos en temario: cambios ministeriales tras el desastre electoral y el caso Novartis.

En el plenario anterior, Raffarin fue por demás duro. Bancos y analistas de mercado fueron sorprendidos por una advertencia a los suizos, con nombre y apellido: “Manos afuera de Aventis”. En aras del interés nacional, se esgrimió la guerra contra el terrorismo internacional y una prioridad consiguiente: vacunas fabricadas por una empresa francesa, en caso de ataques biológicos.

“No permitiremos que los suizos se queden con algo que nos ha llevado tantos años desarrollar. Para este gobierno –acaba de afirmar el todavía primer ministro-, la oferta de Novartis es hostil. Así se lo hemos señalado a Daniel Vasella, director gerente de esa compañía”.

Hasta ahora, las bancas que asesoran a Aventis y Novartis venían criticando las interferencias del gobierno francés y sus argumentos. Hoy, también el gobierno suizo se siente molesto por el lenguaje de Raffarin. Pero París puede bloquear o condicionar cualquier inversión o compra por parte de compañias ajenas a la Unión Europea, si hay verdaderas razones de seguridad o salud pública.

Ahí surge un problema de larga data. Funcional a la gama de intereses banqueros que sustenta su economía –e incluyen el monumental negocio de las cuentas numeradas-, Suiza no forma parte de ninguna entidad multilateral, UE inclusive. Las únicas excepciones son la Cruz Roja , el Banco de Ajustes Internacionales (BAI, Basilea), especie de “banco central de bancos centrales” y su manifestación normativa, el Comité de Basilea.

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