domingo, 24 de noviembre de 2024

Paulson lleva a Bernanke con él en un viaje a China

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Henry Paulson, secretario de hacienda, incluyó a Benjamin Benrnaka (sistema de Reserva Federal) en una inusitada delegación ministerial a Beijing, prevista para diciembre. Juntos, presionarán por reformas económicas y cambiarias.

La misión, encabezada por el presidente ejecutivo de Goldman Sachs –de largas experiencia china-, intensificará planteos para reprimir la piratería en marcas y patentes, abrir la economía a inversores y dejar fluctuar más el valor del yüan (o sea, elevarlo). Pero Paulson estará también bajo presión para obtener resultados, por parte de un parlamento donde demócratas y republicanos quieren limitar lo que definen como extrema dependencia china de las exportaciones.

Desde hace tiempo, los legisladores vienen demandando que Beijing fortalezca su moneda y adopte medidas de modernización económica. Sus contrapartes de la Unión Europea están haciendo lo mismo.Todos sostienen que esas acciones son necesarias para reducir el enorme desequlibrio comercial en favor de China y desmedro de Occidente.

Dado que Beijing exporta mucho más de cuanto importa. Ha acumulado reservas internacionales que se acercan al billón de dólares y tiene varios cientos de millones en papales de deuda norteamericana. Al respecto, existe un temor en el Capitolio: que los chinos usen esa liquidez para comprar compañías o activos estadounidenses (como hacen ya en África), algo que despertará agria resistencia parlamentaria.

Bernanke marcha con Paulson y varios miembros del gabinete, con el propósito ostensible de profundizar el diálogo entre ambos países. Los dos son corresponsables de la economía norteamericana y el papel decisivo que ejerce China ese ella. Bernanke repetirá lo dicho por su antecesor, Alan Greenspan: los enormes fondos tomados por EE.UU. en ese país, para financiar sus déficit paralelos (intercambio, pagos externos), no se sostendrá en el largo plazo. Suena extraño, porque quien emite deuda es Washington, no Beijing.

Sin embargo,los observadores no creen que Bernanke se sume a presiones directas que aplique la administración de George W.Bush. Tampoco propondrá políticas específicas: tras el 7 de noviembre, este funcionario parece remiso a comprometerse con el gobierno más allá de lo estrictamente necesario. Al margen de ello, la mayoría de expertos estima que China puede adoptar recaudos para corregir desequilibrios, hasta cierto punto, derregulando una economía muy dominada por el estado, promoviendo importaciones e incentivando el consumo, no el ahorro.

Otro aspecto poco usual del viaje, programado entre el 12 y el 16 de diciembre, son las presiones parlamentarias. En un futuro congreso controlado por demócratas, la irritación hacia China puede llegar al extremo, si Beijing rechaza gestiones para ir disminuyendo desequilibrios comerciales. El intercambio fue tema de la campaña electoral, pues muchos candidatos sostenían que exportaciones baratas y ciertas prácticas poco transparentes iban en desmedro de EE.UU.

Las críticas no se limitan a demócratas. Muchos republicanos reprochan a China excesivos gastos militares. Este año, los senadores Charles Schumer (demócrata, Nueva York) y Lindsey Graham (republicano, Carolina sur) retiraron –a pedido de Paulson- un proyecto que habría amenazado a China con gravámenes adicionales sin no permitiesen al yüan fluctuar más libremente.

Ahora, ambos sostienen que volverán a la carga con otro proyecto, en 2007, si Beijing no reacciona más positivamente a los planteos de Washington. “Hasta el momento, no cejan. Mandar semejante delegación es un riesgo –indica Schumer- porque, si Paulson regresa otras vez con las manos vacías, las cosas se pondrán difíciles en el congreso y peligrará su cargo”.

“Los chinos no terminan de asimilar los resultados de las elecciones”, apunta Jeffrey Bader (institución Brookings). “Ahora deberán sopesar cuánto concederle a Paulson, para que esté calme a los lobos del congreso”.

La misión, encabezada por el presidente ejecutivo de Goldman Sachs –de largas experiencia china-, intensificará planteos para reprimir la piratería en marcas y patentes, abrir la economía a inversores y dejar fluctuar más el valor del yüan (o sea, elevarlo). Pero Paulson estará también bajo presión para obtener resultados, por parte de un parlamento donde demócratas y republicanos quieren limitar lo que definen como extrema dependencia china de las exportaciones.

Desde hace tiempo, los legisladores vienen demandando que Beijing fortalezca su moneda y adopte medidas de modernización económica. Sus contrapartes de la Unión Europea están haciendo lo mismo.Todos sostienen que esas acciones son necesarias para reducir el enorme desequlibrio comercial en favor de China y desmedro de Occidente.

Dado que Beijing exporta mucho más de cuanto importa. Ha acumulado reservas internacionales que se acercan al billón de dólares y tiene varios cientos de millones en papales de deuda norteamericana. Al respecto, existe un temor en el Capitolio: que los chinos usen esa liquidez para comprar compañías o activos estadounidenses (como hacen ya en África), algo que despertará agria resistencia parlamentaria.

Bernanke marcha con Paulson y varios miembros del gabinete, con el propósito ostensible de profundizar el diálogo entre ambos países. Los dos son corresponsables de la economía norteamericana y el papel decisivo que ejerce China ese ella. Bernanke repetirá lo dicho por su antecesor, Alan Greenspan: los enormes fondos tomados por EE.UU. en ese país, para financiar sus déficit paralelos (intercambio, pagos externos), no se sostendrá en el largo plazo. Suena extraño, porque quien emite deuda es Washington, no Beijing.

Sin embargo,los observadores no creen que Bernanke se sume a presiones directas que aplique la administración de George W.Bush. Tampoco propondrá políticas específicas: tras el 7 de noviembre, este funcionario parece remiso a comprometerse con el gobierno más allá de lo estrictamente necesario. Al margen de ello, la mayoría de expertos estima que China puede adoptar recaudos para corregir desequilibrios, hasta cierto punto, derregulando una economía muy dominada por el estado, promoviendo importaciones e incentivando el consumo, no el ahorro.

Otro aspecto poco usual del viaje, programado entre el 12 y el 16 de diciembre, son las presiones parlamentarias. En un futuro congreso controlado por demócratas, la irritación hacia China puede llegar al extremo, si Beijing rechaza gestiones para ir disminuyendo desequilibrios comerciales. El intercambio fue tema de la campaña electoral, pues muchos candidatos sostenían que exportaciones baratas y ciertas prácticas poco transparentes iban en desmedro de EE.UU.

Las críticas no se limitan a demócratas. Muchos republicanos reprochan a China excesivos gastos militares. Este año, los senadores Charles Schumer (demócrata, Nueva York) y Lindsey Graham (republicano, Carolina sur) retiraron –a pedido de Paulson- un proyecto que habría amenazado a China con gravámenes adicionales sin no permitiesen al yüan fluctuar más libremente.

Ahora, ambos sostienen que volverán a la carga con otro proyecto, en 2007, si Beijing no reacciona más positivamente a los planteos de Washington. “Hasta el momento, no cejan. Mandar semejante delegación es un riesgo –indica Schumer- porque, si Paulson regresa otras vez con las manos vacías, las cosas se pondrán difíciles en el congreso y peligrará su cargo”.

“Los chinos no terminan de asimilar los resultados de las elecciones”, apunta Jeffrey Bader (institución Brookings). “Ahora deberán sopesar cuánto concederle a Paulson, para que esté calme a los lobos del congreso”.

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