Control sin límites

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Gracias a la tecnología, las empresas pueden controlar la actividad de los trabajadores. Un tema candente: vida privada versus propiedad.

En esta era digital, las cuestiones de la vida privada son temas comunes de discusión. Con frecuencia se debate sobre el acceso a datos personales, obtenidos por el uso de las tarjetas de crédito, el correo electrónico, las órdenes telefónicas e Internet.

Hay opiniones divididas entre los que se aprovechan de esta información y los que la protegen. Un tema menos conversado es el hecho de que las empresas utilicen la tecnología para controlar el comportamiento de los empleados.

La Constitución de Estados Unidos protege la vida privada de los individuos en el hogar, pero no así en el lugar de trabajo.

Según un estudio realizado en 1998 por AMA (American Management Association), más de 40% de las 1.085 empresas encuestadas ejerce cierto tipo de control indebido de los empleados.

Con la ayuda de software de última generación, los empleadores pueden controlar el correo electrónico y escuchar los mensajes y las conversaciones telefónicas, por más que no sepan los empleados.

Asimismo, las empresas registran las operaciones de la computadora y filman el desempeño laboral de los trabajadores.

De las empresas encuestadas, 61% toma pruebas aleatorias para verificar el consumo de drogas. Otras (15%) realizan pruebas psicológicas a los efectos de examinar los pensamientos y actitudes de los trabajadores. Incluso 1% de los participantes toman pruebas genéticas. Debido a la falta de una ley federal, es probable que se difundan políticas de prevención.

De acuerdo con otro sondeo realizado en 1996, 25% de las 84 empresas encuestadas de las Fortune 500 afirmó que entrega información confidencial de los empleados a organismos gubernamentales y 70% comentó que divulga información personal a cesionistas de créditos sin la debida autorización de los empleados.

Sin embargo, casi 75% de las compañías encuestadas no permite que los empleados vean las evaluaciones de desempeño que realizan los supervisores.

Una cantidad creciente de empresas de software ha empezado a ofrecer programas de monitoreo cada vez más complejos, los cuales se pueden instalar y activar sin el conocimiento de los empleados.

Los desarrolladores de software insisten en que dichos programas permiten un ahorro legítimo de costos. Sostienen que las estafas laborales, el robo de secretos y la pereza representan un costo anual de cientos de miles de millones de dólares.

Los defensores de los trabajadores insisten en que la vigilancia laboral no es más que una invasión a la vida privada.

Hasta ahora, los tribunales tienden a favorecer a las empresas, en vez de defender la intimidad de los empleados. Al no existir una ley federal, los estados han ideado su propia legislación con respecto a este tema, pero no protegen el correo electrónico, los mensajes o las comunicaciones telefónicas de los empleados. Más aun, ningún estado prohíbe las pruebas psicológicas.

Un importante activista de la vida privada considera que se debería exigir a las empresas que definan, con claridad, sus políticas sobre la vida privada, que no controlen las comunicaciones personales, que no pongan cámaras de video en guardarropas y baños, y que avisen a los empleados cuando se controlen los llamados telefónicos.

Más aun, se espera que los empleadores expliquen por qué vigilan a los empleados y dejen de hacerlo cuando ya no tengan motivos.

A principios de la década de los ’90, la ley federal sobre la vida privada de consumidores y trabajadores intentó resolver estas cuestiones pero cuando el Partido Republicano ganó la mayoría parlamentaria, en 1994, el Congreso la desaprobó.

Este tema no se desvanecerá. Dado que la tecnología para la vigilancia crece en sofisticación y transparencia, las empresas presentarán una fuerte oposición a las actividades encubiertas para controlar a los empleados.

Además, en la próxima era económica, donde el capital intelectual es el recurso de mayor valor, es muy probable que el gobierno tome medidas si las empresas no interrumpen tales actividades voluntariamente.

En esta era digital, las cuestiones de la vida privada son temas comunes de discusión. Con frecuencia se debate sobre el acceso a datos personales, obtenidos por el uso de las tarjetas de crédito, el correo electrónico, las órdenes telefónicas e Internet.

Hay opiniones divididas entre los que se aprovechan de esta información y los que la protegen. Un tema menos conversado es el hecho de que las empresas utilicen la tecnología para controlar el comportamiento de los empleados.

La Constitución de Estados Unidos protege la vida privada de los individuos en el hogar, pero no así en el lugar de trabajo.

Según un estudio realizado en 1998 por AMA (American Management Association), más de 40% de las 1.085 empresas encuestadas ejerce cierto tipo de control indebido de los empleados.

Con la ayuda de software de última generación, los empleadores pueden controlar el correo electrónico y escuchar los mensajes y las conversaciones telefónicas, por más que no sepan los empleados.

Asimismo, las empresas registran las operaciones de la computadora y filman el desempeño laboral de los trabajadores.

De las empresas encuestadas, 61% toma pruebas aleatorias para verificar el consumo de drogas. Otras (15%) realizan pruebas psicológicas a los efectos de examinar los pensamientos y actitudes de los trabajadores. Incluso 1% de los participantes toman pruebas genéticas. Debido a la falta de una ley federal, es probable que se difundan políticas de prevención.

De acuerdo con otro sondeo realizado en 1996, 25% de las 84 empresas encuestadas de las Fortune 500 afirmó que entrega información confidencial de los empleados a organismos gubernamentales y 70% comentó que divulga información personal a cesionistas de créditos sin la debida autorización de los empleados.

Sin embargo, casi 75% de las compañías encuestadas no permite que los empleados vean las evaluaciones de desempeño que realizan los supervisores.

Una cantidad creciente de empresas de software ha empezado a ofrecer programas de monitoreo cada vez más complejos, los cuales se pueden instalar y activar sin el conocimiento de los empleados.

Los desarrolladores de software insisten en que dichos programas permiten un ahorro legítimo de costos. Sostienen que las estafas laborales, el robo de secretos y la pereza representan un costo anual de cientos de miles de millones de dólares.

Los defensores de los trabajadores insisten en que la vigilancia laboral no es más que una invasión a la vida privada.

Hasta ahora, los tribunales tienden a favorecer a las empresas, en vez de defender la intimidad de los empleados. Al no existir una ley federal, los estados han ideado su propia legislación con respecto a este tema, pero no protegen el correo electrónico, los mensajes o las comunicaciones telefónicas de los empleados. Más aun, ningún estado prohíbe las pruebas psicológicas.

Un importante activista de la vida privada considera que se debería exigir a las empresas que definan, con claridad, sus políticas sobre la vida privada, que no controlen las comunicaciones personales, que no pongan cámaras de video en guardarropas y baños, y que avisen a los empleados cuando se controlen los llamados telefónicos.

Más aun, se espera que los empleadores expliquen por qué vigilan a los empleados y dejen de hacerlo cuando ya no tengan motivos.

A principios de la década de los ’90, la ley federal sobre la vida privada de consumidores y trabajadores intentó resolver estas cuestiones pero cuando el Partido Republicano ganó la mayoría parlamentaria, en 1994, el Congreso la desaprobó.

Este tema no se desvanecerá. Dado que la tecnología para la vigilancia crece en sofisticación y transparencia, las empresas presentarán una fuerte oposición a las actividades encubiertas para controlar a los empleados.

Además, en la próxima era económica, donde el capital intelectual es el recurso de mayor valor, es muy probable que el gobierno tome medidas si las empresas no interrumpen tales actividades voluntariamente.

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