Como otros altos funcionarios de la Casa Blanca, Tobias era un modelo de fundamentalismo evangélico, casado, con hijos y todo. Además, dirigía la Agencia internacional de desarrollo, división del Banco Mundial cuyo presidente, Paul Wolfowitz, está a punto de caer por un afer de faldas (sólo que, en su caso, se trata de judío ortodoxo).
“El viernes –admitió este sábado Sean McCormack, vocero de Condoleezza Rice-, Tobias renunció para volver a la vida privada y poner la casa en orden”. Para algunos, era un eufemismo. Para otros, una sutil ironía. El ex funcionario, de 65 años, se marchó precipitadamente y la prensa ya no lo encuentra en los lugares que solía frecuentar. Horas antes, la cadena ABC le preguntó, en vivo y directo, si era cliente de Palfrey.
Una de sus responsabilidades era la lucha mundial contra el sida. Al respecto, se había hecho famoso por hacer suyas palabras de Josef Ratzinger, aconsejando –en su caso, a países africanos- la castidad como mejor método preventivo. James Kunder, vicepresidente de la agencia, le pidió que pelease desde adentro, en tono tan patético que, luego, su propia oficina retiró el “blog” respectivo.
En cuanto a madame Palfrey, una de las más cotizadas en Washington, su negocio ha florecido durante el reinado ultraconservador y llamó la atenciòn a las autoridades impositivas. En declaraciones a los fiscales, sostuvo no tener deudas tributarias y se sabe que, en el quinquenio 2002-6, ha ganado de US$ 10.00 a 15.000 anuales netos por cada cliente de la lista. Los pedidos comunes involucraban sesiones eróticas de 90 minutos por US$ 240 a 360 cada una. “Algunos jerarcas han querido comprar el silencio de mi representada”, reveló el abogado Montgomery Sibley, pero “su carnet ya había sido secuestrado en un allanamiento.
Por supuesto, este nuevo escándalo implica tanto republicanos como demócratas, sólo que los primeros ocupan u ocupaban altos cargos ejecutivos. Además, sigue de cerca al caso Wolfowitz, quione se aferra al cargo con el solitario apoyo de Bush y el vicepresidente Richard Cheney (error que Rice no ha cometido).
Hace nueve años, Clinton arriesgaba la presidencia por un amorío con la poco agraciada Lewinski. Interesada en promoverse vía el escándalo, fue clave para una campaña republicana caracterizada por exageraciones. Antes, en 1988, Gary Hart cayó como precandidato presidencial demócrata por sus aventuras con Donna Rice.
Como otros altos funcionarios de la Casa Blanca, Tobias era un modelo de fundamentalismo evangélico, casado, con hijos y todo. Además, dirigía la Agencia internacional de desarrollo, división del Banco Mundial cuyo presidente, Paul Wolfowitz, está a punto de caer por un afer de faldas (sólo que, en su caso, se trata de judío ortodoxo).
“El viernes –admitió este sábado Sean McCormack, vocero de Condoleezza Rice-, Tobias renunció para volver a la vida privada y poner la casa en orden”. Para algunos, era un eufemismo. Para otros, una sutil ironía. El ex funcionario, de 65 años, se marchó precipitadamente y la prensa ya no lo encuentra en los lugares que solía frecuentar. Horas antes, la cadena ABC le preguntó, en vivo y directo, si era cliente de Palfrey.
Una de sus responsabilidades era la lucha mundial contra el sida. Al respecto, se había hecho famoso por hacer suyas palabras de Josef Ratzinger, aconsejando –en su caso, a países africanos- la castidad como mejor método preventivo. James Kunder, vicepresidente de la agencia, le pidió que pelease desde adentro, en tono tan patético que, luego, su propia oficina retiró el “blog” respectivo.
En cuanto a madame Palfrey, una de las más cotizadas en Washington, su negocio ha florecido durante el reinado ultraconservador y llamó la atenciòn a las autoridades impositivas. En declaraciones a los fiscales, sostuvo no tener deudas tributarias y se sabe que, en el quinquenio 2002-6, ha ganado de US$ 10.00 a 15.000 anuales netos por cada cliente de la lista. Los pedidos comunes involucraban sesiones eróticas de 90 minutos por US$ 240 a 360 cada una. “Algunos jerarcas han querido comprar el silencio de mi representada”, reveló el abogado Montgomery Sibley, pero “su carnet ya había sido secuestrado en un allanamiento.
Por supuesto, este nuevo escándalo implica tanto republicanos como demócratas, sólo que los primeros ocupan u ocupaban altos cargos ejecutivos. Además, sigue de cerca al caso Wolfowitz, quione se aferra al cargo con el solitario apoyo de Bush y el vicepresidente Richard Cheney (error que Rice no ha cometido).
Hace nueve años, Clinton arriesgaba la presidencia por un amorío con la poco agraciada Lewinski. Interesada en promoverse vía el escándalo, fue clave para una campaña republicana caracterizada por exageraciones. Antes, en 1988, Gary Hart cayó como precandidato presidencial demócrata por sus aventuras con Donna Rice.