Así sostiene el semanario alemán “Der Spiegel”, tras aporrear al canciller Gerhard Schröder por “su inconsulto apoyo a Paul Wolfowitz, pésimo candidato para dirigir el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento”. A juicio de la publicación, “las controversias desatadas por la arbitraria elección de Washington pueden acabar con el pacto no escrito, según el cual el BIRF (Banco Mundial) queda en manos norteamericanas, en tanto el FMI va a un europeo”. Máxime porque el actual director gerente del organismo tampoco es popular.
Tampoco su personalidad ni su extraño sentido del humor lo ayudan al todavía subsecretario de Defensa. Días atrás, replicando a periodistas que ponían en duda su competencia para manejar el banco, salió con un domingo siete: “No es posible que conozca virtualmente nada de esa compleja organización. Después de todo –reveló el sesentón promotor de la hegemonía estadounidense-, mi amante tunecina trabajó años en la dirección”.
Fuera de chistes fáciles, “parece casi inconcebible –apunta el “Journal de Génève”- que uno de los halcones más duros del gobierno Bush, a quien se define como ‘padrino intelectual de la guerra iraquí’, dirija un banco encargado, al menos en teoría, de combatir el hambre, la miseria y la pobreza en el Tercer Mundo”.
Pese a los “absurdos elogios de Schröder –apunta el “Spiegel”- en Berlín la ministra de Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul fue sarcástica al señalar que la candidatura no causa exactamente entusiasmo en la ‘vieja’ Europa”. Desabrido como siempre, el presidente mejicano Vicente Fox hizo sonreír a muchos opinando que “Estados Unidos tiene buenas intenciones”.
Los hechos dicen lo contrario. Pocos días después de asegurar que se abría una etapa de “cooperación entre ambas orillas del Atlántico”, Bush propuso a Wolfowitz sin consultar con aliado alguno. “Se limitó a notificar por teléfono a los gobiernos europeos poco antes de lanzar el anuncio”, coincidieron varios diplomáticos de la Unión Europea.
Para esos aliados, “la candidatura de Wolfowitz y el nombramiento de John Bolton como embajador ante las Naciones Unidas son dos cachetazos en la cara”, sostuvo Michael Cox, de la London School of Economics, no justamente un reducto antinorteamericano. Aunque algunos se ilusionen con el alejamiento de ambos halcones de cargos ejecutivos en el gobierno, lo cierto es que ambos contribuirán a imponer en el mundo la concepción imperial, unilateral, de la Casa Blanca. Tan absoluta como la de Roma en el siglo III.
En este sentido, algunos periódicos europeos recordaron que Robert McNamara, un duro en materia de Vietnam, fue “desplazado” por Lyndon Baines Johnson –otro tejano patriótico- a la conducción del Banco Mundial, hace más de cuarenta años. Una vez allí, el ex subsecretario de Defensa (cargo que hoy tiene Donald Rumsfeld) anunció que “los créditos y el apoyo serán preferentemente para aliados de Estados Unidos”.
La actual administración va más allá de McNamara, así como el hoy revivido Consenso de Washington (1989) iba más allá de la Comisión Trilateral (1973). A los ojos de Bush, el BIRF ha venido deteriorándose y convirtiéndose en una especie de ONU para financiar países tan corruptos como inviables. Lo malo es que no le falta algo de razón, como suele subrayar la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, París).
Sin embargo, igual que McNamara, Wolfowitz seguramente no trepidará en regalar fondos a países vitales para la estrategia geopolítica de Washington. Aunque sean regímenes tan venales o poco democráticos como Pakistán, Nepal, las repúblicas del Asia central, etc. Funcionario y técnicos del Banco Mundial temen que, a partir de su eventual designación, Wolfowitz derrame créditos blandos sobre “democracias incipientes” en Levante. Pero se desentienda del África subsahariana y buena parte de Latinoamérica.
Entretanto, el enojo y el rechazo generados por la candidatura son tan amplios que bien podrían significar el fin del procedimiento instaurado en 1944 para seleccionar jefes del BM y el FMI. “Se presenta una gran oportunidad para acabar con las anacrónicas prerrogativas de EE.UU. de nombrar presidente del BIRF”, cree Kenneth Rogoff, ex analista principal del Fondo. Pero, en una de ésas, lo que puede acabarse es la vigencia del propio banco.
Así sostiene el semanario alemán “Der Spiegel”, tras aporrear al canciller Gerhard Schröder por “su inconsulto apoyo a Paul Wolfowitz, pésimo candidato para dirigir el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento”. A juicio de la publicación, “las controversias desatadas por la arbitraria elección de Washington pueden acabar con el pacto no escrito, según el cual el BIRF (Banco Mundial) queda en manos norteamericanas, en tanto el FMI va a un europeo”. Máxime porque el actual director gerente del organismo tampoco es popular.
Tampoco su personalidad ni su extraño sentido del humor lo ayudan al todavía subsecretario de Defensa. Días atrás, replicando a periodistas que ponían en duda su competencia para manejar el banco, salió con un domingo siete: “No es posible que conozca virtualmente nada de esa compleja organización. Después de todo –reveló el sesentón promotor de la hegemonía estadounidense-, mi amante tunecina trabajó años en la dirección”.
Fuera de chistes fáciles, “parece casi inconcebible –apunta el “Journal de Génève”- que uno de los halcones más duros del gobierno Bush, a quien se define como ‘padrino intelectual de la guerra iraquí’, dirija un banco encargado, al menos en teoría, de combatir el hambre, la miseria y la pobreza en el Tercer Mundo”.
Pese a los “absurdos elogios de Schröder –apunta el “Spiegel”- en Berlín la ministra de Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul fue sarcástica al señalar que la candidatura no causa exactamente entusiasmo en la ‘vieja’ Europa”. Desabrido como siempre, el presidente mejicano Vicente Fox hizo sonreír a muchos opinando que “Estados Unidos tiene buenas intenciones”.
Los hechos dicen lo contrario. Pocos días después de asegurar que se abría una etapa de “cooperación entre ambas orillas del Atlántico”, Bush propuso a Wolfowitz sin consultar con aliado alguno. “Se limitó a notificar por teléfono a los gobiernos europeos poco antes de lanzar el anuncio”, coincidieron varios diplomáticos de la Unión Europea.
Para esos aliados, “la candidatura de Wolfowitz y el nombramiento de John Bolton como embajador ante las Naciones Unidas son dos cachetazos en la cara”, sostuvo Michael Cox, de la London School of Economics, no justamente un reducto antinorteamericano. Aunque algunos se ilusionen con el alejamiento de ambos halcones de cargos ejecutivos en el gobierno, lo cierto es que ambos contribuirán a imponer en el mundo la concepción imperial, unilateral, de la Casa Blanca. Tan absoluta como la de Roma en el siglo III.
En este sentido, algunos periódicos europeos recordaron que Robert McNamara, un duro en materia de Vietnam, fue “desplazado” por Lyndon Baines Johnson –otro tejano patriótico- a la conducción del Banco Mundial, hace más de cuarenta años. Una vez allí, el ex subsecretario de Defensa (cargo que hoy tiene Donald Rumsfeld) anunció que “los créditos y el apoyo serán preferentemente para aliados de Estados Unidos”.
La actual administración va más allá de McNamara, así como el hoy revivido Consenso de Washington (1989) iba más allá de la Comisión Trilateral (1973). A los ojos de Bush, el BIRF ha venido deteriorándose y convirtiéndose en una especie de ONU para financiar países tan corruptos como inviables. Lo malo es que no le falta algo de razón, como suele subrayar la Organización de Cooperación pro Desarrollo Económico (OCDE, París).
Sin embargo, igual que McNamara, Wolfowitz seguramente no trepidará en regalar fondos a países vitales para la estrategia geopolítica de Washington. Aunque sean regímenes tan venales o poco democráticos como Pakistán, Nepal, las repúblicas del Asia central, etc. Funcionario y técnicos del Banco Mundial temen que, a partir de su eventual designación, Wolfowitz derrame créditos blandos sobre “democracias incipientes” en Levante. Pero se desentienda del África subsahariana y buena parte de Latinoamérica.
Entretanto, el enojo y el rechazo generados por la candidatura son tan amplios que bien podrían significar el fin del procedimiento instaurado en 1944 para seleccionar jefes del BM y el FMI. “Se presenta una gran oportunidad para acabar con las anacrónicas prerrogativas de EE.UU. de nombrar presidente del BIRF”, cree Kenneth Rogoff, ex analista principal del Fondo. Pero, en una de ésas, lo que puede acabarse es la vigencia del propio banco.