lunes, 2 de diciembre de 2024

Bélgica ha logrado un respiro por apenas tres meses

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Tras medio año de acefalía ejecutiva, el parlamento reunió apoyo suficiente para formar un gobierno interino. Por 97 votos a 46, se cerró un interregno de seis meses dando paso a un gabinete. Pero este remedio durará sólo hasta el 23 de marzo.

En sesión extraordinaria, el legislativo aprobó un gabinete encabezado por Guy Verhofstadt, ex primer ministro liberal de habla flamenca. Su cometido principal consiste en examinar y pasar el proyecto de presupuesto para todo 2008, que debió haberse sancionado hace tres meses.

No obstante, el verdadero problema es otro: reconstruir el diálogo entre las etnias valona (lengua francesa) y flamenca (lengua holandesa). Pero también habían quedado en el tintero medidas antinflacionarias para afrontar el alza de los combustibles fósiles.

Dos cuestiones políticas seguirán, empero, sobre el tapete. Una es el replanteo de las relaciones constitucionales entre ambas etnias dominantes. Otra, la suerte de la coalición que se impuso en los últimos comicios. Su jefe, el conservador flamenco (pese al nombre) Yves Leterme, no ha conseguido entendimientos con un grupo de partidos valones. Motivo: YL propone mayor grado de autonomía étnica, particularmente en lo económico.

Durante 196 días, no hubo poder ejecutivo belga. Al fin, el rey Alberto II encomendó forma un gabinete transitorio a Verhofstadt. Sin duda, el interregno acentuó la brecha entre el próspero norte (Flandes) y el retrasado sur (Valonia). Mientras, un sondeo de opinión tras otro indicaba que al menos la mitad de la gente quiere una división más marcada. Salvo en Bruselas.

El separatismo belga ha dado lugar a explicaciones histórica y a bastantes equívocos. Por ejemplo, la Belgica descripta por Julio César era un vasto país poblado por celtas, al noroeste de Galia. No existían ni flamencos ni valones Varios siglos después, se dividía entre pueblos de habla germana (Franconia baja, Frisia, Brabante, Flandes) y francesa (Artois, Hanalt, etc.). En 1795, el imperialismo bonapartista reinventó Bélgica y la reunió a las Provincias Unidas.

En 1831, Gran Bretaña retomó la idea y creó la actual Bélgica como estado tapón entre Holanda, Prusia y Francia. Poco antes, Londres había hecho lo mismo al crear Uruguay entre Brasil y Argentina. Por ende, Bélgica es un “reino nuevo”, tan aburrido como Tintin et Milou. Entre los mitos circulantes, hay uno muy gracioso: el galo Astérige (Astérix en francés) come papas fritas quince siglos antes de que los tubérculos llegaran de América.

En sesión extraordinaria, el legislativo aprobó un gabinete encabezado por Guy Verhofstadt, ex primer ministro liberal de habla flamenca. Su cometido principal consiste en examinar y pasar el proyecto de presupuesto para todo 2008, que debió haberse sancionado hace tres meses.

No obstante, el verdadero problema es otro: reconstruir el diálogo entre las etnias valona (lengua francesa) y flamenca (lengua holandesa). Pero también habían quedado en el tintero medidas antinflacionarias para afrontar el alza de los combustibles fósiles.

Dos cuestiones políticas seguirán, empero, sobre el tapete. Una es el replanteo de las relaciones constitucionales entre ambas etnias dominantes. Otra, la suerte de la coalición que se impuso en los últimos comicios. Su jefe, el conservador flamenco (pese al nombre) Yves Leterme, no ha conseguido entendimientos con un grupo de partidos valones. Motivo: YL propone mayor grado de autonomía étnica, particularmente en lo económico.

Durante 196 días, no hubo poder ejecutivo belga. Al fin, el rey Alberto II encomendó forma un gabinete transitorio a Verhofstadt. Sin duda, el interregno acentuó la brecha entre el próspero norte (Flandes) y el retrasado sur (Valonia). Mientras, un sondeo de opinión tras otro indicaba que al menos la mitad de la gente quiere una división más marcada. Salvo en Bruselas.

El separatismo belga ha dado lugar a explicaciones histórica y a bastantes equívocos. Por ejemplo, la Belgica descripta por Julio César era un vasto país poblado por celtas, al noroeste de Galia. No existían ni flamencos ni valones Varios siglos después, se dividía entre pueblos de habla germana (Franconia baja, Frisia, Brabante, Flandes) y francesa (Artois, Hanalt, etc.). En 1795, el imperialismo bonapartista reinventó Bélgica y la reunió a las Provincias Unidas.

En 1831, Gran Bretaña retomó la idea y creó la actual Bélgica como estado tapón entre Holanda, Prusia y Francia. Poco antes, Londres había hecho lo mismo al crear Uruguay entre Brasil y Argentina. Por ende, Bélgica es un “reino nuevo”, tan aburrido como Tintin et Milou. Entre los mitos circulantes, hay uno muy gracioso: el galo Astérige (Astérix en francés) come papas fritas quince siglos antes de que los tubérculos llegaran de América.

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