jueves, 26 de diciembre de 2024

Alemania pone a Francia en segundo plano y todos critican a Italia

spot_img

Ecofín -los 13 ministros económicos del área- se divide por los efectos de la crisis hipotecaria en Alemania, además de Gran Bretaña. La primera, Holanda y Austria forman un frente ante Francia y todo apuntan a Italia

Los titulares de hacienda analizaron los nexos entre las turbulencias iniciadas con el colapso inmobiliario, a fines de julio, en los mercados especulativos y el equilibrio macroeconómico regional. De paso, debían aventar la pálida impresión dejada por un reciente encuentro informal en Portugal.

En lo esencial, la idea era definir un pacto entre los ministros del ramo y las comisiones de valores locales. Objeto: evitar que derrapes o quebrantos de bancos privados multinacionales pongan en riesgo al sistema eurozonal.

Hasta el momento, la supervisión en escala local no parece dar resultados, en parte debido a la subsistencia de dos plazas ”salvajes”. Se trata de Gran Bretaña y Suiza, aferradas a su aislamiento y a dos antiguallas, la libra esterlina y el franco hélveta. Por supuesto, Londres y Zürich arguyen -con razón- que Luxemburgo es un peligroso “off shore” enquistado en medio de la Eurozona.

Pero todavía no se sabe exactamente como coordinar autoridad política (ministros, que duran lapsos limitados) e instancias supervisores. Por otra parte, este tipo de reuniones incluyen al comisario financiero de la Unión Europea (Charles McCreevy, para el caso), o sea no ya trece sino veintisiete países. Entre ellos ¡ay! la separatista Gran Bretaña. Las mismas cuestiones serán abordadas poco después por el Grupo de los 7.

El propio McCreevy aportó un principio de solución. En adelante, “los problemas de un grupo bancario privado serán atendidos, en primera instancia, en la jurisdicción donde esta establecida la matriz”. Pero hay un inconveniente: las bancas mixtas en Francia (participación accionaria del estados) y Alemania (de los “länder”, provincias). Justamente, algunas están comprometidas en crisis hipotecarias.

En forma sorpresiva, el lunes surgió un frente con Alemania, Austria y Holanda, cuya meta es “replantear el sistema de alarmas monetarias, evitando exagerar temores a la repreciación de la moneda única”. Esta declaración del germano Peter Steinbrück apunta contra Francia e implica apoyar al presidente del Banco Central europeo (Jean-Clause Trichet) ante las presiones de Nicolas Sarkozy. Por las dudas, reiterá a los medios: “prefiero un euro fuerte, no débil como el dólar o vacilante como la libra y el franco suizo”.

El martes, los cañones de Bruselas (el monetarista Joaquín Almunia) enfilaban hacia Italia. Sin recordar los años durante los cuales España cerraba cuentas mediante subsidios ocultos de la propia Unión Europea, el comisario económico de la Eurozona subrayó que el déficit fiscal italiano encabeza este año la lista negra, con 105% del producto bruto interno. Los siguen la subdesarrollada Grecia (101%), la poderosa Alemania (65,5%) y Francia (63%).

Los titulares de hacienda analizaron los nexos entre las turbulencias iniciadas con el colapso inmobiliario, a fines de julio, en los mercados especulativos y el equilibrio macroeconómico regional. De paso, debían aventar la pálida impresión dejada por un reciente encuentro informal en Portugal.

En lo esencial, la idea era definir un pacto entre los ministros del ramo y las comisiones de valores locales. Objeto: evitar que derrapes o quebrantos de bancos privados multinacionales pongan en riesgo al sistema eurozonal.

Hasta el momento, la supervisión en escala local no parece dar resultados, en parte debido a la subsistencia de dos plazas ”salvajes”. Se trata de Gran Bretaña y Suiza, aferradas a su aislamiento y a dos antiguallas, la libra esterlina y el franco hélveta. Por supuesto, Londres y Zürich arguyen -con razón- que Luxemburgo es un peligroso “off shore” enquistado en medio de la Eurozona.

Pero todavía no se sabe exactamente como coordinar autoridad política (ministros, que duran lapsos limitados) e instancias supervisores. Por otra parte, este tipo de reuniones incluyen al comisario financiero de la Unión Europea (Charles McCreevy, para el caso), o sea no ya trece sino veintisiete países. Entre ellos ¡ay! la separatista Gran Bretaña. Las mismas cuestiones serán abordadas poco después por el Grupo de los 7.

El propio McCreevy aportó un principio de solución. En adelante, “los problemas de un grupo bancario privado serán atendidos, en primera instancia, en la jurisdicción donde esta establecida la matriz”. Pero hay un inconveniente: las bancas mixtas en Francia (participación accionaria del estados) y Alemania (de los “länder”, provincias). Justamente, algunas están comprometidas en crisis hipotecarias.

En forma sorpresiva, el lunes surgió un frente con Alemania, Austria y Holanda, cuya meta es “replantear el sistema de alarmas monetarias, evitando exagerar temores a la repreciación de la moneda única”. Esta declaración del germano Peter Steinbrück apunta contra Francia e implica apoyar al presidente del Banco Central europeo (Jean-Clause Trichet) ante las presiones de Nicolas Sarkozy. Por las dudas, reiterá a los medios: “prefiero un euro fuerte, no débil como el dólar o vacilante como la libra y el franco suizo”.

El martes, los cañones de Bruselas (el monetarista Joaquín Almunia) enfilaban hacia Italia. Sin recordar los años durante los cuales España cerraba cuentas mediante subsidios ocultos de la propia Unión Europea, el comisario económico de la Eurozona subrayó que el déficit fiscal italiano encabeza este año la lista negra, con 105% del producto bruto interno. Los siguen la subdesarrollada Grecia (101%), la poderosa Alemania (65,5%) y Francia (63%).

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO